La sabiduría convencional ha sostenido durante mucho tiempo que a las personas que tienen menos, el dinero les importa mucho más que a las personas en mejor situación económica. Se cree que, con más dinero –y por lo tanto más movilidad social– los menos favorecidos alcanzarán una sensación de bienestar y felicidad, que para los ricos es habitual.
Pero hay quienes no comparten este punto de vista, como el economista Arild Angelsen, para quien el concepto es peligrosamente obsoleto.
“Esta idea parte del supuesto que si se es pobre, lo único que importa es llenar el estómago, tener un techo y cubrir algunas de las necesidades básicas”, dice, “y que la comparación social es algo que sólo le importa a los ricos”.
Angelsen, investigador sénior asociado del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), y profesor de economía en la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida, es coautor de un nuevo estudio que está revolviendo estas presunciones sobre la felicidad.
“La discusión que hemos tenido durante décadas en los países ricos es cómo un aumento en el poder adquisitivo no conduce necesariamente a más felicidad”, dice. “Nuestra calidad de vida va más allá de las cosas materiales y esto vale también para los países pobres “, explica Angelsen.
“Es mucho más relevante de lo que pensamos, y de lo que habíamos considerado cuando empezamos este estudio”.
Durante más de una década, CIFOR ha venido desarrollando el análisis global más grande y completo sobre los bosques tropicales y la pobreza, el Poverty and Environment Network (PEN) (Red de Pobreza y Medio Ambiente, en español).
Si bien la definición de felicidad no es universal, el rol de la cultura es vital para entender su significado en las diferentes regiones”
Cerca de 8000 hogares en 24 países en vías de desarrollo de Asia, África y América Latina han sido estudiados desde el 2004. Los investigadores han recogido datos socioeconómicos detallados a nivel de hogares y pueblos en 59 sitios de estudio. La mayor parte de los datos registra que los ingresos de los hogares se generan desde diversas fuentes, incluidos los bosques. Este trabajo ha sido documentado en un suplemento especial de la revista científica World Development.
Los investigadores desarrollaron cientos de preguntas relacionadas con “satisfacción con la vida” o “bienestar subjetivo” (o “felicidad” para simplificar, aunque este último término podría provocar una asociación errónea con algo superficial y a corto plazo).
Las personas expresaron qué tan satisfechas estaban con su vida, respecto al año anterior, en contraste a los últimos 5 años, y comparando su situación económica respecto a otras personas en la comunidad.
Los resultados fueron sorprendentes: se encontró que si bien el ingreso absoluto importa para el bienestar de las personas, la comparación social –es decir, cómo se sienten las personas en comparación con sus vecinos– también tiene gran importancia.
El profesor Angelsen dice que los resultados coinciden con sus experiencias de vida y trabajo con las comunidades pobres de los bosques en Sumatra, Indonesia, donde desarrolló su investigación doctoral.
“Estas personas practicaban agricultura migratoria, de modo que abrían campos en el bosque y permanecían allí durante varios meses, mientras el arroz crecía, en parte, para mantener a los cerdos salvajes lejos del arroz”, dice.
“Pensé que esta actividad sería algo solitaria ya que se realiza a una hora o más, caminando desde el pueblo”.
“Pero las personas me decían que les gustaba eso, ya que en el pueblo hay mucha presión para el consumo. Ellos decían por ejemplo ‘en el pueblo hay un mercado, y usted tiene que comprar cosas, los niños quieren dulces. Nos gusta estar lejos de todo eso’”.
“Y estas eran personas pobres y, sin embargo, vemos exactamente los mismos mecanismos sociales de las personas en los países ricos: la presión del consumo y estar al tanto con los vecinos”.
“La conclusión es aquí que las diferencias no son tan grandes entre pobres y ricos, en lo que se refiere al bienestar subjetivo. Los hemos estudiado como si fueran una categoría diferente, un tipo diferente, pero en realidad se trata de los mismos mecanismos”, dice Angelsen.
El estudio también encontró que estar casado, mantener fuertes lazos familiares, y tener confianza en la propia comunidad también hace que la gente se sienta más feliz; mientras que situaciones de enfermedad o pérdidas importantes reduce la sensación de bienestar.
DIFERENCIAS CULTURALES
Si bien la definición de felicidad no es universal, el rol de la cultura es vital para entender su significado en las diferentes regiones.
En las comunidades latinoamericanas que fueron encuestadas, el ingreso absoluto de la gente no parece tener algún impacto notable en su bienestar. Se observó, que el dinero solo parecía ser importante cuando las personas con más recursos se comparaban con sus vecinos.
Esto se debe a que América Latina es una de las áreas más desiguales del mundo, según la autora principal del estudio, Victoria Reyes-García, investigadora y docente de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Aunque investigar la “felicidad” puede parecer algo frívolo, este estudio tiene serias implicaciones para las políticas de desarrollo de las economías emergentes”
Y aunque que Reyes-García señala que la muestra no necesariamente es “representativa”, las diferencias entre las regiones le han hecho preguntarse ¿cuán universal es realmente el concepto de felicidad y bienestar?
Según explica la autora: “Para algunas sociedades ser feliz significa que al grupo le va bien, incluso a costas de un sacrificio personal. Así que aunque usted tenga bajos ingresos o condiciones, eso puede no afectar su felicidad”.
“Por otro lado, en las sociedades más individualistas se trata más de cuánto puedes obtener, aun cuando la situación de otras personas empeora”.
POLÍTICAS Y FELICIDAD
Aunque investigar la “felicidad” puede parecer algo frívolo, este estudio tiene serias implicaciones para las políticas de desarrollo de las economías emergentes, y las comunidades rurales y forestales, dicen los autores.
Un enfoque orientado exclusivamente a elevar los ingresos puede conducir a que las personas se sientan (y estén) peor, incluso aunque ganen más dinero, dice Angelsen.
“Un aumento en los ingresos y mayor movilidad social se relacionan con la pérdida de confianza y de capital social y el debilitamiento de los lazos familiares, todos importantes para el bienestar. Así que si usted sacrifica alguno de ellos para obtener mayores ingresos, la sensación de felicidad no necesariamente mejora”, dice.
Reyes-García también considera que el estudio muestra problemas de distribución que deben tomarse en cuenta. “Los responsables políticos y los profesionales del desarrollo tienden a diseñar proyectos destinados a elevar los ingresos –vendiendo productos forestales no maderables, por ejemplo– pero si le das dinero a los pobres sin tener en cuenta su distribución, y sólo algunas personas se benefician, entonces estás creando desigualdades”, afirma.
“No estás privando a los demás de nada, pero en términos de bienestar, van a empeorar, porque se van a comparar con el grupo que está un poco mejor”.
“Y así estarías corriendo el riesgo de crear infelicidad, al menos para una parte del grupo”, finaliza.
Para obtener más información sobre esta investigación, por favor contacte a arild.angelsen@nmbu.no o Victoria.Reyes@uab.cat
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