Nota del editor: Esta es una adaptación al español de un entrevista originalmente publicada en inglés en Landscapes News del Global Landscapes Forum.
En mayo de este año, Éliane Ubalijoro se incorporó a CIFOR-ICRAF como su CEO, convirtiéndose en la primera mujer africana al frente de un centro de investigación CGIAR en sus 52 años de historia.
Si hay algo que aprender de su impresionante trayectoria es que –según sus propias palabras– “ningún esfuerzo es poco, cada uno de nosotros hace todo lo que puede”.
En esta entrevista exclusiva, que fue recientemente transmitida en un GLF Live, nuestra CEO comparte qué es lo que la inspira para realizar su labor, cómo podemos replantear los sistemas globales y por qué los africanos deben unirse para exigir justicia climática.
- Cuéntenos sobre su trayectoria personal, ¿cómo se dio su conexión con la Tierra y sus paisajes y dónde se sitúa ahora?
Nací en Ruanda en 1972 donde pasé mucho tiempo en el campo, con los pequeños agricultores y disfrutando la belleza de los bosques. Pero crecí viviendo en tres continentes: África, Norteamérica y Europa, y todos los recuerdos de mi niñez están conectados con la Tierra y con lo que aprendí de mi madre sobre cómo cuidar del planeta. Es decir, compostar, reciclar y vivir en una economía circular. Así es como la gente en las zonas rurales de África ha vivido durante milenios. Esa es mi base.
Como crecí en diferentes partes del mundo, caí en cuenta de que las cosas que daba por sentadas en cuanto a reusar, reciclar y regenerar se habían vuelto, en pleno siglo XXI, realmente claves para el crecimiento de las economías verdes en el planeta. A los 17 años me mudé a Canadá, donde estudié agricultura, y mientras cursaba mis estudios universitarios se desató la infame guerra civil en Ruanda. Por eso, cuando regresé a casa a trabajar en investigación agrícola, la situación era muy difícil.
Me di cuenta de que mi sueño de trabajar con pequeños agricultores debía esperar y me moví a estudiar genética molecular porque me interesaban la innovación y la vanguardia, así como trabajar en el campo de la genética, de los descubrimientos que iban a cambiar la forma de relacionarnos con el ADN.
Al tiempo que yo estudiaba este tema, se secuenció el primer genoma humano y nació la bioinformática. Así, me percaté de que para estar a la vanguardia en Norteamérica tenía que indagar más sobre la conexión entre la genética molecular y la bioinformática.
Cuando culminé mi doctorado, formé parte de una empresa de biotecnología en diagnósticos moleculares.
Muchos piensan que la biotecnología consiste en trabajar con cultivos genéticamente modificados, pero eso no es exacto. La biotecnología tiene un campo amplio que emplea el ADN como herramienta. En mi caso, se trataba del uso del ADN como instrumento de diagnóstico en la industria alimentaria para identificar contaminación microbiana en los alimentos.
Después, me convertí en madre y quise ver la posibilidad de trabajar nuevamente en Ruanda. En ese momento, eran los 2000, la situación estaba mucho más tranquila. En 2007 participé en un taller sobre el desarrollo de bioeconomías africanas, lo que resultó una revelación. Supe que en África los ecosistemas de innovación tenían grandes brechas y que se necesitaba un liderazgo visionario para trabajar desde el campo académico, las organizaciones sin fines de lucro, los gobiernos y el sector privado, con el fin de impulsar las economías locales sobre la base de la innovación, y aprovechar nuestros recursos naturales.
Ese fue el inicio de un viaje para mí, en el que me enfoqué en la conexión entre agricultura, medioambiente y salud y en cómo estos tres elementos interactuaban y eran esenciales para desarrollar una bioeconomía sólida.
Desde ese entonces, mi trayectoria ha consistido en abordar la interconexión entre biodiversidad y salud; así como descubrir nuevos medicamentos, la conexión entre el medioambiente y los mercados que han surgido paulatinamente.
- En un planeta en crisis, y bajo su actual cargo ¿qué la motiva?
Hoy, tengo el privilegio de dirigir CIFOR-ICRAF en su sede de Nairobi, y que se ubica entre el campus de la Universidad de Nairobi y el bosque Karura. Cuando estoy ahí, cada día, y veo el bosque, recuerdo la labor de Wangari Maathai, Premio Nobel de la Paz 2004, a quien le debemos este bosque, este santuario que muchos de nosotros en esta ciudad disfrutamos. Ella empezó con pequeños grupos de mujeres que preparaban los plantones que serían utilizados para plantar árboles. Si reparamos en su legado, miles de millones de árboles han sido plantados gracias al liderazgo de esta increíble mujer. Es un claro ejemplo de la importancia del liderazgo y del desarrollo de ecosistemas de innovación para resolver muchos desafíos de nuestro tiempo.
