Juan Carlos Huayllapuma/CIFOR.

Si queremos encontrar soluciones sostenibles para el cambio climático, debemos ampliar nuestro campo de visión. Y en esa visión, ni el cambio climático ni las emisiones de carbono lo son todo. Tampoco lo son la biodiversidad, el agua, los bosques o la agricultura, ni los hábitats costeros o los océanos, ni el género o las comunidades, ni la educación, la pobreza o la desigualdad, ni la energía. En esta visión amplia, la que en verdad cuenta, todos son importantes.

Decir esto no significa que yo sea un escéptico, que niegue el problema del clima o que me haya convertido en un cínico. Nada más lejos de ello. Pero mientras el mundo se reúne para la COP22 en Marrakech, un año después del Acuerdo de París, me queda claro que si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y cumplir con nuestros objetivos a favor del clima, debemos encontrar una nueva forma de hacer las cosas.

La tendencia mayoritaria, el modus operandi del desarrollo, es trabajar en silos o sectores de nuestras propias disciplinas, nuestras propias organizaciones, nuestros propios ministerios y nuestros propios sectores, todos trabajando hacia nuestros propios objetivos de éxito.

A un ministerio de agricultura se le dice que aumente la producción de un determinado cultivo, y si para ello tiene que eliminar el 25 por ciento de los bosques del país y toda la biodiversidad que estos contienen, pasando por encima de los grupos indígenas, así se hace. Si se trata del cambio climático, dejemos el tema en manos del Ministerio del Ambiente. Incluso los activistas y las organizaciones no gubernamentales a menudo tienden a mantenerse en sus propios sectores, centrándose en un solo tema y prestando poca atención a la importancia de los demás. Eso tiene que cambiar.

Tenemos que mirar cada ODS en contexto junto con los demás, y abordarlos como un todo. Tenemos que derribar las murallas que separan a los sectores, porque no son representativas de la realidad sobre el terreno en ningún lugar. En el mundo real, hay amplios paisajes dentro de los cuales compiten diversos intereses, demandas, objetivos y metas.

El abordar las soluciones de una manera integral es el elemento central de lo que se conoce como enfoque de paisajes y del movimiento global que está surgiendo a su alrededor. El término no es conocido fuera de la esfera del desarrollo, pero debería serlo, porque cada porción de tierra o mar tocada por la humanidad forma parte de los millones de paisajes que hay en el planeta.

El enfoque no es ni normativo ni inflexible. No funciona de arriba hacia abajo. Acoge el compromiso. Acepta que en cualquier disputa sobre cómo manejar los recursos habrá necesidad de un arbitraje entre demandas diversas: pequeños agricultores, productores agroindustriales de gran escala, acuerdos internacionales, gobiernos nacionales y locales, y conservacionistas.

Su objetivo es buscar múltiples beneficios medibles en cada acción e inversión que se realiza en un paisaje: más alimentos, mayores ingresos, mayor igualdad y un ambiente saludable. Asume que habrá mecanismos de compensación (trade-offs) sin ganadores absolutos ni tampoco perdedores absolutos.

Así surgió así el Global Landscapes Forum (GLF, por sus siglas en inglés). Hace tres años, un pequeño grupo de organizaciones, entre ellas el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), junto con mi organización, el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), crearon una plataforma paralela a las reuniones de la Organización de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, en la que todos los sectores y disciplinas podían ponerse en contacto desde la óptica del enfoque de paisajes, la agenda climática y los ODS del 2015.

Hoy, el GLF ha cobrado vida propia. El año pasado, más de 3.000 personas de 105 países —desde el gobernador de California, Jerry Brown, hasta un líder tribal de Borneo— nos acompañaron en París. Su sexta reunión se celebró en Marrakech el 16 de noviembre.

El GLF se ha convertido en una comunidad global de varios cientos de organizaciones, con decenas de miles de personas de todos los continentes, entre ellas científicos, abogados, banqueros, líderes indígenas y comunitarios, agricultores y silvicultores, personal de ONG, periodistas y políticos, que comparten activamente sus experiencias, investigaciones, iniciativas y conocimiento. En resumen, hemos creado un diálogo global para la creación de paisajes sostenibles que está cambiando nuestra forma de pensar, conectarnos y actuar.

Ya hemos recibido compromisos para la restauración de 148 millones de hectáreas de tierras degradadas de países de todo el mundo. El próximo objetivo es aumentar esa cifra a 400 millones de hectáreas, y diseñar los planes de acción necesarios para su implementación y medición.

Nuestra visión es llegar más allá de las comunidades de expertos y conectar e inspirar a 1.000 millones de personas para que se unan a nosotros para el 2020. Creemos que esto es vital no solo para redefinir la agenda climática y de desarrollo, sino para construir un mundo sostenible, más próspero y más equitativo.

* Este artículo fue publicado originalmente por Thomson Reuters Foundation News.