Ningún otro cultivo en el mundo de hoy causa tantas reacciones adversas como la palma aceitera. Es el villano de los promotores de la conservación de los bosques y el salvador de otros, como los pequeños productores que han mejorado sus condiciones de vida gracias al cultivo en Brasil; una metáfora clara de la historia del “Doctor Jekyll y el señor Hyde”, una dualidad buena y mala conviviendo en un mismo ser.
Y hay más: la palma aceitera es el cultivo perenne con la expansión más alta en el trópico, el aceite vegetal más producido en el mundo por su versatilidad, y de gran demanda en la industria agroalimentaria. La mayor razón de esta expansión es su rendimiento excepcional en comparación a otros aceites; pero esta ventaja y consecuente demanda, ha atraído grandes inversiones destinadas a su expansión, muchas veces a costa de los bosques y con consecuencias catastróficas para la biodiversidad y el clima global como el ampliamente conocido caso de sus impactos en el sudeste asiático.
‘’Los impactos ambientales de la palma aceitera están estrechamente ligados al tema de la deforestación, directa o indirecta, la cual tiene implicaciones mayores sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas”, explicó Kristell Hergoualc’h, investigadora del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) quien como parte del Estudio Global Comparativo de CIFOR sobre REDD+ está analizando los impactos ambientales del cultivo en la región Ucayali en Perú.