Como CEO de CIFOR-ICRAF tengo mucho trabajo hacia adelante, muchas preguntas por resolver. ¿Cómo evaluamos nuestra posición en 2023 y pensamos hasta 2030? ¿Cómo pueden CIFOR-ICRAF y nuestros socios contribuir a acelerar el trabajo necesario para restaurar los bosques en el mundo y cómo llevamos más árboles a las tierras de cultivo?
Hay mucho por hacer por los paisajes, considerando siempre que debemos asegurarnos de plantar los árboles adecuados en el momento y lugar adecuados para que los plantones puedan crecer y prosperar. Sabemos que cerca del 65 por ciento de los suelos de África han sido degradados, es decir, un tercio de los suelos de todo el mundo. La salud de nuestros suelos definirá la salud de nuestros sistemas alimentarios, lo que su vez determinará la salud de nuestra población mundial. Esa interconexión es fundamental en el trabajo que realizamos.
- África está enfrentando la peor parte de la crisis climática a pesar de que ha contribuido menos a ella ¿Cómo podemos abordar esta situación?
Un amigo mío, abogado medioambiental de Nigeria, dijo una vez algo que yo considero central en el trabajo que realizo: “No vamos a obtener lo que merecemos, sino lo que somos capaces de negociar”.
Históricamente, en África nunca hemos obtenido lo que merecemos, por lo tanto, necesitamos negociar nuestra posición en el mundo. Contamos con 26 por ciento de la biodiversidad del planeta y tenemos un potencial enorme de secuestro de carbono, así como de aprovechamiento de energías renovables para potenciar nuestras economías. Sin embargo, aún vivimos tiempos en los que la mayoría de africanos no tiene acceso a energía. Entonces, ¿cómo impulsamos un crecimiento verde que sea fundamental para nuestro estilo de vida y trabajo en África? ¿Cómo garantizamos que se eliminen los riesgos de las inversiones necesarias para acelerar ese crecimiento y para contribuir a una economía mundial que sea positiva para las personas y el planeta? Como humanidad, ¿de qué manera vivimos nuestra interconexión para invertir colectivamente en África y recuperar la biodiversidad y para que este continente crezca de la forma más verde posible?
Esa combinación nos ayudará a lograr emisiones netas cero y a alcanzar otras metas para la naturaleza, que de forma conjunta necesitamos para el planeta. Se trata de una problemática global, no solo africana; y debemos recordar que es fundamental pues muchos no caen en cuenta de que los pulmones del planeta están ahora en África. Tenemos que garantizar que áreas como la cuenca del Congo sean preservadas, cuidadas y restauradas; y tenemos que apresurar esta labor para que África pueda contribuir y ayudar a alcanzar las metas mundiales.
- Como dijo, es imperativo cambiar la forma en que funcionamos como planeta para afrontar estas crisis, ¿cómo podemos lograrlo?
Creo que debemos tener mucho cuidado en no poner toda la responsabilidad en los ciudadanos sino entender que nuestros sistemas mundiales de gobernanza son fundamentales para las opciones que, como ciudadanos de este planeta, tenemos. Todavía nos encontramos en un contexto en el que existen inversiones importantes en plásticos no biodegradables y en las industrias del petróleo, que se suman a lo que debería estarse invirtiendo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
No podemos relegar la transformación al cambio de hábitos de los ciudadanos. Requerimos de un sistema mundial de gobernanza, y necesitamos que nuestros sistemas financieros se alineen totalmente con lo que se necesita para el crecimiento verde, pero también debemos planificar la transición. No podemos parar la industria petrolera mañana pero necesitamos planificar una transición rápida y justa que asegure la creación y acceso a energía sostenible e información digital para todos en el planeta; y, al mismo tiempo, se debe invertir proactivamente en esa transición y en su aceleramiento.
Sabemos que se está invirtiendo poco en el clima, especialmente en África. Necesitamos acelerar esas inversiones y nosotros, como investigadores de CIFOR-ICRAF, debemos contribuir a obtener la información necesaria para eliminar el riesgo de esas inversiones. Tenemos que acompañar a los gobiernos, al sector privado, a los pequeños agricultores a fin de crear mayor interconexión en nuestros sistemas globales y locales de innovación que respalden esa transición justa.
Es allí donde se necesita liderazgo para cerrar esas brechas, y donde el legado de mujeres increíbles como Wangari Maathai es tan importante.
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