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En un año de superactividad ciclónica como este 2020, poner la atención en los manglares es más importante que nunca. Estos ecosistemas anfibios no solo secuestran más carbono que los bosques tropicales, sino que son una línea de defensa primordial ante eventos extremos como huracanes y el aumento del nivel del mar, que en el contexto de la emergencia climática acechan cada vez más a las poblaciones, especialmente en América Central y la región Caribe.

Los manglares habitan en zonas intermareales cercanas a la desembocadura de cursos de agua dulce en las regiones tropicales y subtropicales, protegiendo las costas, proveyendo  alimentos y madera a millones de personas, además de ser un hábitat de cría para centenares de organismos terrestres y marinos.

Paradójicamente, los manglares están entre los ecosistemas más valiosos del trópico y también entre los más amenazados, y a menudo son percibidos equivocadamente como espacios vacíos y desaprovechados, lo que ha propiciado su transformación en usos que van desde piscigranjas y pasturas hasta plantaciones de palma aceitera e infraestructura turística.

“Los manglares ofrecen una solución basada en la naturaleza para los desafíos globales como el calentamiento global, la seguridad alimentaria y la conservación de la biodiversidad. Bajo las condiciones climáticas actuales de aumento de la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, el monitoreo de los manglares, su conservación y restauración son más importantes que nunca”, explica la investigadora del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) Dra. Rosa María Román-Cuesta.

Frente a su importancia, durante mucho tiempo, la región Latinoamericana y el Caribe ha visto emprender numerosos esfuerzos de restauración de manglares que, sin embargo, por lo general, no han tenido el éxito esperado o muchas veces han terminado en fracaso y un gran dispendio económico.

Para cambiar el curso de esta historia, científicos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional Unidad Mérida (CINVESTAV-IPN) y de la Universidad Nacional Autónoma de México-Sisal (UNAM-Sisal) decidieron que ya era hora de acabar con el ensayo y error, y con la colaboración de Programa SWAMP de CIFOR, compilaron la experiencia y evidencia necesaria para corregir al frecuente fracaso de la restauración de los manglares. El resultado es una nueva guía que resume las lecciones aprendidas durante 20 años de actividades exitosas de restauración en Yucatán, México.

UNA GUÍA Y CIENTOS DE OPORTUNIDADES

La guía explica paso a paso cómo desarrollar una estrategia que plantee, implemente y evalúe proyectos de restauración ecológica de manglares que sí funcionen, sea cual sea el lugar y el problema de base e incluye procesos para la integración de los componentes sociales, económicos y ecológicos. El alcance de su aplicación aborda todo tipo de manglar y nivel de impacto gracias a bases conceptuales y técnicas que consideran los fundamentos de la fisiología de especies, las características de sus hábitats, conceptos de poblaciones, comunidades, ecosistemas y del paisaje.

“La estrategia de restauración debe adaptarse a cada sitio, en lugar de basarse automáticamente en la reforestación. Esto y la falta de capacitación de los implementadores son las principales causas de fracaso de los proyectos”, señala la Dra. Claudia Teutli-Hernández de la UNAM-Sisal. “Además, todo proyecto debe ser socialmente aceptable, económicamente viable y ecológicamente funcional para prosperar”, destaca el Dr. Jorge Herrera Silveira del CINVESTAV-IPN, ambos son los autores principales de la guía.

Román-Cuesta destaca que la guía ofrece una oportunidad para estandarizar las estrategias de restauración de manglares en la región, y para integrar estos ecosistemas en el cumplimiento de los compromisos regionales y globales de recuperación de ecosistemas degradados. En especial, indica, la nueva Década de Restauración de Ecosistemas 2021-2030 de la ONU y la Iniciativa 20×20  que busca restaurar 30 millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030 en América Latina como parte del Desafío de Bonn, y bajo la CMNUCC y el CBD.

Por su naturaleza anfibia, los manglares suelen quedar fuera de estas iniciativas, explica Román-Cuesta: “Los manglares tienden a quedar en el limbo: para muchos expertos forestales son humedales, mientras que para muchos ecólogos marinos son bosques”, sin embargo, confía en que la guía puede ayudar a corregir este preconcepto.

“Estamos perdiendo la oportunidad de incluirlos en los acuerdos internacionales de restauración y en las estrategias de reducción de riesgos. Es hora de reconocerlos como los grandes contribuyentes de servicios ecosistémicos que son, y abordar la enorme amenaza de deforestación que enfrentan”, añade la investigadora.

