El acceso a la educación es clave para tener más mujeres y niñas en la ciencia
Menos del 30 por ciento de los investigadores en todo el mundo son mujeres. Este dato ha sido destacado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con motivo de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Las estadísticas también muestran que solo alrededor del 30 % de las estudiantes eligen seguir ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en institutos de educación superior. La matrícula femenina en el sector de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) también es baja: 3 % en ciencias naturales; 5 % en matemáticas y estadística; y 8 por ciento % en ingeniería, manufactura y construcción.
“Para enfrentar los desafíos del siglo XXI, debemos aprovechar todo nuestro potencial”, dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU. “Eso requiere desmantelar los estereotipos de género. En este Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, comprometámonos a poner fin al desequilibrio de género en la ciencia”.
Cada año, el 11 de febrero, se celebra esta fecha para resaltar la necesidad de lograr el acceso y participación plenos e iguales, equidad de género y empoderamiento.
Pero los desafíos son grandes.
En los Estados Unidos, por ejemplo, aunque aproximadamente la mitad de todos los doctorados en ciencias e ingeniería los obtienen mujeres, solo el 21 % de los profesores de ciencias y el 5 % de los de ingeniería son mujeres, según un artículo publicado en Science. Además. en promedio, las mujeres ganan solo el 82 % de lo que ganan los hombres científicos.
Registros en la Unión Europea (2006) también muestran que las mujeres científicas obtuvieron salarios de un promedio de entre 25 y un 40 % menores que los hombres científicos, señala el artículo.
Un número grande de mujeres también abandona las carreras científicas al inicio de estas. Aunque el 70 % de las estudiantes de doctorado de química de primer año dijeron que planearon una carrera en la investigación, para el tercer año, solo el 37 % había alcanzado esa meta, en comparación con el 59 % de los hombres, según los datos de Science.
“A pesar de décadas de investigación e intervención, las estudiantes reciben menos oportunidades y menos reconocimiento que sus contrapartes masculinas, y las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de ocupar roles de liderazgo o trabajar en campos intensivos de matemáticas, física e ingeniería”, dicen los autores de un artículo en la revista Trends in Ecology & Evolution.
Según este, el número de mujeres dedicadas a actividades científicas de estudio o trabajo, y los salarios que ganan, siguen siendo sustancialmente más bajos en comparación con sus homólogos masculinos. Los autores sugieren que parte del desafío de lograr la igualdad se relaciona con la forma en que el término igualdad es definido. “No existe una definición única de éxito, y un enfoque demasiado limitado en cualquier aspecto de la igualdad puede tener consecuencias no deseadas”, anotan.
Adoptar un enfoque analítico interseccional, que incluya una combinación de factores que influencian o afectan las disparidades de género, puede arrojar más luz sobre algunos de los desafíos que enfrentan las niñas y las mujeres, y las experiencias u oportunidades que pierden en la ciencia. Además del género, el estado socioeconómico, el origen étnico, la nacionalidad, la salud, la orientación sexual, la edad y la ubicación física pueden perjudicar o potenciar las desigualdades.
ALGUNOS AVANCES
Sin embargo, en algunas arenas ha ocurrido un cambio medible. Un artículo de 2018 publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) demuestra que la proporción de autoras que colaboran en el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), el organismo de control climático global, aumentó del 5 % en 1990 a más de 20 % en los últimos años.
Por ejemplo, el histórico Informe especial del IPCC sobre el calentamiento global de 1.5 C de 2018 incluyó 38 % de mujeres autoras, según los investigadores.
Sólidos modelos a seguir y acceso a educación formal pueden marcar la diferencia para las mujeres, dice Stibniati (Nia) Atmadja, científica del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Su carrera como científica se benefició al crecer en un hogar donde recibió apoyo y las oportunidades que el acceso a una buena educación abrieron en su vida, dice.
“No tenía metas claras cuando era niña, y caí en una carrera en ciencias forestales casi por casualidad”. Su interés inicial despertó gracias a la observación de los muchos árboles e insectos de la frondosa casa en las afueras de Yakarta donde creció.
En la infancia, sus actividades escolares fueron apoyadas por su madre, una patóloga, y su padre, un geólogo.
“Tuve la suerte de tener padres que luego fomentarían ese interés”, dice Atmadja, quien en el tercer grado consideró convertirse en genetista o botánica.
“Cuando era estudiante de secundaria en Yakarta y luego estudiante universitaria de primer año en Manila, todo lo que pude ver fue la contaminación y el mal estado del medio ambiente”, cuenta, explicando cómo terminó estudiando las interrelaciones entre el medio ambiente y la economía. “Me interesé en conocer las razones económicas: el medio ambiente no se estaba valorando adecuadamente”.
