TURRIALBA, Costa Rica (9 de enero de 2014) _A medida que una gama de especies vegetales se desplaza a elevaciones más altas debido al cambio climático, los corredores biológicos que conectan las áreas protegidas adquirirán mayor importancia para la conservación de la biodiversidad, afirman los científicos.
Los ecosistemas brindan servicios que van desde la regulación del agua al almacenamiento de carbono. Pero el clima más caliente y seco pronosticado para Mesoamérica –México y Centroamérica– podría condenar a las especies vegetales que no se pueden adaptar, reduciendo o cambiando esos servicios ecológicos. Si bien algunas especies pueden morir, otras “migrarán” cuesta arriba extendiendo su alcance hacia áreas con temperaturas promedio más bajas.
La creación y conservación de corredores que faciliten estos movimientos será crucial.
“Las áreas protegidas se han considerado históricamente como islas. Ahora las personas están empezando a considerarlas como parte de las redes ecológicas”, dijo Bernal Herrera del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza, CATIE, en Costa Rica.
“Los países también deberían ver las áreas protegidas como parte de una estrategia multisectorial de desarrollo”, dijo Bernal a los participantes en la séptima Conferencia Científica Interamericana Henry A. Wallace, en ocasión del 40 aniversario de la fundación de CATIE.
La migración de especies ya está sucediendo en varios lugares del trópico como lo muestra la investigación.
El biólogo Feeley de la Universidad Internacional de la Florida, quien inicialmente observó un cambio importante en las zonas de árboles de los Andes, encontró recientemente que las plantas en Costa Rica también estaban empezando a migrar cuesta arriba.
Lo mismo ocurrirá con las especies de cultivos y las plagas que los afectan, dijo Dyno Keatinge, director general del Centro Asiático de Investigación y Desarrollo de Vegetales (AVRDC) en Taiwán, a los participantes en la Conferencia Wallace.
“A medida que suban las temperaturas, las enfermedades avanzarán cuesta arriba”, dijo.
Los fitogenetistas enfrentan el reto de producir variedades resistentes a las enfermedades y al calor en cultivos comerciales importantes, tales como los tomates, dijo Keatinge, en tanto que los agricultores podrían tener que usar mallas para protegerse contra los insectos y seguir medidas estrictas para prevenir enfermedades.
En los ecosistemas naturales, quienes diseñan proyectos de conservación enfrentarán el reto de facilitar la migración de las especies vegetales, dijo Bruno Locatelli, experto en silvicultura e hidrología que trabaja con el Centro ara la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y el Centro de Investigación Agrícola para el Desarrollo (CIRAD).
Eso es particularmente válido en Mesoamérica, donde los hábitats naturales han sido fragmentados por la agricultura, el desarrollo urbano e infraestructura como las represas hidroeléctricas.
Esos obstáculos afectarán especialmente a las especies en tierras bajas, que deben extender su alcance a grandes distancias para llegar a mayor altitud, dijo.
“Los corredores son una forma de reconectar los parques forestales o las áreas protegidas que actualmente se encuentran separadas en el paisaje”, dijo Locatelli, coautor de un nuevo estudio sobre cambio climático y dispersión de plantas a lo largo de los corredores en Mesoamérica. “Al conectar los corredores se facilita la migración de las especies”.
Trazando mapas de corredores seguros
El estudio en Mesoamérica encontró que los corredores biológicos que conectan áreas protegidas podrían reducir el impacto del cambio climático sobre las plantas.
Su efectividad depende de su alcance de altitud, de las temperaturas y la velocidad del cambio climático, y los efectos varían dependiendo de la rapidez con que las especies se pueden mover.
Es probable que el cambio climático avance a ritmos diferentes en las distintas regiones de Mesoamérica, dijo Locatelli, con un cambio más rápido en las zonas planas de la costa atlántica de Nicaragua y en la península de Yucatán en México, y un cambio más lento en las montañas de Costa Rica, Honduras, Guatemala y México.
“Nuestro modelo muestra dos tipos importantes de corredores para la migración de las especies vegetales – corredores en las planicies del norte y noreste, y corredores que conectan áreas protegidas en las montañas con otras zonas a más baja altitud”, dijo.
El estudio recalca la importancia de diseñar una red de áreas protegidas y corredores a través de la región. Ya existe un plan de esta naturaleza: el Corredor Biológico Mesoamericano, esfuerzo de varios países para conectar áreas importantes de biodiversidad en una red que se extiende desde Panamá a México.
El sistema que tiene cerca de una década, no se diseñó originalmente con el cambio climático en mente. La nueva investigación podría ayudar a los formuladores de políticas a tomar en cuenta la migración de las especies a medida que trazan los mapas de corredores futuros.
Sin embargo, esto incluso puede no ser suficiente para algunas plantas.
“En algunos lugares, según Locatelli, aun las especies de movimiento más rápido no podrán adaptarse al cambio climático”.
Para mayor información sobre los temas tratados en el presente artículo, sírvase contactar a b.locatelli@cgiar.org
Este trabajo forma parte del Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Arboles y Agroforestería y está respaldado por el Proyecto MESOTERRA del Programa Mesoamericano Agro-Ambiental en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).
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