   Dispersión con reforestación en Sian Ka’an. Foto por Claudia Teutli.
   Dispersión con regeneración natural en Sian Ka’an. Foto por Claudia Teutli.

ENTENDER EL ECOSISTEMA

En el frente ecológico, el primer paso de un proceso de restauración es entender por qué un manglar determinado se degradó y en qué estado se encuentra antes de intervenir.  Según la Dra. Diana Cisneros de la Cruz del IPN, la ecología forense es crucial, tanto para definir las acciones específicas de restauración ecológica como para establecer el qué, por qué, cómo, cuándo y dónde del proyecto, así como su coste; este enfoque es mucho más eficiente que el ensayo y error.

La degradación o muerte del manglar suele empezar con la construcción de infraestructuras asociadas al turismo y a la acuacultura, tales como carreteras y tanques que alteran la circulación de agua en el ecosistema. Por ello, la solución lógica que destacan los investigadores es empezar por rehabilitar los flujos hidrológicos, con vistas a favorecer la regeneración natural del manglar. En algunos casos se puede reforestar, pero sólo si considera necesario después de caracterizar el sitio.

Sea cual sea la técnica utilizada, es importante evaluar los resultados de forma periódica y corregir el proceso si hace falta –un enfoque conocido como manejo adaptativo. Los investigadores destacan que deben establecerse indicadores de éxito a corto, medio y largo plazo para la vertiente ecológica del proyecto, así como la económica y social, que tiende a quedar en segundo plano.

“Se han invertido millones de dólares en proyectos de restauración de manglares, pero, en muchos casos, no hay un análisis costo-beneficio ni evaluaciones independientes que determinen el alcance de los objetivos ni su éxito restaurativo”, afirma Teutli-Hernández.

Muchos proyectos tampoco capacitan a las comunidades para utilizar el manglar de forma sostenible ni buscan comprender cómo se benefician del ecosistema restaurado. Estas iniciativas difícilmente serán sostenibles en el largo plazo, alertan los científicos.

Importancia de la integración de factores sociales, económicos y ecológicos en la restauración de manglares.

LA IMPORTANCIA DEL FACTOR SOCIAL

El análisis de decenas de proyectos de restauración en todo el mundo indica que las comunidades locales tienen un papel clave en el éxito. Por ello, la guía hace un llamado a involucrarlas en todas las fases del proceso junto con los expertos científicos y técnicos, autoridades y financiadores, así como a difundir las lecciones aprendidas en cada proyecto.

El cambio de percepción de las personas que participan en la restauración es uno de los aspectos que más impresionó a los investigadores en su experiencia de dos décadas. “Las comunidades pasan de ver el manglar como una zona baldía y de poco uso  a considerarlo un ecosistema importante para su bienestar. Dejan de depredarlo y se convierten en sus guardianes”, explica Herrera Silveira.

Países turísticos como los caribeños están valorando cada vez más el papel de los manglares en la protección costera. Sobre todo, ante el aumento de eventos extremos como huracanes y sequías desde los años 80. Los autores de la guía alientan a estos y a todos los países de América Latina a usar el documento para restaurar, por lo menos, el 50 % de los manglares degradados en la región de cara a 2030.

“La guía busca apoyar a todos los gobiernos de la región en sus iniciativas para proteger el carbono azul que almacenan los manglares y así también reducir la vulnerabilidad de las comunidades costeras al cambio climático”, indica Román-Cuesta.

Además de la guía, el equipo está trabajando en un protocolo para medir carbono en manglares restaurados, de modo que las mediciones respondan a los requerimientos de los mercados voluntarios y ONU Cambio Climático.

Está claro que los procesos de restauración requieren coordinación, inversiones y tiempo, y exigen un planeamiento y evaluación adecuados. Y que recuperar un manglar es más difícil que conservarlo y utilizarlo de forma sostenible. Pero la guía y comunidades como las de Celestún, Sian Ka’an y Progreso de Yucatán, mencionadas como ejemplos  de éxito y colaboración, demuestran que es posible insuflar nueva vida a los manglares que creíamos perdidos, recuperando sus beneficios para las personas y el planeta.

Antes y después de la restauración en Yucatán.

 La guía en mención fue elaborada en el marco del programa SWAMP con apoyo de USAID y del Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería  (FTA), que está respaldado por los Donantes del Fondo CGIAR.

 Para más información sobre este trabajo, puede contactar con Rosa María Román-Cuesta (rosa.roman@wur.nl) o Claudia Teutli-Hernández (teutliclaudia@gmail.com)

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