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¿Y qué había aquí antes? Le pregunto al Dr. Jorge Herrera, investigador del Departamento de Recursos del Mar de la Unidad Mérida del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de México (Cinvestav-IPN, Unidad Mérida) mientras zambullimos nuestros pies en las aguas tibias que corren entre los plantones de manglares restaurados de la llamada Ciénaga del Progreso, a 40 minutos de la cálida ciudad de Mérida en la península de Yucatán.

“Nada. Todo era tierra seca”, responde.

Pero ahora, mientras avanzamos sobre el fango y agua, cardúmenes de peces pequeños se escabullen entre los plantones de mangle dispersos. A pocos metros, aves pequeñas chapotean cerca sin temor de nuestros pasos.

“Hay otras áreas donde incluso hay cocodrilos”, nos dice. Tres periodistas invitados a observar dos proyectos de restauración de manglares a cargo de  Cinvestav  –una actividad en el marco del taller regional de carbono azul “Ecosistemas costeros: pilares de mitigación y adaptación al cambio climático en Mesoamérica y el Caribe”– y quien escribe este artículo, cruzamos miradas de temor ante el sonido “cocodrilo”.

“Esta es una de las maravillas del manglar. Mientras en la restauración de ecosistemas terrestres primero viene la vegetación y luego la fauna, en el manglar la fauna viene primero”, entiza el Dr. Herrera.

Los cálculos de los investigadores de Cinvestav indican que en la Ciénaga del Progreso hay un aproximado de 53 hectáreas (el 48% del área total) en claro proceso de recuperación y esto a apenas tres años del inicio de las actividades de restauración.

   Curva de Yucalpetén. 70 % del área degradada está siendo recuperada. Yoly Gutiérrez/CIFOR.

“Un año más tarde ya había fauna: peces, moluscos, aves. Encuentren ustedes un ejemplo de restauración de ecosistemas terrestres que muestre resultados al cabo de un año”, dice Herrera.

Los manglares, junto a otros ecosistemas costeros como marismas y pastos marinos son parte de los denominados ecosistemas de carbono azul, que, aunque cada vez cobran más importancia por su potencial para abordar varios de los desafíos climáticos y ambientales de nuestro tiempo, aún necesitan más atención desde las políticas, pero también desde la ciencia. En ese sentido, un taller, organizado a finales de septiembre de 2019 por el programa SWAMP del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), el CATIE y USAID, convocó a más de 50 especialistas y técnicos de gobierno para intercambiar lecciones y experiencias hacia la inclusión del carbono azul en las estrategias nacionales de cambio climático de los países de Mesoamérica.

SOLUCIONES NATURALES

Los ecosistemas de carbono azul ofrecen múltiples servicios ambientales de gran relevancia social, como la productividad pesquera, estabilidad de la línea costera, lucha contra la erosión y aumento del nivel del mar, protección contra tormentas, filtraje del agua, biodiversidad y más. Pero además pueden contribuir de forma eficiente y efectiva a la lucha contra el cambio climático.

“Desde el punto de vista de la mitigación, los ecosistemas de carbono azul son reconocidos por sus elevadas tasas de productividad y por su gran capacidad de almacenaje de carbono en suelo. Desde el punto de vista de adaptación, son fundamentales para el suministro de alimentos y en la estabilidad costera ante aumento del nivel del mar o el incremento de las tormentas tropicales”, explica Rosa Roman-Cuesta, científica del CIFOR.

Sin embargo, a pesar de todos estos beneficios, la degradación de los manglares es una realidad común a nivel global, por lo que redoblar esfuerzos para su preservación, gestión sostenible y restauración es crucial.

Los manglares de Yucatán, como es el caso general en México, han desaparecido principalmente a causa del desarrollo de infraestructura urbana, turística y carreteras. Estudios recientes (2017) calculan que México ha perdido más de 18 mil hectáreas de manglar, comprometiendo sus ya destacados beneficios sociales y ecológicos.

   Dr. Jorge Herrera explicando acciones de restauración de manglares a periodistas de Mesoamérica en la zona denominada Curva de Yucalpetén, a 60 minutos de Mérida. Cinco de un total de siete hectáreas degradadas muestran claras señales de recuperación. Yoly Gutiérrez/CIFOR.
   Ciénaga del Progreso, Yucatán, México. La Dra. Claudia Teutli subraya la importancia de un enfoque ecosistémico para el éxito de la restauración de manglares. Yoly Gutiérrez/CIFOR.

CUATRO CLAVES PARA LA RESTAURACIÓN

La Dra. Claudia Teutli, investigadora posdoctoral de la facultad de ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, supo desde siempre que quería permanecer cerca del mar y después de su especialización en biología marina se dedicó a profundizar más y más su investigación sobre la restauración de manglares. Junto a Herrera, Teutli ha publicado numerosos estudios científicos enfocados en los ecosistemas de carbono azul y la restauración de manglares.

Aunque advierten que los resultados también dependerán de las condiciones ambientales y el estado inicial en cada sitio, los investigadores ofrecen cuatro lecciones principales para la recuperación de los manglares desde la práctica.

