Sudamérica podría estar, sin darse cuenta, sentada sobre una mina de oro climática. Nuevos mapas de turberas tropicales y subtropicales sugieren que estos humedales ricos en carbono tienen mayor extensión en Sudamérica que en cualquier otro continente, incluso con cuantiosos depósitos en la cordillera de los Andes.
Sin embargo, se necesita mayor investigación para verificar su extensión y ubicación, así como una colaboración más cercana entre científicos, comunidades locales y autoridades para su manejo sostenible.
Investigadores y responsables de la formulación de políticas de Perú y Colombia discutieron el papel de las turberas tropicales y las alternativas para gestionar estos paisajes de forma sostenible durante el Congreso Mundial de IUFRO 2019 (la unión internacional de organizaciones de investigación forestal), que tuvo lugar en Curitiba, Brasil, este año.
“La gran extensión, aislamiento e inaccesibilidad de la mayoría de las turberas tropicales sudamericanas las han protegido parcialmente de la degradación a gran escala causada por los humanos, lo que contrasta con sus considerablemente alteradas contrapartes del sureste asiático”, dijo la doctora Kristell Hergoualc’h del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Además, Hergoualc’h señaló la necesidad de contar con evaluaciones integrales que guíen la protección y manejo sostenible de las turberas, especialmente ahora que nos enfrentamos al crecimiento de la población y al calentamiento global.
Su equipo de investigación, por ejemplo, estudió un área de 350 000 hectáreas en la cuenca del río Ucayali-Marañón, región amazónica que cuenta con concentraciones naturales de la palma ‘Mauritia flexuosa’, conocida localmente como “aguaje”. La dulce fruta amarilla de la palma, que se obtiene derrumbando al árbol para alcanzar sus frutos debido a su gran altura, se cosecha a lo largo y ancho de la Amazonía peruana con fines comerciales y de subsistencia.
“Encontramos que 73 % de las turberas de esta área estaban degradadas, principalmente debido a la cosecha no sostenible de las frutas del aguaje ”, explicó la investigadora.
Desapercibidas a plena vista
El doctor Erik Lilleskov, Investigador del Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos de América, coincide con Hergoualc’h sobre la importancia de un mejor mapeo de las turberas, y señala que a nivel mundial estos son los ecosistemas con la mayor densidad de carbono.
“Su degradación es un problema enorme, dado que sus reservas de carbono son comparables con lo que está en la atmósfera y pueden continuar acumulando carbono por miles de años”, aseguró Lilleskov, quien, junto con CIFOR, participa en el Sustainable Wetlands Adaptation and Mitigation Program (SWAMP) (Programa de Adaptación y Mitigación para la sostenibilidad de los Humedales).
Parte del trabajo del SWAMP ha sido explorar uno de los tipos de turberas menos conocidas. “Hasta hace pocos años, las turberas de las montañas tropicales habían sido ignoradas, aunque estaban a plena vista, porque no encajaban con la misma imagen de búsqueda de una turbera de tierras bajas, y en consecuencia, ni siquiera aparecían en los esfuerzos mundiales de mapeo o mapas nacionales”, señaló el experto.
El programa de investigación en Colombia, Ecuador y Perú ha demostrado que las turberas de montañas tropicales son mucho más extensas que lo que se pensaba anteriormente, que almacenan carbono por unidad varias veces más que el bosque tropical húmedo y que llegan a profundidades de hasta 11 metros.
Las turberas de la cordillera andina ofrecen pastura, tierras agrícolas y agua limpia a millones de personas en la región, pero están bajo presión debido a prácticas de desecación y pastoreo intenso. Por lo tanto, es importante desarrollar mapas nacionales precisos de las turberas que sirvan como base para contar con mejores políticas en la región, enfatizó Lilleskov.
De la evidencia a los impactos
Los centros nacionales de investigación tienen un papel clave en impulsar el entendimiento de las turberas; crear conciencia sobre su importancia entre los responsables de la formulación de políticas y promover el involucramiento de las comunidades.
Por ejemplo, en Colombia, el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt produjo el primer mapa de humedales no costeros del país, indicó su exdirectora Brigitte Baptiste.
El estudio, llevado a cabo en colaboración con 17 universidades e instituciones regionales, reveló que los humedales abarcan casi una tercera parte de los territorios no costeros de Colombia –27 millones de hectáreas, en contraste con las tres millones de hectáreas contabilizadas en el anterior inventario nacional–.
