COP23: El Acuerdo de París necesita a las turberas
En las cálidas salas de reuniones de la conferencia mundial sobre el clima en Bonn, las turberas nunca están muy lejos.
Esta afirmación es doblemente cierta. Primero, porque Alemania cuenta con grandes extensiones de turberas, muchas de las cuales han sido drenadas para dedicarlas a la agricultura y ahora emiten carbono a la atmósfera; y segundo, porque una serie de paneles, diálogos y talleres están orientando sus debates hacia estos espacios húmedos y acuosos.
En un evento organizado por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y la Agencia de Restauración de las Turberas de Indonesia (BRG, por sus siglas en indonesio), el científico de CIFOR Daniel Murdiyarso hizo un llamado para una intervención colectiva sobre las turberas de Indonesia, un archipiélago que alberga el 65 por ciento de las turberas del mundo.
En una entrevista realizada luego del debate, explicó que como parte de las Contribuciones Nacionales Determinadas [NDC, por sus siglas en inglés] de Indonesia, acordadas durante la COP21 en París, el país se comprometió a reducir sus emisiones en un 29 por ciento para el año 2030. Esto incluye la restauración de 2 millones de hectáreas de turberas degradadas.
“Pero ¿qué avances se han logrado? ¿Y cómo podemos monitorear los avances sobre el terreno?”, reflexionó.
ENFOCADOS EN EL OBJETIVO FINAL
En su presentación, la científica de CIFOR Rosa María Román-Cuesta dijo: “Indonesia no está sola en el problema de las turberas”, antes de pasar a presentar su estudio de caso sobre las turberas del delta del río Okavango en Botsuana, donde la turba se forma de una manera hidrológica diferente a la de Indonesia.
Román-Cuesta y su colega de investigación Thomas Gumbricht han desarrollado una nueva metodología para monitorear la degradación y la restauración de las turberas, la cual combina la teledetección de las precipitaciones y los patrones de la humedad del suelo. El área que estudian en Botsuana depende del agua de dos ríos, y el agua que llega al delta finalmente se evapora o transpira.
“Esperamos que este trabajo de monitoreo, que desagrega la variabilidad climática y la acción humana, se pueda aplicar a lo largo y ancho de los trópicos. Con la validación sobre el terreno, este trabajo aprovecha los esfuerzos colectivos de las labores de restauración existente, las comunidades locales y los científicos”, dijo.
Necesitamos pensar en cómo los procesos globales afectan a los humedales y, alternativamente, en cómo los procesos locales y lo que las personas hacen en su vida cotidiana pueden tener un impacto en la política internacional”
Un trabajo de colaboración con el Proyecto Okavango Wilderness de National Geographic recién está comenzando, con la misión de encontrar turba en nuevas áreas a la par que observa la ecología y las amenazas a este rico delta ribereño y proporciona información para la investigación de Gumbricht y Román-Cuesta.
Según el panelista Dharsono Hartono de PT Rimba Makmur Utama, su empresa está analizando los avances de su cooperación con agricultores para reducir la degradación de las turberas y los incendios de turba en más de 100.000 hectáreas de tierra.
“El enfoque consiste en cómo hacer que las comunidades sean más productivas en sus prácticas agroforestales para reducir la presión sobre los bosques pantanosos de turba […] [y] ahora estamos ganando impulso. No fue fácil convencer a las personas, hace dos años, de que esto funcionaba, pero luego de dos ciclos de cosecha los agricultores están convencidos”, dijo en una entrevista realizada en Bonn antes del evento.
EL PODER DE LAS PERSONAS
Dharsono describió sus esfuerzos en Katingan, Kalimantan Central, Indonesia, para comprender lo que las comunidades locales necesitan y quieren, y para asegurarse de que perciban los beneficios de detener sus prácticas habituales.
“Examinamos el tema de la tala y quema y nos preguntamos: ‘¿Cómo se puede cambiar el comportamiento de las comunidades?’”, dijo, y agregó: “Se necesita tiempo, confianza y demostrar que funciona”.
Al ofrecer alternativas a la quema de tierras para cultivos, el proyecto de Dharsono proporciona elementos que crean un suelo más productivo que el de la quema, incentivos agroecológicos y la compra del exceso de vegetales cultivados en dichas tierras, entre otros.
Como moderador de un panel, Murdiyarso hizo hincapié en la necesidad de alentar a las comunidades a que dejen de excavar los canales que drenan la humedad de las turberas, y a que dejen de provocar incendios, mientras hablaba de las razones que están detrás de dichas prácticas.
En una entrevista posterior, centró la discusión en las negociaciones sobre el clima que finalizaron recientemente en Bonn. “Necesitamos pensar en cómo los procesos globales afectan a los humedales y, alternativamente, en cómo los procesos locales y lo que las personas hacen en su vida cotidiana pueden tener un impacto en la política internacional”.
“Las herramientas ya se encuentran presentes en los artículos del Acuerdo de París sobre mitigación y adaptación, en los NDC”, agregó.
Así pues, aunque las turberas definitivamente figuran en los debates internacionales sobre el clima en la COP23, el trabajo a nivel del terreno se mantiene, y es importante.
¿EMPANTANADO?
Pero en un debate completamente distinto, esta vez sobre las turberas globales, el panelista Hans Joosten de la Universidad de Greifswald preguntó: “¿Cómo se puede lidiar con el carácter críptico, delicado, diverso, pero [a la vez] explosivo de las turberas?”.
Habló acerca de las reservas de turberas en Bielorrusia, Islandia, Papúa Nueva Guinea y Kenia, y sobre las áreas recientemente descubiertas en el Caribe, y luego hizo una sugerencia aparentemente obvia —que se diseminó a través de los diversos paneles de expertos en Bonn—: “mantengamos húmedas las turberas”, algo que, lamentablemente, como humanos, hemos sido incapaces de hacer.
En el evento de CIFOR, el director de BRG, Nazir Foead, respondió una pregunta del público sobre priorizar la restauración y el financiamiento: “El gobierno indonesio cuenta actualmente con una política sobre restauración de ecosistemas y un presupuesto, y estamos alentando al sector privado a unirse”.
Desde la perspectiva de un modelo de negocio, estamos tratando de demostrar que se puede ganar dinero protegiendo y conservando las turberas”.
El proyecto de Dharsono en el Borneo indonesio es un caso pionero que ahora vende créditos de carbono aprobados por el Estándar Verificado de Carbono (VCS, por sus siglas en inglés).
“Desde la perspectiva de un modelo de negocio, estamos tratando de demostrar que se puede ganar dinero protegiendo y conservando las turberas”, dijo.
Estos paisajes son esencialmente pantanos, y muchos en Bonn están dirigiendo diálogos específicos hacia esos ecosistemas aparentemente distantes. Joosten aportó un testimonio final digno de un eslogan de la COP23: “No hay [Acuerdo de] París sin turberas”.
Y como en el caso de las turberas de Indonesia, Murdiyarso dijo: “La acción colectiva y comunitaria es la única manera de lograr nuestros objetivos de conservación y restauración”.
Foto de portada por Nanang Sujana/CIFOR.
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