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Más que resultados: Cómo es realizar una evaluación biocultural en las selvas tropicales del sur de Guyana

Investigadores comparten detalles de la expedición en Karaawaimin Taawa
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Las majestuosas montañas de Karaawaimin Taawa. Marlondag/FAO

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Este es el cuarto blog de un especial sobre el trabajo del Programa de Manejo Sostenible de la Vida Silvestre (SWM, por sus siglas en inglés) en Guyana

Una vez que una investigación ecológica llega a la etapa de revisión por pares, tal vez en la forma de una lista de especies o de un estimado de poblaciones, puede ser fácil olvidar o ignorar la compleja cadena de hechos que sucedieron para llegar hasta ese punto. La historia de cómo se logró la evaluación de la biodiversidad de Karaawaimin Taawa, que fue recientemente publicada, es particularmente especial.

El objetivo de esta evaluación fue hacer un inventario de especies en una remota cordillera en Rupununi del Sur, Guyana. La investigación la llevaron a cabo el Consejo Distrital de Rupununi del Sur (SRDC, por sus siglas en inglés) –una organización indígena de Rupununi del Sur que representa legalmente a 21 comunidades indígenas– y el Programa de Manejo Sostenible de la Vida Silvestre (SWM, por sus siglas en inglés), una iniciativa internacional, en colaboración con una extensa gama de expertos locales e internacionales. La idea surgió de la preocupación de las comunidades indígenas locales sobre el daño ambiental, incluyendo la contaminación del agua, ocasionada por la extracción de oro en Karaawaimin Taawa, que son las tierras ancestrales del pueblo indígena Wapichan, a pesar de que no estén legalmente reconocidas como tales. Esta es una de varias iniciativas lideradas por los indígenas que buscan asegurar su derecho a la tierra en el extenso territorio Wapichan.

“Muchos indígenas de las comunidades que representamos, y otras comunidades fuera de nuestra jurisdicción, dependen del área porque es la fuente de sus medios de vida, y las actividades mineras de gran escala tienen un impacto negativo en el medio ambiente” señaló Timothy Williams, coordinador de proyecto de SRDC. “Lo que estamos tratando de hacer es… tener algún tipo de control [sobre las actividades que se realizan ahí], para poder lograr un balance entre la generación de ingresos económicos y los medios de vida con la protección ambiental”, aseguró Williams.

Por esta razón, el SRDC consideró que una evaluación de la biodiversidad que combinara el conocimiento indígena con la ciencia occidental ‒la primera de este tipo en el área‒ era un paso importante. Dicho estudio podría servir para comunicar la importancia del ecosistema y, potencialmente, ayudar a los Wapichan a obtener los derechos de tenencia para poder monitorear y gestionar el impacto de actividades como la minería.

Una selección de los miembros del equipo involucrados en la evaluación previa a la biodiversidad del Karaawaimin Taawa. Muchos de estos miembros del equipo eran expertos locales en la evaluación junto con científicos internacionales. ©FAO/Marlondag

“Creo que sin los números es difícil convencer a la gente”, indicó Nathalie van Vliet, investigadora asociada del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) y coordinadora de país del Programa SWM en Guyana. “Si puedes explicar que ‘se encontraron tantas especies’ o ‘que el área es particularmente importante para ciertas especies vulnerables’ es más fácil convencer a las personas de que la zona necesita protección, y habrá mayor apoyo internacional para la conservación de dicha área”, explicó van Vliet.

Pero para contar con las cifras, el equipo tuvo que reunir a las personas correctas y llevarlas al área remota para hacer el trabajo requerido. “Nos tomó cerca de dos años planear las actividades”, contó Williams. “Durante ese tiempo, mi responsabilidad fue involucrar a otros socios e investigadores, principalmente de Estados Unidos, para que ayudaran a planear la propuesta, los métodos, el presupuesto, etc., y darles información para que tuvieran una mejor idea del área. También tuve que facilitar que nuestros investigadores locales se familiarizaran con el concepto, e incluirlos en el proceso de planeación”, detalló Williams.

Los organizadores decidieron que la expedición contara con diferentes equipos, que se enfocarían en varios grupos taxonómicos: escarabajos, murciélagos, reptiles, anfibios, aves, mamíferos y peces. Cada equipo contó con expertos de la comunidad, o ‘monitores’, como pescadores en el grupo de los peces, y guías de observación de aves en el grupo de las aves, así como especialistas capacitados en ciencia, según la tradición occidental, en estas áreas.