   Manglares adultos en la reserva Celestún, Yucatán, México. Los manglares son la primera línea de defensa costera frente a las tormentas, capturan carbono, filtran agua y son hogar de numerosas especies de vida silvestre, que a su vez sustentan medios de vida locales. Yoly Gutiérrez/CIFOR.
  1. Piensa en manglar, piensa en agua

“Una cosa que no debemos olvidar cuando nos proponemos restaurar manglares es que tenemos que considerar dos componentes: reforestación e hidrología”, dice Teutli, quien explica que muchas veces quienes implementan acciones de restauración de manglares olvidan que estos son humedales.

A veces, “solo basta una ayudita”, dice, para reponer la hidrología del lugar que a su vez favorecerá la aparición de fauna y vegetación nativa por regeneración natural. Este es el caso de las zonas conocidas como Ciénaga del Progreso y la Curva de Yucalpetén, donde sus intervenciones han sido exitosas.

Según los investigadores, el primer paso para iniciar la restauración de estos lugares fue recuperar la hidrología, pero además establecieron una estrategia de plantación que tomó en cuenta el criterio de selección natural que ocurre en la naturaleza y entonces plantaron 10 propágulos cada vez, sabiendo que alguno sobreviviría. Y resultó.

  1. Restaurar no es (solo) reforestar

“Muchos proyectos de restauración de manglares toman como referencia principal la reforestación, que se hace en viveros y esto trae varios desafíos”, dice Teutli. “Por ejemplo, no necesariamente se planta la especie adecuada para el lugar, sino la más fácil de replantar”.

Otra pregunta constante, indica por su lado Herrera, es ¿por qué las plántulas de manglar de vivero muchas veces no sobreviven en el medio? La respuesta nos la brinda con una metáfora de paternidad: “esos plantones son como muchachos consentidos que no conocen el mundo. No todos están preparados para el sol, la salinidad, etc., entonces no sobreviven, como en la naturaleza se daría por selección natural”.

  1. Perspectiva ecosistémica o fracaso

Un tema adicional observado por los investigadores es que, en general, muchos proyectos de restauración de manglares no tienen en cuenta la escala espacial a trabajar. “La restauración de manglares no se ha enfocado, en general, en perspectivas de ecosistema sino como una replantación sin tener en cuenta los factores reguladores de las condiciones ambientales”, dice Herrera.

Esto parece tener relación con el fracaso habitual en la restauración de manglares, indica. En ese sentido, una conclusión obvia pero transcendental de su experiencia es la necesidad de concentrarse en la salud del ecosistema. “Si recuperamos la salud del ecosistema o mantenemos su resiliencia, podrá sobrevivir ante el aumento del nivel del mar, los huracanes u otros fenómenos que se esperan con el cambio climático”.

Para Herrera y Teutli, una aproximación ecosistémica para la restauración de manglares es clave: tener en cuenta los factores que regulan las condiciones ambientales, las especies facilitadoras, indicadores de salinidad, sedimentos, etc.

“No olvidemos que cuando vemos un manglar, debemos pensar en hidrología, sedimento y vegetación”, subraya Herrera. “No solo plantones”.

  1. No todos pueden restaurar

Otro aspecto importante que destaca Teutli es quién y cómo se hace la restauración. “Algunas acciones fallan porque quienes intentan restaurar no son profesionales de la restauración. La restauración requiere de una ingeniería ecológica y muchos factores a considerar más que solo reforestar”, enfatiza. Pero además llama la atención sobre la necesidad de volver a las bases de la ciencia. “Aunque no lo crean, estamos en una era donde la información básica necesaria ya no se genera. Hoy en día hace falta información sobre la ecología de la restauración de los ecosistemas, es decir la ciencia básica”.

“Existen fórmulas estándar, pero no siempre se pueden aplicar de forma general y para avanzar hay que obtener fórmulas específicas a cada lugar. Esto es información elemental que depende de las características del sitio y muchas veces no se tiene”.

   Manglares adultos en la reserva Celestún, Yucatán, México. Yoly Gutiérrez/CIFOR.

UN PASO MÁS ALLÁ

¿Qué sigue? ¿Hacia dónde se debe de ir con la restauración? Preguntó Teutli durante una ponencia sobre las lecciones aprendidas en Yucatán para la restauración de manglares.

Continuar con acciones de restauración y el monitoreo de los avances en los sitios intervenidos es por supuesto lo primero, dice, pero las áreas restauradas podrían aumentar, trayendo beneficios para el clima global y las economías locales. En Yucatán, por ejemplo, se estima que hay un aproximado de 5 mil hectáreas esperando a ser restauradas.

Además, se requiere evaluar la parte social y económica de la restauración de los ecosistemas de manglar e involucrar a la comunidad en el sistema de monitoreo.

Ambos investigadores también coinciden en que se necesita más investigación: estudiar y documentar la fisiología de los manglares; así como evaluar las emisiones de gases de efecto invernadero, sedimentación, adaptación ante el cambio climático e incorporar el uso de nuevas tecnologías para evaluar la recuperación de los servicios ecosistémicos derivados de la restauración.

Al final, el regreso de los manglares no solo favorecerá los medios de vida locales, sino también ofrece a países como México avanzar en la dirección correcta hacia sus compromisos climáticos internacionales y  representa una pequeña victoria en la lucha frente al cambio climático global.

   Ciénaga del Progreso, 2010. Claudia Teutli.
   Ciénaga del Progreso, 2019. Claudia Teutli.

Este trabajo es parte del Programa SWAMP y el Estudio Global Comparativo de CIFOR sobre REDD+ (GCS)

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