A una hora de caminata en medio de la selva amazónica, en la provincia ecuatoriana de Orellana, Maricela Tapuy y su cuñada trabajan junto con sus maridos.
La familia está cortando una parcela de bosque para sembrar cultivos. Mientras que los hombres derriban los árboles con una motosierra, las mujeres cortan los retoños con machetes y ayudan a mover los troncos. Más adelante, cuando los troncos más grandes son cortados para la venta, ayudan a apilar los tablones.
“Cuando no estoy ocupada, voy a la selva para ayudar a mi esposo”, dice Maricela.
“Si contratamos a alguien, tenemos que pagarles. Pero si las mujeres ayudamos, vamos a tener más dinero para la familia”.
Una nueva investigación del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) ha descubierto que la situación de Maricela es bastante común entre las mujeres indígenas quechuas de la Amazonía de Ecuador.
Sin embargo, es difícil que la sociedad y la política reconozcan esta situación, explicó Elena Mejía, investigadora de CIFOR que trabaja en el proyecto Pro-Formal en Ecuador, del cual forma parte este estudio de género.
El objetivo de Pro-Formal es arrojar luz sobre el mercado maderero de Ecuador y la manera en que participan en este los pequeños productores. El estudio de género fue realizado por Mejía y Liliana Vásquez, una estudiante que trabaja con CIFOR en el proyecto.
No obstante, mientras que las mujeres mestizas de la Amazonía ecuatoriana se aferran a las actividades domésticas y reproductivas tradicionales, las quechuas de zonas aledañas están empezando a diversificarse.
Este artículo es parte de un paquete multimedia sobre la selva Amazónica. Más información en el siguiente link: forestsnews.cifor.org/es/amazon
Los investigadores encuestaron a alrededor de 20 mujeres quechuas en Orellana y Napo. Además de entrevistarlas, les pidieron que completaran un calendario diario y mensual de sus actividades.
“Debido al alto costo de la mano de obra en Ecuador, los hombres traen a sus esposas e hijas al bosque para que ayuden a cortar árboles”, observó Mejía.
“Este es un paso importante, ya que implica terminar con la tradición de que la mujer solo se queda en la casa, la huerta y el campo; ahora, en cambio, también va a la selva.
“Por lo tanto, los hombres y las mujeres están compartiendo roles que antes que no compartían”.
No obstante, señaló, la investigación también determinó que la venta de madera sigue siendo una actividad “masculinizada” y que esto no ha disminuido los roles de género femeninos tradicionales en estas comunidades.
“A pesar de que están participando en los trabajos forestales, todavía tienen que realizar las tareas domésticas. Por lo tanto, las mujeres se ocupan de sus quehaceres domésticos, de la crianza de los niños, del trabajo agrícola y también del trabajo en el bosque”.
Este es un estudio pequeño, y es necesario realizar más trabajos determinar cuán generalizado es el fenómeno. De todos modos, estos resultados son importantes, agregó Mejía, para refutar el mito común de que las actividades forestales son puramente masculinas.
“Esto tiene implicaciones políticas en el sentido de que el gobierno, en sus publicaciones y el lenguaje sobre el bosque, debe reconocer que el género es importante y que las mujeres también participan en el aprovechamiento de productos forestales; y, por el momento, esto no sucede”.
Para Maricela, por lo menos, el trabajo es una cuestión de necesidad, algo que tolera con el fin de ahorrar suficiente dinero para poder pasar los fines de semana estudiando en Coca, la capital regional, que se encuentra a varias horas de distancia.
“No me gusta el bosque; el sol te quema la piel y hay insectos. Allí sufrimos para conseguir algo que podamos vender en la ciudad. Con ese dinero podemos pagar el transporte para llegar a Coca cada semana”, explicó.
Su sueño es conseguir un trabajo que no requiera talar el bosque.
“Si uno es docente, por ejemplo, no sufre en la lluvia y el sol; simplemente da clases a los niños. Por eso, decidí empezar a estudiar”, agregó.
“Luego si tenemos otro trabajo, podemos dejar el bosque para nuestros hijos. Algún día lo necesitarán y querrán entenderlo; si no queda nada, ¿qué habrá para que puedan entender?
Para obtener más información sobre los temas tratados en este artículo, póngase en contacto con Elena Mejía: k.mejia@cgiar.org.
El proyecto Pro-Formal (Políticas y opciones regulatorias para reconocer e integrar mejor el sector doméstico de la madera en los países tropicales) es financiado por la Unión Europea y forma parte del Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería.
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