Nota del editor: Este es el primero de una serie de tres artículos que muestran el trabajo de CIFOR en las turberas de Perú.
En una mesa pequeña, en un mercado bullicioso, Ana Ríos Ruiz sirve con un cucharón un jugo amarillo en un jarro y se lo entrega a un cliente. Guarda algunas monedas en el bolsillo y se da la vuelta frente a un envase plástico lleno con una pasta amarilla salpicada de marrón.
“Aquí comemos mucho aguaje” dijo, usando el nombre local de la fruta que se come cruda y se prepara en productos que van desde jugos hasta helados. “Gracias al aguaje he podido mantener a mis hijos”.
El aguaje es el fruto de la palma Mauritia flexuosa, que crece a lo largo de la Amazonía peruana en pantanos conocidos como aguajales. Pero los pantanos están amenazados por el avance del desarrollo, que puede llevar a la liberación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, de acuerdo con la investigadora Kristell Hergoualc’h del Programa de Bosques y Medio Ambiente en el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Una mejor conservación y gestión de estos humedales amazónicos beneficiaría no solo al clima sino a miles de personas como Ana, cuyos medios de vida dependen del fruto, dijo la investigadora.
Aguajales bajo presión
Los aguajales en el Perú son importantes no solo por su fruto, el aguaje, sino también porque algunos contienen turba, una capa orgánica de hojas descompuestas, ramitas y otros materiales vegetales que se acumulan debajo del agua a lo largo de miles de años.
“Perú tiene la segunda extensión más grande de turberas en el trópico, después de Indonesia, y las turberas peruanas acumulan cantidades considerables de carbono. Pero si uno las degrada, deforesta o seca, en vez de ser sumideros de carbono, pueden convertirse en una fuente de dióxido de carbono”, dijo Hergoualc’h, quien lidera un equipo de CIFOR que está estudiando las turberas amazónicas, como parte del Programa de Adaptación y Mitigación Sostenible de los Humedales (SWAMP, por sus siglas en inglés), llevado a cabo en colaboración con el Servicio Forestal de los Estados Unidos y el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).
Los pantanos también contribuyen a purificar el agua y ofrecen un hábitat para la reproducción de los peces, mientras que muchos mamíferos se alimentan con el fruto de la palma, explicó Dennis del Castillo, quien dirige el programa de investigación sobre gestión forestal y servicios ambientales (PROBOSQUES) en el IIAP, en Iquitos.
Los aguajales de Perú enfrentan las amenazas del desarrollo, la agricultura e incluso de las personas que cosechan el fruto.
Una vez que las palmeras alcanzan una altura en que sus frutos quedan fuera del alcance del recolector, la mayoría de ellos simplemente corta el árbol – lo que es más rápido y fácil que trepar y cortar los racimos de aguaje que están colgando, dijo del Castillo.
El corte de las palmeras, junto con la tala de especies maderables en los pantanos, puede cambiar el microclima de un pantano, secándolo y exacerbando la degradación, dijo Hergoualc’h.
“Si se elimina la cubierta del dosel, entra más sol; la temperatura del aire y del suelo cambia, y la humedad del suelo también, y aumenta la evaporación”, sostuvo. “Por lo que se reducen las condiciones de inundación del ecosistema”.
Siempre que la capa de turba parcialmente descompuesta permanezca bajo el agua, el carbono que contiene quedará atrapado. Sin embargo, si el pantano se seca o drena y la turba queda expuesta al aire, se acelera la descomposición, liberando grandes cantidades de dióxido de carbono que contribuyen al cambio climático.
En varios lugares de la Amazonía peruana, los aguajales han sido despejados, drenados y convertidos en arrozales o plantaciones de palma aceitera, aseguró del Castillo.
El rompecabezas de las turberas en Perú
Los investigadores del SWAMP esperan que su trabajo ayude a los funcionarios del gobierno peruano a planificar medidas de conservación más efectivas para los aguajales, pero primero deben abordarse varias preguntas.
Las turberas de Perú son un poco misteriosas. Se estima que cubren 50 mil kilómetros cuadrados –un área casi tan grande como Costa Rica– pero la cifra real podría ser mayor. Nadie lo sabe con certeza porque no existe ningún inventario exacto, dijo Hergoualc’h.
Para complicar las cosas, no todos los aguajales contienen turba, y los científicos no están seguros cuáles la tienen, o por qué. Hergoualc’h ha iniciado el estudio en Perú haciendo un levantamiento de los pantanos en las regiones de Loreto y Ucayali para seleccionar alrededor de dos docenas –algunos intactos y otros degradados– que contienen turba.
Ella y sus colegas calcularán posteriormente el carbono que contiene la vegetación en la superficie y la capa de turba en el subsuelo, así como también las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas del suelo.
Esos datos, combinados con el desarrollo de las técnicas para el monitoreo satelital de las turberas, les darán más herramientas a los formuladores de políticas para cumplir con los tratados internacionales sobre cambio climático y monitoreo para el programa de Reducción de las Emisiones derivadas de la Deforestación y Degradación Forestal (REDD+), respaldado por las Naciones Unidas.
También contribuirán al desarrollo de políticas para mejorar la conservación y gestión de los aguajales, dijo del Castillo. Su centro de investigación está desarrollando una variedad de palma de aguaje de crecimiento lento, que hará que la cosecha del fruto sea más fácil para las personas, sin necesidad de cortar el árbol.
Entre tanto, mencionó, los funcionarios deberían alentar a los recolectores a trepar las palmas y cortar el fruto en vez de cortar los árboles. Los funcionarios también deben ponderar los beneficios ecológicos de los aguajales y de las turberas frente a otros usos de la tierra, tales como la agricultura o plantaciones de palma aceitera.
“Necesitamos conservar los aguajales, no solo por su propio bien, sino porque desempeñan un papel ecológico, económico y social extremadamente importante”, dijo del Castillo. “Los formuladores de políticas y las personas en el sector privado, necesitan entender que conservar un aguajal puede tener mayor sentido económico que sembrar palma aceitera”.
Para mayor información sobre los temas tratados en el presente artículo, sírvase contactar a Kristell Hergoualc’h al correo electrónico k.hergoualch@cgiar.org.
La investigación de CIFOR sobre bosques y nutrición, forma parte del Programa de CGIAR sobre Bosques, Arboles y Agroforestería. El proyecto SWAMP es financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés).
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