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COP 27: “Plantar árboles no es un sustituto de la reducción de emisiones”

Resultados del Land Gap Report: Transparencia y derechos seguros son esenciales en los compromisos climáticos basados en la tierra
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Plantar árboles es bueno, pero tiene que ser el árbol correcto, en el lugar correcto y con el propósito correcto; y esas decisiones no pueden tomarse sin la población local.

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Los países de todo el mundo se han comprometido a plantar millones de hectáreas de árboles para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero, pero muchos de estos esfuerzos, tal y como están formulados actualmente, harán poco o nada para frenar el calentamiento global y podrían poner en peligro el suministro de alimentos del mundo y los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales, advierte el nuevo informe Land Gap Report 2022.

Los compromisos se basan en el concepto de emisiones “netas cero”, según el cual se asume que los seres humanos no bombean a la atmósfera más carbono del que el planeta puede absorber. El cero neto puede alcanzarse reduciendo las emisiones o aumentando la absorción de CO2, por lo que muchos países industrializados se han comprometido a plantar o restaurar bosques para compensar las emisiones.

Pero aunque el cálculo parece sencillo en los libros de contabilidad, la naturaleza es más compleja.

“No es que las soluciones basadas en la naturaleza sean malas”, afirma la científica principal del CIFOR-ICRAF, Anne Larson, quien dirigirá un panel en el que se debatirá el nuevo Land Gap Report el 11 de noviembre en la Cumbre del Clima COP27 en Egipto. “Plantar árboles es bueno, pero tiene que ser el árbol correcto, en el lugar correcto y con el propósito correcto; y esas decisiones no pueden tomarse sin la población local”.

Cuando los científicos sumaron la cantidad de tierra prometida para la reforestación, las plantaciones de árboles a gran escala y la restauración de los ecosistemas degradados, el total fue de casi 1200 millones de hectáreas. Esto es una superficie mayor que la de los Estados Unidos y cuatro veces mayor que la de la India, y equivale a la cantidad de tierra de cultivo que se utiliza actualmente para alimentar a la población mundial, dice el estudio.

Y plantea algunos problemas.

El primero es el de la contabilidad que hay detrás de las promesas de alcanzar el cero neto para 2050.

En el papel puede parecer más fácil para los países industriales plantar bosques en lugar de reducir las emisiones, pero los bosques crecen lentamente y las emisiones deben reducirse rápidamente para mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a los niveles de mediados de siglo.

“Plantar árboles no es un sustituto de la reducción de emisiones”, afirma Kate Dooley, investigadora de la universidad australiana de Melbourne y autora principal del informe. “Las emisiones de carbono procedentes de la quema de combustibles fósiles no se anulan retirando el carbono en los árboles y los ecosistemas: estos son procesos fundamentalmente diferentes en cuanto a la estabilidad de sus reservas de carbono. Al igual que no se puede compensar la pérdida de bosques plantando árboles, no se pueden plantar árboles para compensar la quema de combustibles fósiles”.

Y aunque algunos países ofrecen detalles sobre los compromisos basados en la restauración de los bosques o del paisaje, muchos son vagos, por lo que los países deben ser más transparentes sobre la contabilidad del carbono, destaca Dooley.

“Hay muchos estudios que apuntan a la necesidad de una mayor transparencia en los objetivos y metas relacionados con el carbono neto cero”, añade. “‘Cero neto por sí solo no significa nada: hay que ser más transparente sobre lo que se va a hacer”.

Esa transparencia debe extenderse también a los lugares donde se plantarán los árboles, dicen los autores del estudio. La mayoría de los países industrializados con altas emisiones están en el Norte, mientras que muchos de los países donde se pretende plantar árboles están en el Sur Global.

El problema, según Larson, es que gran parte de la tierra que se necesitaría ya está ocupada o utilizada por los pueblos indígenas u otras comunidades locales, incluidos los pequeños agricultores y los pastores nómadas. La demanda de tierras para compensar las emisiones de carbono pone aún más en peligro los derechos sobre la tierra y la seguridad alimentaria de personas que ya son vulnerables.

“No hay tantos lugares donde no haya gente”, dice Larson. “No se pueden cumplir todos estos compromisos relacionados con la tierra sin tocar las tierras donde están los pueblos indígenas y las comunidades locales. Las comunidades indígenas y locales enfrentan históricamente marginación y el arrebatamiento de sus tierras debido a acaparamientos de todo tipo. Y sin sus derechos seguros sobre la tierra, ¿por qué sería diferente ahora? Tiene que haber un cambio fundamental en la forma de relacionarnos con estas comunidades”.

