México cuenta con una gran diversidad biológica y cultural, junto con un sólido marco legal y cuerpo de investigación sobre conservación biológica. Sin embargo, en los últimos 25 años ha perdido la cuarta parte de sus bosques primarios, y la mitad de su territorio muestra signos de degradación o desertificación.
Hasta la fecha, no se había realizado un análisis exhaustivo sobre el impacto de los esfuerzos legislativos y de investigación aplicada sobre las iniciativas de restauración ecológica. Investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) e instituciones asociadas han abordado este vacío en un nuevo estudio a nivel de país, el primero de su tipo, que examinó 75 programas de restauración que abarcan más de 1,5 millones de hectáreas.
Moisés Méndez-Toribio, autor principal e investigador del Instituto de Ecología AC de la Red de Diversidad Biológica del Oeste Mexicano, señala que México es el país que se ha comprometido a restaurar la mayor cantidad de hectáreas de paisaje forestal en América Latina en el marco de la Iniciativa 20×20, por un total de 8,5 millones de hectáreas para el año 2020.
“El primer paso para lograr compromisos internacionales para la restauración del paisaje forestal (FLR por sus siglas en inglés) es evaluar el estado, las necesidades, las brechas y las oportunidades actuales para la implementación de la FLR”, dice Méndez-Toribio, quien participó en el análisis como investigador de la Universidad Autónoma de Morelos.
Y eso es precisamente lo que hace el estudio: analizar los éxitos, las lecciones aprendidas y las brechas de investigación y desarrollo para finalmente informar el Plan Nacional de Restauración de México.
PANORAMA GENERAL
El estudio, realizado en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México, analizó proyectos establecidos en ecosistemas terrestres desde 1979, incluidos bosques templados y tropicales, pantanos, manglares y ecosistemas ribereños.
Además, los investigadores realizaron encuestas en línea sobre la planificación, la implementación, el monitoreo y el alcance de la FLR, que incluyeron a miembros del mundo académico y de la sociedad civil.
La imagen que surgió de la investigación muestra que las entidades gubernamentales impulsaron la mayoría de los proyectos, y que la mitad de las iniciativas se llevaron a cabo en áreas naturales protegidas, en especial en tierras comunales.
Las instituciones gubernamentales también financiaron aproximadamente el 98% de los costos totales, que ascendieron a USD 298 millones, mientras que el mundo académico ofreció su experiencia técnica y estableció lazos con varias partes interesadas.
“Hemos tratado de acercarnos más tanto a las comunidades locales como a las autoridades encargadas de la FLR, por ejemplo, invitándolos a foros académicos”, dice Méndez-Toribio. “Reunir a las partes interesadas en torno a una misma mesa es definitivamente un buen comienzo”.
El estudio también arroja luz sobre otros aspectos como los principales impulsores de la degradación: la ganadería extensiva, los ecosistemas que fueron más costosos de restaurar: los bosques secos y los pantanos interiores y costeros; y el papel de las comunidades locales, que participaron en la implementación en el 86% de los casos.
Aunque puede ser que México no alcance los objetivos de restauración que se ha fijado para el año 2020, Méndez-Toribio cree que sus compromisos de FLR han sido claves para poner las cosas en marcha: “Las diversas partes interesadas y grupos sociales ahora pueden impulsar la FLR”.
MÁS Y MEJOR
Nueve de cada diez proyectos analizados por los investigadores se establecieron entre 2004 y 2016, en línea con el aumento de las actividades de restauración en México en los últimos 15 años. Según el investigador, ahora se debe aprovechar este impulso para ofrecer programas mejor planificados, mejor monitoreados y con una mejor difusión.
“Es fundamental comenzar por diagnosticar las causas de la degradación del ecosistema desde el principio”, dice. “Luego, es vital establecer acciones y objetivos de FLR claros, y poner a prueba las intervenciones antes de ampliarlas”, agrega, señalando debilidades comúnmente encontradas.
Para Méndez-Toribio, la creación de un Plan Nacional de Restauración también brinda una oportunidad para reforzar las capacidades técnicas, enfatizar la necesidad de evaluaciones financieras, y monitorear adecuadamente el impacto de las intervenciones.
“Y monitorear no solo desde una perspectiva biológica, sino también cultural y económica”, dice. Como el estudio señala, la diversidad lingüística y la diversidad biológica están altamente correlacionadas en México, lo que significa que las culturas y los medios de vida locales se beneficiarán de paisajes más saludables.
UN SENTIDO DE URGENCIA
Sin embargo, en cualquier nivel, obtener todos los beneficios de la restauración requiere de un compromiso a largo plazo. Como señala Méndez-Toribio, “la FLR es un proceso que trasciende el ámbito de lo presidencial, algo que los responsables de la toma de decisiones deben tener en cuenta para lograr objetivos de restauración adicionales”.
“Nuestros resultados muestran la necesidad urgente de seguir fomentando acciones y programas de restauración, a la luz del deterioro, la fragmentación y la contaminación de los ecosistemas”, se lee en el estudio.
Para cumplir con los compromisos internacionales de FLR “es aconsejable que cada país lleve a cabo su propia evaluación antes de desarrollar un plan nacional”, indica Méndez-Toribio. El estudio sobre las iniciativas de México muestra cómo.
“Las evaluaciones a nivel nacional, como la que acabamos de terminar para México —y la que realizamos hace algunos años para Colombia— son fundamentales para orientar la planificación, la práctica y las políticas de la FLR con una visión inclusiva, realista y de base científica”, agrega Manuel Guariguata, científico principal de CIFOR y líder del equipo de Manejo y Restauración Forestal.
Para obtener más información sobre este tema, por favor póngase en contacto con Manuel Guariguata en m.guariguata@cgiar.com o con Moisés Méndez-Toribio en mendeztm@gmail.com.
Esta investigación forma parte del Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (FTA), que cuenta con el apoyo de los Donantes del Fondo del CGIAR. Esta investigación fue apoyada por el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID).
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