En enero de 2022 un equipo, integrado por personas dedicadas a abrir caminos y carpinteros, participó en una “misión previa” de tres semanas, en las que se enfrentaron a lluvias, lodo, pesadas cargas, mordeduras de víboras y largos viajes, para abrir camino y construir puentes para que el equipo que realizaría la expedición pudiera llegar, así como para construir cuatro campamentos ubicados en distintos lugares para poder acceder a las diferentes altitudes y ecosistemas del área. También instalaron cámaras trampa, que operan por aproximadamente cuatro meses, y que fueron analizadas posteriormente como parte de la evaluación.

Finalmente, en marzo de 2022, el equipo de investigación, conformado por diez monitores locales, nueve investigadores, nueve cargadores, cuatro cocineros, cuatros asistentes y un fotógrafo, partió a la expedición. Primero atravesaron en motocicletas una sabana que los locales conocen como “la boca del arbusto”, que es la frontera entre la sabana y el bosque. Luego, en bicicletas, tomaron un sendero que el equipo de la misión previa había abierto y atravesaron el bosque hasta llegar a un arroyo, en donde dejaron las bicicletas, y caminaron por cuatro horas para llegar al campamento principal.

“El camino no está muy empinado, pero hay que pasar muchos arroyos y muchas áreas pantanosas”, describió Gavin Winter, un monitor de SRDC que lideró el equipo que trabajó en el campo. “El campamento principal está a la orilla de un río, y para seguir adelante tienes que seguir el río hasta llegar a un puente. Entonces comienza la subida, donde se vuelve más empinado y donde hay algunos espléndidos bosques de bambú. Vi a muchos animales silvestres”, contó Winter. “He estado en muchos lugares más remotos que Karaawaimin Taawa. He estado en diferentes bosques… [pero] nunca había visto tantos animales y aves”, aseguró.

En Karaawaimin Taawa se encontró vida silvestre en abundancia. En la imagen se ve a un mono araña, conocido como coatá negro, mirando pasar al equipo de biodiversidad. ©FAO/Marlondag

Los equipos de investigación acamparon en el bosque durante las tres semanas en las que se llevó a cabo la evaluación, permaneciendo por tres o cuatro días en cada campamento y luego caminando al siguiente. “Durante el viaje, los miembros de la comunidad pescaban y cazaban con sus arcos y flechas”, contó Gavin. “Son sus áreas de caza y pesca, y durante la expedición decidieron qué es lo que comeríamos”, agregó.

Gavin Winter sostiene su arco y flecha, piezas clave del equipo para que los miembros de la comunidad busquen comida durante la evaluación. ©FAO/Marlondag

 

Por su parte, van Vliet también destacó que el proceso fue de gran importancia. “No se trata solo de los resultados, se trata también del esfuerzo hecho para llevar a cabo el estudio y el proceso de aprendizaje que conlleva” comentó. Según van Vliet, esta evaluación fue el espacio perfecto para compartir aprendizajes entre los expertos locales y los científicos. Para Williams, un resultado clave fue que “se fortalecieron las capacidades”. “Ahora tengo la confianza de que podemos, por nuestra cuenta, llevar a cabo otras evaluaciones en todo el territorio. Es un resultado muy positivo de esta evaluación”, aseguró.

“Lo que la comunidad realmente quiere demostrar es que tiene la capacidad de entender, estudiar y cuidar del área”, explicó van Vliet. “Ellos han sido capaces de conservar esta área por décadas, y ahora también tienen los conocimientos biológicos y logísticos para estudiar y monitorear el área al mismo nivel, o incluso mejor, que lo que el gobierno podría hacer”, afirmó.

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El Programa de Manejo Sostenible de la Vida Silvestre (SWM) es parte de una iniciativa de la Organización de los Estados de África, el Caribe y el Pacífico (OACPS), financiada por la Unión Europea con cofinanciación del Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial (FFEM) y la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD). Su ejecución corre a cargo de un dinámico consorcio de socios que incluye a CIFOR, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Wildlife Conservation Society y el Centro Francés de Investigación Agrícola y para el Desarrollo (CIRAD).

Para más información sobre el Programa SWM en Guyana, póngase en contacto con Nathalie van Vliet en nathalievanvliet@yahoo.com (en inglés y español).

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