Diversos estudios han demostrado que cuando los pueblos indígenas y las comunidades locales tienen derechos seguros sobre la tierra, sus bosques están protegidos tan bien o mejor que los de las zonas gestionadas por el Estado, al tiempo que la tierra sustenta una mayor biodiversidad y proporciona medios de vida a sus habitantes. Pero aunque esos pueblos tienen un uso consuetudinario de casi la mitad de la tierra del planeta, solo tienen derechos seguros sobre un 20 % de esa cantidad.

Eso significa a menudo que las comunidades no aparecen en los mapas oficiales, lo que hace que la tierra parezca desocupada cuando en realidad ha sido mantenido por las comunidades durante generaciones. Los compromisos que implican la conversión de la tierra en bosque podrían ejercer aún más presión sobre esas comunidades y aumentar la posibilidad de conflictos por los recursos, dice el estudio.

Según Larson, es fundamental que las comunidades locales y los pueblos indígenas no se consideren simplemente “beneficiarios” de los proyectos diseñados por expertos externos, sino que tengan poder de decisión desde el planteamiento e inicio del proyecto.

Incluso la restauración de los ecosistemas puede socavar los derechos de las comunidades locales y limitar el acceso a los recursos si no se hace bien, añade. La clave está en conceder derechos plenos y seguros sobre la tierra, una batalla que a menudo hay que librar una y otra vez, ya que los intereses externos invaden las comunidades.

Según Kimaren Riamit, fundadora y directora de Indigenous Livelihoods Enhancement Partners en Kenia y una de las coautoras del informe, entre los grupos más vulnerables se encuentran los pastores nómadas tradicionales de África. Estos pastores tienen formas tradicionales de gestionar y compartir los ecosistemas de tierras secas, pero como en general carecen de derechos formales sobre la tierra, los forasteros han ido invadiendo sus territorios. El riesgo es cada vez mayor debido a los proyectos de energía eólica y solar, la restauración del paisaje y los planes de captura de carbono.

La buena noticia, según los científicos, es que algunos países ya están dando pasos en la dirección correcta.

Casi la mitad de la cantidad de tierra que el estudio calcula que se incluye en los compromisos climáticos está destinada a la restauración de tierras y ecosistemas degradados, lo que permite que la gente siga utilizando la tierra. Es una señal de que los gobiernos son cada vez más conscientes de la importancia de la restauración, no solo para mitigar el cambio climático, sino también para proteger la biodiversidad y garantizar los medios de vida.

“La tierra tiene que ver con la alimentación, con los derechos humanos y con los medios de vida”, afirma Dooley. Añade que hay que hacer hincapié en la restauración de “los usos mixtos” de la tierra, donde los bosques y la agricultura y la gente están juntos. Esa es la máxima prioridad, por la importancia de esa tierra para la seguridad alimentaria y los medios de vida”.

Los países menos industrializados, donde la agricultura es la mayor fuente de emisiones de carbono, pueden beneficiarse de la agroforestería, que combina bosques y cultivos mixtos para la producción; y de la agroecología. En este enfoque holístico de la agricultura se combinan los principios del bienestar social y ecológico para mejorar la biodiversidad y promover los derechos humanos, dicen los autores del estudio.

Al señalar la enorme cantidad de tierra incluida en los compromisos climáticos, “no estamos diciendo que sea buena o mala. Lo que decimos es que se trata de tierras reales, en las que viven personas, en las que se cultivan alimentos, y que se trata de una enorme superficie de tierra para la eliminación de CO2 en los compromisos de los países”, afirma Dooley.

“Si la tierra forma parte del cumplimiento de los objetivos climáticos, los países tienen que pensar muy bien su enfoque”, añade. “¿Cuál es el plan de gestión de la tierra? ¿Cómo se van a reconocer los derechos? ¿Cómo se van a tomar las decisiones? Se necesitarán enfoques integrales y consultivos de la planificación de la tierra para hacerlo de forma que sea beneficioso”.

El Land Gap Report está disponible en: https://www.landgap.org/

No se pierda el panel en la COP27 este 11 de noviembre: Land Gap Report

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