Los nuevos datos están revelando la existencia de otras investigaciones e iniciativas de manejo, incluyendo algunas de restauración de planicies inundables y la declaración de ciertas áreas de pantanos como áreas protegidas. “La evidencia científica y las discusiones con el Gobierno de Colombia (que resultaron en el nuevo mapa) se han convertido realmente en un nuevo recurso para la toma decisiones”, afirmó Baptiste.
Otro ejemplo es el del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), que promueve la cosecha sostenible de la palma de aguaje en la zona de turberas más extensa de Sudamérica, la cuenca Pastaza-Marañón, al tiempo que realiza estudios sobre los factores causantes de la acumulación de turba en los pantanos de palma.
“Nuestra investigación multidisciplinaria está elevando el perfil de las turberas entre aquellos que toman las decisiones y otras partes interesadas”, sostuvo el experto Jhon del Águila Pasquel de IIAP. Del Águila destacó la importancia económica y cultural de estos ecosistemas.
“La investigación es importante porque, aunque sabíamos que había un problema, no contábamos con la evidencia que le diera herramientas a los encargados de la toma de decisiones”, aclaró.
Para el Director General de Diversidad Biológica del Ministerio del Ambiente de Perú, José Álvarez, otro asunto crítico es saber cómo comunicar la evidencia científica a quienes toman las decisiones, pero de una forma que sea fácil de entender y les permita llevar a cabo acciones. “Con frecuencia, nosotros los científicos tenemos la información, pero necesitamos asegurarnos de que esta llegue a las personas correctas en el momento correcto”, indicó.
Álvarez subrayó la importancia de involucrar a las comunidades, no solo en el manejo de los recursos, sino también en todo el proceso de planeación y toma de decisiones sobre los ecosistemas nacionales. “Requerimos un esfuerzo conjunto de los actores locales y de las autoridades en los diferentes niveles de gobernanza”, añadió.
Hacia el manejo sostenible
A pesar de que las turberas almacenan grandes cantidades de carbono, no siempre se les incluye en las estrategias nacionales de cambio climático.
Los panelistas mencionaron una serie de razones que van más allá de la falta de voluntad política, entre ellas: la falta de instituciones normativas y reglamentación, así como de alternativas de financiamiento adecuadas para la preservación y restauración de los humedales.
Otros desafíos son específicos al contexto de cada uno de los países. En Colombia, por ejemplo todos los humedales son propiedad pública, pero, en los últimos dos siglos, extensas áreas de estos quedaron en manos de dueños privados.
“Una de las primeras responsabilidades del Gobierno es reclamar la propiedad y el manejo de estos humedales como lo manda la Constitución”, advirtió Baptiste.
El manejo sostenible de las turberas es un desafío que tenemos que resolver urgentemente, especialmente cuando nos enfrentamos al cambio climático y al cambio de uso de la tierra. Las turberas en la región Sudamericana están bajo presión de proyectos de infraestructura a gran escala y urbanización, así como de la minería ilegal y la expansión de los agronegocios.
Hergoualc’h, de CIFOR, señala que detener la pérdida de las turberas requiere atender temas de gobernanza y lograr los incentivos correctos.
“Las lecciones clave sobre cómo manejar adecuadamente un recurso natural son siempre las mismas: entender los factores causantes de su degradación y los incentivos que generan el comportamiento actual; entender los intereses que son favorecidos por el ‘statu quo’, e identificar el balance entre los beneficios y las pérdidas a la hora de elegir entre las opciones disponibles (trade-offs) para poder gestionarlas“, agregó.
Para Álvarez y Baptiste además es importante promover actividades económicas que sean sostenibles en términos ambientales y sociales, y atender a un mercado global de consumidores conscientes.
Las cadenas de suministro que no provoquen deforestación de la industria alimentaria y de cosméticos, así como el ecoturismo, son dos de las posibilidades que mencionaron.
Otro aspecto vital destacado por varios de los panelistas fue el de la concientización. Lilleskov hizo notar que para apreciar los humedales se requiere de un entendimiento de su valor ecológico y económico cuando permanece intacto. “Las personas necesitan entender mejor su valor para apoyar su protección”, concluyó.
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