En la selva norte de Perú, una multitud de pequeños agricultores cultiva cacao y café de alto valor al abrigo de copas de árboles. Esas prácticas agroforestales proporcionan sombra, regulan el clima, mejoran la fertilidad del suelo y ofrecen diversas fuentes de ingresos. Desarrolladas durante generaciones, esas prácticas no solo permiten mejorar la calidad de los granos y reducir el uso de insumos frente a los cultivos sin sombra, sino que facilitan más almacenamiento de dióxido de carbono en sus árboles, plantas y suelo que sus homólogos convencionales, consiguiendo apoyar así esfuerzos de mitigación del cambio climático.
Pero, por lo general estas prácticas aún no son recogidas en los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero (GEI). Detrás de esto hay varias razones. La teledetección, punto de partida para el seguimiento y monitoreo del uso de la tierra, no es cien por ciento eficaz para la agroforestería.
“Cuando el dosel es muy denso y la resolución de las imágenes es demasiado baja, no hay las condiciones para diferenciar entre un sistema agroforestal multiestratos y la cubierta forestal”, explica Marta Suber, científica del equipo de cambio climático del Centro para la Investigación Forestal Internacional y Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), y coautora de un nuevo estudio que expone algunos de los principales vacíos en la investigación y acción internacional en el campo de la agroforestería para la mitigación del cambio climático.
“Aunque este conjunto de prácticas de manejo de la tierra está muy extendido por toda la Amazonía, aún carecemos de medios para identificar y contabilizar a distancia el carbono almacenado en estas áreas”, explica Suber.
El territorio del Perú no es pequeño –tiene unas cinco veces el tamaño del Reino Unido–, y su región amazónica está escasamente poblada. Además, la capacidad institucional del país para cumplir con la medición y el monitoreo de las actividades agroforestales es limitada. Por tanto, en la actualidad, no es factible salir al campo a enumerar y monitorear los sistemas agroforestales de los agricultores uno por uno, y aún menos sus prácticas de manejo.
El último censo agrícola nacional data de 2012, por lo que no existe una imagen actualizada del sector agrícola y de sus prácticas y tendencias; menos aún puede decirse cuántas personas practican la agroforestería; o del impacto que están teniendo sus prácticas en la biodiversidad y la mitigación del cambio climático.
A pesar de ello, el potencial de la agroforestería para el cambio climático es el foco de tres medidas de mitigación dentro de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC por sus siglas en inglés) de Perú en el marco del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, lo que demuestra el reconocimiento político de su relevancia, y la intención de apoyar a más agricultores para la adopción de este enfoque.
La situación del Perú no es inusual. A escala mundial, la agroforestería tiene un enorme potencial de mitigación: hasta 0,3 petagramos de carbono al año, lo que la convierte en la mayor oportunidad de solución climática natural agrícola. Los resultados del estudio, coordinado por investigadores de The Nature Conservancy (TNC), evidencian que se necesitan llenar grandes vacíos de investigación y de monitoreo para integrarla eficazmente en los sistemas agrícolas del planeta y aprovechar al máximo su potencial.
Como destacan los autores, el potencial de la agroforestería reside en su multifuncionalidad, diversidad y flexibilidad, lo que significa que los sistemas pueden adaptarse a los paisajes e intereses locales; pero esto también tiene sus retos. Existen multitud de prácticas agroforestales y es necesario conocer mejor el potencial de mitigación de carbono de cada una de ellas, así como realizar un seguimiento más eficaz de los avances.
El estudio pone en evidencia que, de forma general, se desconoce dónde se practica la agroforestería y que la adopción y el interés por este enfoque varía en todo el mundo, con, por ejemplo, los agricultores del norte global estando un grupo menos interesados en integrar estas prácticas.
Uno de los principales vacíos a los que nos enfrentamos en Perú, por ejemplo, es que la asistencia técnica sobre cómo gestionar un sistema agroforestal es limitada, y la que está disponible sigue basándose en paquetes técnicos no adaptados al contexto de aplicación"
Para llenar algunos de estos vacíos de conocimiento y aplicación “No hay una sola línea de acción, hay muchas, y tienen que producirse al mismo tiempo de forma coordinada”, dice Suber.
Además, destaca la necesidad de un enfoque programático, en el que las entidades e instituciones nacionales apoyen a las regionales y locales para avanzar la investigación y el monitoreo, evaluar y eliminar las barreras para el conocimiento, y trabajar en las condiciones propicias para ayudar a los agricultores a adoptar la agroforestería de forma eficaz.
“Uno de los principales vacíos a los que nos enfrentamos en Perú, por ejemplo, es que la asistencia técnica sobre cómo gestionar un sistema agroforestal es limitada, y la que está disponible sigue basándose en paquetes técnicos no adaptados al contexto de aplicación”, explica Suber.
“Los productores combinan cultivos con especies arbóreas movidos por necesidades inmediatas y no necesariamente en consonancia con una planificación a largo plazo. Además, los conocimientos sobre las asociaciones entre cultivos y árboles y el manejo requerido para garantizar productos de alta calidad son limitados, así como información sobre los requerimientos para una gestión continuada hacia una producción rentable a largo plazo”.
Apostar por (y llevar a cabo un monitoreo eficaz de) la agroforestería exige inversiones a largo plazo, y eso empieza por el reconocimiento de dicha necesidad por parte de donantes y financiadores, afirmó Suber. “Si bien es positivo tener avances cada pocos años en diferentes temas y mover el objetivo hacia cuestiones más complejas, es importante considerar que lo que se deja atrás no será automáticamente atendido por otros”, dijo.
Los países implementadores necesitan recursos y capacidades para trabajar en todos los niveles de gobernanza para el monitoreo, reporte y verificación (MRV) agroforestal, con la participación de todo tipo de actores. “Se necesita garantizar que los agricultores no dependan de la financiación del proyecto o del asesor técnico”, dijo Suber.
“A lo que hay que apuntar es a darles a los agricultores los medios para que se conviertan en sus propios promotores a la hora de aplicar la agroforestería. Y eso es un proyecto para toda la vida”.
Para obtener más información sobre este tema, puede ponerse en contacto con Marta Suber en m.suber@cifor-icraf.org
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