Trasladada de la Universidad Ateneo de Manila en Filipinas, posteriormente obtuvo dos títulos universitarios en la Universidad Murdoch de Australia en ciencias económicas y ambientales, y una maestría y un doctorado en economía de recursos naturales en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, en Estados Unidos.
Posteriormente, vivió y trabajó en Indonesia y Etiopía. Actualmente reside en Francia.
“Tenía una gran variedad de programas que podía elegir”, dijo, y agregó que viajar al extranjero la expuso a planes de estudio más amplios y estructuras sociales alternativas, un contraste que aumentó su conciencia sobre las limitaciones que pueden detener a las mujeres en un lugar determinado o en ciertas circunstancias.
“Estaba ciega al hecho de que soy una mujer en una carrera científica”, dice Atmadja, quien se unió a CIFOR en 2008 y cuya investigación se centra en bosques y cambio climático.
Su trabajo consistía en viajar, a menudo sola o como la única mujer en un equipo, durante largos periodos, en aldeas remotas, para comprender cómo las personas usan y manejan sus bosques. Así ha observado cómo las expectativas sobre el tipo de personas que realizan este trabajo de investigación podrían detener a mujeres jóvenes con un interés en el campo forestal.
Había tantas creencias que consideraban a las mujeres como el objetivo o el mago de los malos espíritus, y las limitaciones sobre cómo las mujeres viajan e interactúan en estos lugares, con estas personas, hablando de ciertos temas y ciertas ocupaciones”, explica.
“Aunque nunca he pensado que mi trabajo fuera particularmente extraño para una mujer o cualquier género, los pobladores locales muchas veces me miraban, preguntándose cómo terminé con ese trabajo: una mujer siguiendo a pescadores, cazadores de venados, cazadores de aves, en lo profundo del bosque y haciendo entrevistas con una variedad tan amplia de personas”.
Al reflexionar sobre por qué era ciega a tales prejuicios de género y podía realizar actividades que amaba sin sentirse limitada por las normas de género, dijo que en la infancia nunca le dijeron que había límites para lo que podía hacer.
“No recuerdo que mis padres me hayan dicho: ‘las niñas deberían hacer esto y no pueden hacer eso’. Nunca. Crecí asumiendo que las mujeres pueden hacer lo que los hombres pueden hacer porque vi que eso era exactamente lo que hacía mi madre”, explica Atmadja.
Su madre se encontraba entre las pocas mujeres indonesias en el campo de la patología, y luego dirigió una gran organización no gubernamental centrada en la paternidad responsable. Su trabajo le dio la oportunidad de viajar a todos los rincones del país y hablar con muchas personas de todos los ámbitos, desde trabajadoras sexuales y niños de la calle hasta ministros y celebridades.
“Yo vi oportunidades al ser mujer, no limitaciones”, agregó Atmadja. Esta experiencia la ha llevado a creer que los padres juegan un papel importante en el aumento de la presencia de más mujeres en la ciencia, especialmente en el Sur Global.
“Ahora soy madre”, dice. “Tengo una niña y un niño. Mi esposo y yo tratamos de darles a ambos niños las mismas oportunidades, dejándoles ver y actuar sin estar limitados por las expectativas de género”.
“A los padres, les diría, que piensen en la conciencia de género que transmiten a sus hijos porque esto reflejará cómo ven el mundo, cómo se ven a sí mismos en el mundo y cómo verán las oportunidades que llegaran a sus vidas”.
“Existen normas sociales basadas en el género que los padres y los niños deben advertir. Podemos apoyar a nuestros hijos ayudándoles a alcanzar su potencial a pesar de estas normas”.
Atmadja también atribuye su suerte de trabajar en una carrera que ama a los privilegios educativos que tuvo en su vida y que muchos otros pueden no tener: no solo creció en un hogar con padres formalmente educados, sino que asistió a universidades en países desarrollados y se benefició de las experiencias de viaje en muchos países.
“Las mujeres interesadas en la ciencia necesitan conocer sus habilidades y no deben tener miedo de decir: ‘No soy buena en eso, pero soy buena en esto’. Luego, intentar encontrar un camino factible para que persigan aquello en los que son buenas y estar abiertas a las oportunidades”.
“Y hablar con mujeres que ya están en ese campo. Aunque el contexto aparente diga que algunas carreras no son para mujeres, está bien. Podemos hacerlo”.
“Pero toma mi consejo con pinzas porque finalmente refleja mi perspectiva, que fue privilegiada, gracias a mi experiencia de vida”, agrega.
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