No cabe duda de que los bosques desempeñan un papel fundamental en la mitigación de la crisis climática. Aunque se ha prestado mucha atención a aspectos técnicos como la selección de especies arbóreas y la medición de la capacidad de almacenamiento de carbono de los bosques, es importante recordar que un bosque es algo más que un conjunto de árboles.
Los bosques de nuestro planeta cubren el 31 % de la superficie terrestre mundial y son esenciales para la biodiversidad, ya que albergan aproximadamente el 80 % de las especies terrestres del mundo, incluidos numerosos anfibios, aves y mamíferos. Estos ecosistemas proporcionan el material genético que mejora los cultivos y el ganado, y también sirven como hábitats cruciales para polinizadores y depredadores que ayudan a controlar las plagas agrícolas. Además, los bosques intervienen en procesos primordiales como la regulación de los microclimas y el ciclo del agua.
Los animales que habitan los bosques de nuestro planeta, así como los productos forestales no maderables como las frutas, frutos secos, setas, leña y plantas medicinales, son vitales para los seres humanos. Los bosques contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional, aumentan la diversidad de la dieta y proporcionan medios de vida a millones de personas, especialmente en las zonas rurales tropicales, donde a menudo escasean los alimentos ricos en nutrientes.
En un estudio reciente realizado en una zona rural de Zambia, descubrimos que casi todos los hogares encuestados recolectaban alimentos silvestres de diversas zonas ecológicas. Los bosques también mantienen poblaciones de peces que son cruciales para muchas comunidades ribereñas. En Nigeria, las aldeas cercanas a ríos densamente forestados consumían más pescado fresco que las que tenían menos cobertura forestal. Del mismo modo, en Indonesia, observamos que los hogares costeros que vivían cerca de manglares consumían bastante más pescado que los de otras zonas costeras, incluidas las zonas con acuicultura.
Además, los bosques proporcionan un suministro constante de alimentos procedentes de animales silvestres cazados para el consumo, lo que supone millones de toneladas de carne de monte en las regiones donde la caza es habitual. Equilibrar la protección de la fauna silvestre con el mantenimiento de la seguridad alimentaria exige una intervención meditada. Este delicado equilibrio pone de relieve la importancia de promover prácticas sostenibles que conserven los hábitats y garanticen la disponibilidad de recursos alimentarios para las poblaciones locales.
Los esfuerzos de las comunidades locales, las ONG y las instituciones de investigación deben progresar a nivel de base para ser reconocidos y ampliados mediante políticas e inversiones más amplias. Por ejemplo, el Paisaje de Acción de Yangambi de la provincia del Tshopo, en la República Democrática del Congo (RDC), ejemplifica el enfoque proactivo de la asociación local Solutions for Wildlife (SoWild). Aquí se está intentando reducir la dependencia de las comunidades locales de la carne de animales silvestres promoviendo fuentes alternativas sostenibles de proteína animal y actividades generadoras de ingresos. Se trata de iniciativas como la cría de cerdos y pollos, además de proyectos agrícolas. Estos esfuerzos no solo pretenden diversificar las opciones dietéticas, sino también mejorar las oportunidades económicas de la comunidad, fomentando la resiliencia y la sostenibilidad frente a los retos medioambientales. Estas iniciativas destacan el potencial de las soluciones locales para contribuir de forma significativa tanto a la conservación de la fauna silvestre como al bienestar de la comunidad.
Además, SoWild ha puesto en marcha un programa de monitoreo en el que el personal del proyecto colabora con miembros de la comunidad para instalar cámaras trampa en los bosques cercanos. Esta iniciativa no solo enseña a los lugareños a identificar a los animales captados por las cámaras, sino que también los hace partícipes del análisis de los resultados.
El proyecto también está ampliando su impacto mediante un programa de educación ambiental dirigido a los jóvenes de todo el paisaje. Entre ellos se cuentan los clubes forestales de fin de semana (“Club Zamba”), un programa de radio y una compañía de teatro ambulante que visita las aldeas para narrar historias que ponen de relieve la importancia de adoptar alternativas sostenibles al comercio de carne de animales silvestres. Estos esfuerzos empoderan colectivamente a las comunidades para que participen activamente en la conservación de la vida silvestre, al tiempo que fomentan la concienciación y la educación entre las generaciones más jóvenes.
