La edición 28 de la conferencia mundial sobre cambio climático de las Naciones Unidas de este año (COP28) se acerca, con los países firmantes preparándose para evaluar su progreso en la reducción de emisiones desde la adopción del Acuerdo de París mediante el recientemente lanzado Balance Mundial o Global Stocktake (GST, por sus siglas en inglés), un mecanismo para examinar y corregir acciones hacia las urgentes metas climáticas.
Y, aunque las medidas para nuestro gran desafío colectivo climático abarcan una variedad de aspectos de nuestra vida, como la implementación de energía renovable, alimentación sostenible y en armonía con el clima, transporte limpio y otros, una de las soluciones más claves parece pasar desapercibida.
Aquel árbol afuera de su ventana, o en el parque más cercano a su hogar, almacena, en promedio, 21 kilogramos (o 48 libras) de dióxido de carbono y a cambio libera oxígeno.
Por eso, a continuación, pasaremos a explicar cinco razones por las que los árboles deben ser valorados como una parte crucial en la solución de la crisis climática que enfrentamos.
1. Necesitamos ir más allá de las emisiones netas cero, y los árboles pueden ayudar
Lograr ‘emisiones netas cero’ (reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta casi llegar a cero, y reabsorber las emisiones restantes de la atmósfera) es un punto clave de las actuales discusiones climáticas.
“Pero solo emisiones ‘emisiones netas cero’ no son suficientes”, dijo Anja Gassner, directora para Europa del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), en un seminario para medios de comunicación en octubre de este año. “No solo tenemos que desacelerar la cantidad de emisiones que estamos emitiendo a la atmósfera. Tenemos que reducir activamente el dióxido de carbono”. Y esto es precisamente lo que los árboles hacen. Para sobrevivir y crecer, los árboles retienen el carbono de la atmósfera en sus troncos y raíces, mientras mejoran la funcionalidad del suelo en el que se asientan, lo que significa que también pueden almacenar más carbono durante periodos más largos.
2. Los árboles pueden mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades vulnerables al clima
La inseguridad alimentaria aguda ha crecido dramáticamente en años recientes, y un clima inusual e impredecible es un factor causante clave, especialmente para los pequeños agricultores y los agricultores de subsistencia. Ante la ausencia de soluciones sostenibles, la caída en el rendimiento de los cultivos llevará a más personas a la pobreza. Como resultado, tan solo en África, un estimado de 43 millones de personas podrían caer por debajo del umbral de la pobreza para el 2030.
Pero los árboles pueden ofrecer soluciones. La investigación de CIFOR-ICRAF muestra que los bosques, los árboles y la agroforestería juegan un papel clave, y muchas veces poco valorado, en el apoyo a la seguridad alimentaria y nutricional.
Entre sus funciones se incluyen contribuir al ingreso y al empleo, impulsar la diversidad nutricional, proveer bioenergía (en forma de leña y/o carbón vegetal) para cocinar y hervir agua, y prestar servicios ecosistémicos que son fundamentales para la agricultura y la producción de alimentos, tales como mantener funcionales las cuencas hidrográficas y mejorar la salud y fertilidad del suelo.
3. Existen muchos lugares en los que podemos sembrar más árboles
Si bien se conoce cada vez más la importancia de mantener intactos los bosques primarios, que con frecuencia albergan biodiversidad única y extensas reservas de carbono, plantar y preservar árboles en paisajes agrícolas es también fundamental para la conservación de la biodiversidad, como lo destacó el estudio “Árboles en las fincas” o Trees on Farms (TonF). Los árboles adecuados, en los lugares adecuados y para los propósitos adecuados, y para mantener los servicios ecosistémicos que permiten conservar al carbono en el suelo.
La agroforestería ofrece un enfoque convincente para satisfacer las necesidades de seguridad alimentaria, medios de vida y mitigación del cambio climático, al almacenar cada año un promedio de 8.4 toneladas de carbono por hectárea.
Además, según un estudio internacional y multidisciplinario publicado en el 2022, “incluso aumentos pequeños y graduales en la cubierta forestal global en las tierras agrícolas podrían ofrecer un respiro de corto plazo a la acumulación del carbono en la atmósfera, beneficiando con ello los medios de vida de pequeños agricultores, la biodiversidad, los ecosistemas y los servicios que nos ofrecen”.
4. Plantar y proteger árboles también es una buena inversión financiera
Deshacer el desastre causado por el cambio climático es extremadamente costoso y lo será aún más, como bien lo saben los gobiernos de todo el mundo. En este contexto, invertir en árboles, bosques y en agroforestería es sin dudas una buena decisión financiera. Por ejemplo, se estimó, de forma conservadora, que los 800 millones de dólares invertidos durante diez años en el Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (FTA) entre 2011 y 2021 habrían generado 240 mil millones de dólares en retornos económicos y pérdidas evitadas, al fortalecer la protección de los bosques, la restauración de tierras degradadas, mejorar la gestión y ayudar a impulsar la seguridad alimentaria, la nutrición y los medios de vida.
5. Los árboles pueden ayudar a desarrollar la resiliencia de las comunidades a los impactos climáticos
Los cada vez más frecuentes eventos climáticos extremos nos están demostrando que los árboles pueden ofrecer la necesaria protección ante las amenazas climáticas. Los manglares, por ejemplo, son fundamentales para mitigar el impacto causado por las mareas cuando las tormentas azotan a las comunidades costeras vulnerables, mientras que árboles en áreas con escasa agua pueden ayudar a regular el clima y a aumentar la capacidad para almacenar agua del suelo.
Y aún más, al ofrecer hábitat para la biodiversidad, la presencia de árboles también eleva las posibilidades de que algunas de las especies que los albergan sean capaces de adaptarse a un entorno cambiante, ayudando, de esta forma, a nutrir los ecosistemas del futuro y a asegurar que pueden dar vida y medios de vida a las generaciones venideras.
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