Las turberas de aguajales de la Amazonía peruana almacenan grandes cantidades de carbono, pero la cosecha insostenible del fruto de la palmera provoca una degradación que aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Un nuevo estudio realizado por científicos de CIFOR-ICRAF ha sido el primero en medir el carbono que se pierde en las turberas de los pantanos de palmeras, lo que permitirá al país calcular sus emisiones de GEI con mayor precisión.
“En un sitio intacto, el suelo es un sumidero de carbono”, señaló Kristell Hergoualc’h, científica sénior del Equipo de Cambio Climático, Energía y Desarrollo con bajas emisiones de carbono de CIFOR-ICRAF. “En condiciones de degradación moderada, el sumidero se anula hasta en un 88 por ciento, esto debido a que el suelo no acumula más carbono porque hay menos palmeras y menos hojarasca y raíces. Por ende, frente a una fuerte degradación, el suelo del pantano de palmeras se convierte en una gran fuente de emisiones de carbono a la atmósfera”.
La mayoría de las turberas amazónicas del Perú son pantanos de palmeras dominados por la palmera Mauritia flexuosa, donde la hojarasca y las raíces en descomposición se han acumulado durante milenios convirtiéndose en profundas capas de turba. Sin embargo, para recolectar el fruto, los miembros de las comunidades que realizan esta actividad generalmente talan las palmeras y, con el tiempo, el ecosistema se degrada y eventualmente se convierte en una fuente neta de emisiones.
Las emisiones combinadas de la vegetación y la turba [hasta seis toneladas de carbono por hectárea al año (6 t C ha-1 a-1) en un pantano moderadamente degradado, e incluso más en un sitio altamente degradado] fueron dos veces más altas de lo esperado por Hergoualc’h y sus colegas, lo cual marca una gran diferencia para la contabilidad de carbono del país. A diferencia del sudeste asiático, donde las turberas se drenan para la agricultura, en la Amazonía peruana la degradación es más gradual. Y aunque el país monitorea la deforestación, hasta ahora no tenía forma de calcular cuánto carbono se emitía a causa de la degradación de turberas.
“En el pasado, Perú ha tenido que utilizar factores de emisión basados en estudios de turberas en Asia, pero los ecosistemas son diferentes y los tipos de actividad que están degradando las turberas también lo son”, indicó Hergoualc’h. “Ahora Perú tiene estos valores y puede usarlos para sus cálculos nacionales, y podemos comparar las emisiones de la degradación de las turberas amazónicas con las del sudeste asiático”.
Los pantanos de palmeras pasan el punto de inflexión
En las tierras bajas amazónicas inundadas de Perú, las turberas de pantanos de palmeras fluctúan naturalmente entre ser sumideros y fuentes de carbono dependiendo de las precipitaciones y otras condiciones climáticas, pero en general son sumideros, según Hergoualc’h. El estudio que dirigió, en un pantano de palmeras de 500 hectáreas en las afueras de Iquitos, la ciudad amazónica más grande de Perú, ayudó a los científicos a comprender tanto esos flujos naturales como el impacto de la cosecha de frutos.
Los investigadores compararon un pantano intacto dentro de un área protegida con dos áreas de caseríos (centros poblados) cercanos. Una de esas áreas había sido fuertemente degradada por la recolección de frutos de palma y la otra estaba moderadamente degradada. Los científicos midieron los cambios en el carbono almacenado en la turba y en la vegetación en los tres sitios durante un período de cinco años.
Además de aumentar las emisiones, descubrieron que cortar palmeras para cosechar el fruto tiene un sinfín de impactos.
Los recolectores cortan principalmente palmeras femeninas para obtener el fruto, aunque también cortan las masculinas para construir caminos que servirán de transporte de lo cosechado, así como para recolectar una larva comestible que crece dentro de troncos en descomposición. Menos hembras reduce la capacidad de las palmeras para reproducirse y repoblar el pantano, menos palmeras reduce el suministro de alimentos para los animales que consumen el fruto, dijo la científica.
Además, menos palmeras significa menos hojarasca y raíces y, por lo tanto, menos acumulación de turba en los pantanos. Por el contrario, los hallazgos en el pantano de palmeras intacto revelaron que este sitio se acumuló más del doble de hojarasca que el área altamente degradada.
De acuerdo con Hergoualc’h, cortar las palmeras además genera el ingreso de más luz al pantano, lo que conlleva a que el suelo se seque, especialmente cuando los niveles de agua son bajos. También eleva la temperatura, lo que a su vez puede afectar las emisiones de carbono.
Se necesita una cosecha sostenible
La eliminación de las palmeras también cambia la composición del bosque, a medida que otras especies de árboles se instalan gradualmente.
Los investigadores vieron este cambio de primera mano, ya que el sitio que había sido moderadamente degradado se convirtió en altamente degradado en solo unos pocos años después de finalizar su estudio, y el pantano de palmeras prácticamente desapareció del área que había sido altamente degradada al principio.
Para una comprensión más detallada de los impactos combinados del clima y la cosecha de frutos en las turberas, Hergoualc’h espera expandir el estudio más allá de la región peruana de Loreto, donde se encuentra la ciudad de Iquitos, a la región vecina de Ucayali, que recibe menos precipitaciones durante la estación seca.
Además de cuantificar la pérdida de carbono de las turberas degradadas, la científica explicó que el estudio también evidencia la necesidad de técnicas de recolección más sostenibles. En algunas comunidades, los recolectores usan arneses para trepar las palmeras y cortar los enormes racimos de fruta, pero ese método es más costoso que simplemente cortar la palmera, y además los recolectores a veces encuentran serpientes venenosas entre la fruta.
Una nueva tecnología de escalada podría ayudar, junto con más información para las comunidades sobre los impactos de la tala de palmeras y diálogos con los miembros de las comunidades sobre cómo gestionar los bosques donde cosechan frutos de palmera. Trabajar con niños, en las escuelas y a través de las redes sociales, también podría ayudar a cambiar las prácticas, afirmó Hergoualc’h.
“Es complejo, porque incluso en la misma comunidad algunas personas son muy conscientes y cosechan de manera sostenible, mientras que otras son menos conscientes de los impactos”, añadió. “Es necesario que los miembros de la comunidad comprendan las consecuencias y discutan el tema, pero también es una cuestión de concientización ambiental”.
Para obtener más información, puede ponerse en contacto con Kristell Hergoualc’h en k.hergoualch@cifor-icraf.org
Este trabajo ha sido realizado como parte del Estudio Global Comparativo sobre REDD+ de CIFOR, parte de CIFOR-ICRAF. Entre los socios financiadores que han apoyado esta investigación se encuentran la Agencia Noruega de Cooperación al Desarrollo NORAD, la Iniciativa Internacional de Protección del Clima (IKI) del Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear de Alemania y el Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (CRP-FTA) con apoyo financiero de los donantes del Fondo del CGIAR.
La investigación sobre turberas peruanas se realiza en el marco del Programa de Adaptación y Mitigación para la Sostenibilidad de los Humedales (SWAMP), que ha recibido el generoso apoyo de los Gobiernos de los Estados Unidos de América y Noruega.
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