“Esto es turba” dice la investigadora Kristell Hergoualc’h señalando en el suelo un área de tierra oscura y húmeda compuesta por hojas, tallos y material orgánico en descomposición. Muchos de quienes la acompañan en esta visita al aguajal Las Brisas, ubicado en el kilómetro seis de la carretera Iquitos-Nauta, en la región Loreto, Perú, conocen el concepto, pero es la primera vez que ven turba (y turberas) de cerca.
En el grupo que acompaña a Hergoualc’h hay funcionarios peruanos del Ministerio del Ambiente (Minam), del Servicio Forestal Nacional y de Fauna Silvestre (Serfor), del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) y de organizaciones académicas trabajando en contabilidad y emisiones forestales de Gases de Efecto Invernadero (GEI). La visita a la zona es parte del primer día de un taller de capacitación en contabilidad de reservas de carbono y flujos de GEI en turberas, organizado por el equipo de cambio climático de CIFOR-ICRAF, el IIAP, el Servicio Forestal de los Estados Unidos (US Forest Service), la Universidad de St Andrews del Reino Unido y SilvaCarbon.
Entre 2014 y 2019, este fue el sitio de investigación del Programa de Adaptación y Mitigación para la Sostenibilidad de los Humedales (SWAMP) y del Estudio Global Comparativo sobre REDD+ (GCS), que Hergoualc’h coordinaba en Perú y en el que se medían las reservas de carbono, la respiración total y heterotrófica del suelo, la dinámica de las raíces finas, la caída de hojarasca, y los flujos de metano y óxido nitroso; para evaluar el balance de carbono y de las emisiones de GEI provenientes de la turba. Estos datos son claves para la contabilidad e información hacia la inclusión de las turberas peruanas en las estrategias nacionales frente al cambio climático.
Pero ahora hay menos palmeras y lo que se consideraba como una zona de mediana degradación ha pasado a ser de alta degradación.
Las turberas de aguajal, paisajes poblados por la especie Mauritia Flexuosa y que suelen estar inundados la mayor parte del año, almacenan inmensas cantidades de carbono en el suelo, son claves en la regulación del ciclo hidrológico en la Amazonía, albergan una biodiversidad única y proveen medios de subsistencia fundamentales para las comunidades locales. Su degradación y pérdida no solo emite más GEI a la atmósfera, sino que transforma el ecosistema con consecuencias ecológicas irreparables.
Por ello, un esfuerzo colaborativo de CIFOR-ICRAF, el SWAMP, el GCS, el IIAPP y otras instituciones académicas, se ha enfocado por cerca de 9 años en estudiar las turberas y ofrecer datos y análisis que apoyen políticas públicas para su conservación y gestión sostenible, y que evidencien la urgencia de evitar escenarios de pérdida irreparable de sus servicios ecosistémicos. Estos esfuerzos han rendido sus primeros frutos, al haber el Perú incluido por primera vez en su normativa para los humedales a las turberas, las mismas que se esperan sean consideradas como parte de los Niveles de Referencia de Emisiones Forestales, en el marco de los compromisos de REDD+ del país.
“Es imperativo detener la degradación de las turberas de aguajal, avanzar con su regulación en las políticas y trabajar con las comunidades locales para avanzar hacia una gestión sostenible”, destacó Hergoualc’h.
Monitoreo intensivo del carbono
En el segundo día del taller, los participantes fueron trasladados al sitio de monitoreo intensivo de carbono de Quistococha, liderado por científicos del IIAP. Los investigadores peruanos están recolectando desde 2016 información sobre el comportamiento de los GEI en el ecosistema de aguajal.
Con el financiamiento del Servicio Forestal de los Estados Unidos se instaló una Torre de Flujo de Emisiones, que cuenta con sensores que registran los flujos de GEI como el dióxido de carbono, metano y vapor de agua del ecosistema. Pero también se cuenta con sensores instalados en el suelo, los árboles y las mismas palmeras, a fin de tener mayor detalle de los flujos de estos gases a nivel del subecosistema.
“Todo esto ayuda a comprender el proceso de medición de los flujos de gases que salen desde el subsuelo y la superficie de los aguajales y son emanados hacia la atmósfera, así como los gases que ingresan al ecosistema”, subrayó Lizardo Fachín del IIAP.