En Guyana, el Programa de Manejo Sostenible de la Fauna y Flora Silvestres (SWM, por sus siglas en inglés), dirigido por la FAO, colabora con diferentes ONG locales para conservar la fauna y flora silvestres de la región y mejorar los medios de vida de las comunidades de forma que se preserve la identidad indígena. Estas actividades incluyen, entre otras cosas, la gestión de la recolección local de especies silvestres, la puesta en marcha de programas comunitarios de monitoreo de aves, mamíferos, peces y tortugas, la gestión de las poblaciones de peces en los ríos de la región y la conservación de las poblaciones de tortuga de río de manchas amarillas (Podocnemis unifilis), consideradas un manjar local, pero cuyas poblaciones están disminuyendo.
Los esfuerzos a los que se dedican nuestros grupos, encaminados a mejorar la gestión sostenible de la fauna silvestre, están dando importantes resultados en la lucha por un equilibrio armonioso entre las necesidades humanas y los ecosistemas naturales. Sin embargo, persisten numerosos retos. Uno de los más importantes es garantizar la seguridad de la tenencia a las comunidades rurales que utilizan la fauna silvestre. El acceso limitado a los recursos forestales y los derechos sobre ellos restringen con frecuencia la capacidad de las comunidades rurales para aprovechar plenamente los beneficios y servicios que ofrecen estos recursos. Esta situación no solo obstaculiza su potencial económico, sino que también socava su capacidad para salvaguardar estos recursos contra la explotación a gran escala.
Los bosques son más que sumideros de carbono: son salvavidas vitales para millones de personas, ya que proporcionan recursos esenciales como alimentos, medicinas, combustible y materiales de construcción. Apoyan los medios de vida través de una serie de servicios ecosistémicos, desde la purificación del agua y la estabilización del suelo hasta la polinización y el ciclo de nutrientes, que son cruciales para la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria"
A pesar de la importante contribución de los bosques y los árboles a la seguridad alimentaria y la nutrición, su importancia suele ser pasada por alto y su integración en las estrategias nacionales de desarrollo y seguridad alimentaria son generalmente inadecuadas. De cara al futuro, cada vez es más evidente la urgencia de fortalecer las fuentes alimentarias sostenibles basadas en los bosques y salvaguardar su biodiversidad. Las previsiones indican que la población mundial superará los 9000 millones de habitantes en 2050. Al mismo tiempo, retos globales como el cambio climático, la volatilidad de los precios de la energía, la pandemia COVID-19 y la inestabilidad económica ya han exacerbado la inseguridad alimentaria de muchas comunidades en todo el mundo.
Sin una gestión deliberada y estratégica, la expansión de la agricultura y las prácticas insostenibles de explotación amenazan con reducir rápidamente la extensión y la resistencia de los ecosistemas forestales que quedan en nuestro planeta. Esto podría tener profundas consecuencias no solo para la biodiversidad, sino también para los millones de personas que dependen de los bosques para su subsistencia y sustento.
Los bosques son más que sumideros de carbono: son salvavidas vitales para millones de personas, ya que proporcionan recursos esenciales como alimentos, medicinas, combustible y materiales de construcción. Apoyan los medios de vida través de una serie de servicios ecosistémicos, desde la purificación del agua y la estabilización del suelo hasta la polinización y el ciclo de nutrientes, que son cruciales para la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria.
Además, los bosques son importantes desde el punto de vista cultural, ya que sirven de hogar a los Pueblos Indígenas y las comunidades locales que mantienen profundos vínculos espirituales, culturales y económicos con estos paisajes. Sus conocimientos tradicionales y sus prácticas de gestión sostenible son activos invaluables para conservar la biodiversidad y garantizar la salud a largo plazo de los ecosistemas forestales.
- Lauren Coad es científica sénior de CIFOR-ICRAF, coordina la Iniciativa de Investigación sobre Carne de Monte (BRI) y es la investigadora principal del Proyecto de Manejo Sostenible de la Fauna Silvestre de la UE y del proyecto WILDMEAT. Puede ponerse en contacto con ella en l.coad@cifor-icraf.org
- Amy Ickowitz es también científica sénior en CIFOR-ICRAF y colíder de Nutri-scapes. Puede ponerse en contacto con ella en a.ickowitz@cifor-icraf.org
- Julia E. Fa es investigadora asociada sénior en CIFOR-ICRAF y profesora en la Universidad Metropolitana de Manchester. Contacto: jfa949@gmail.com
- Nathalie van Vliet es investigadora asociada sénior en CIFOR-ICRAF y coordinadora del Programa SWM en Guyana y del componente de vida silvestre del proyecto Yangambi. Contacto: nathalievanvliet@yahoo.com
Los esfuerzos de CIFOR-ICRAF en el Paisaje de Acción de Yangambi cuentan con el apoyo de USAID y la Comisión Europea. Esta última también apoya el Programa SWM, que es implementado por una asociación conformada por CIFOR, CIRAD, FAO, y WCS.
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