Las iniciativas de conservación que históricamente han valorado más a las plantas y los animales que a los derechos humanos han recibido críticas por “estar ciegas” para las personas. Las denominadas “Otras Medidas Efectivas de Conservación Basadas en Áreas” (OECMs, por sus siglas en inglés) pueden ser una posible solución para la gente y para el planeta, según un grupo de investigadores. Las OECMs son prometedoras alternativas a las áreas protegidas tradicionales —como los parques nacionales— que pueden aportar beneficios a largo plazo para la biodiversidad y las personas mediante estructuras de gobernanza innovadoras e inclusivas.
Pero ¿están las OECMs diseñadas para cumplir sus promesas, o corren el riesgo de caer en los mismos errores de la conservación tradicional?
Investigadores de diversas organizaciones abordaron este tema en el Simposio Fuller 2022 organizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en una sesión denominada “Desafiando a las OECMs”.
“No hay duda de que la conservación que incluye a las personas es mejor que una sin ellas” destacó Anne Larson, científica principal del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Mundial de Agroforestería (CIFOR-ICRAF). “Las OECMs pueden ser mejores que el modelo de Yellowstone para la conservación de la biodiversidad, pero todavía tenemos que abordar la historia de las iniciativas coercitivas de conservación que se han impuesto a los Pueblos Indígenas (PI) y a las Comunidades Locales (CL)”, dijo Larson.
Apoyo a las OECM
La necesidad de conservar la biodiversidad nunca ha sido más urgente. El 25 % de todas las especies están actualmente en peligro de extinción, y el tamaño de las poblaciones de vertebrados monitorizadas ha disminuido una media de 60 %, según el Informe Planeta Vivo del WWF.
En respuesta, el Marco Posterior a 2020 del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas (Meta 3) se propone conservar el 30 % de las zonas terrestres y el 30 % de las zonas marinas en áreas protegidas u OECMs para 2030. Además, el Informe sobre la Brecha de la Tierra (2022), que se publicó recientemente, evidencia que se requieren unas 1200 millones de hectáreas de tierra para la conservación del dióxido de carbono, señaló Larson.
Aunque las áreas protegidas tradicionales siguen siendo fundamentales para estos objetivos, a menudo han fracasado en la salvaguarda de la biodiversidad debido a la falta de apoyo o de sistemas de seguimiento eficaces. Incluso cuando funcionan en favor de la biodiversidad, los ponentes del simposio destacaron el legado de desplazamiento y empobrecimiento que han sufrido los pueblos indígenas y comunidades locales a los que se les ha impuesto la conservación bajo una aproximación tradicional. Se ha pedido a las comunidades que sacrifiquen sus costumbres, sus estructuras tradicionales de gobierno, sus medios de subsistencia e incluso sus tierras al servicio de la conservación de la biodiversidad. Esto ha traído como resultado una desconfianza crónica en las iniciativas externas enfocadas en la biodiversidad.
Los partidarios de las OECMs afirman que estas tendrán más posibilidades de éxito que las áreas protegidas tradicionales debido a que las OECMs de la Meta 3 abogan explícitamente por sistemas “gestionados de forma eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados” que beneficien a las personas y a su entorno.
Un marco aún no probado
Sin embargo, a los defensores de los intereses de los pueblos indígenas, como Joji Cariño, asesor principal de políticas del Forest Peoples Programme, les preocupa que las promesas queden vacías en el momento de la aplicación. Aunque la terminología de las OECMs existe desde hace unos años, la Meta 3 del Marco Posterior a 2020 aún está en fase de negociación. Además, la mayoría de los países no han empezado a trazar un mapa de las OECMs que podrían abarcar cualquier cosa, desde zonas militares hasta asociaciones indígenas, señaló Heather Bingham, oficial superior de programas del Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA-WCMC).
Un marco no probado conlleva riesgos.
“La definición actual de OECMs se centra en la geografía de las áreas de conservación y no en el arraigo de las sociedades a la naturaleza, dijo Joji Cariño. “…El riesgo es una ampliación del patrimonio de conservación y una mayor privación de derechos de las comunidades locales”.
En lugar de imponer primero un nuevo marco para las OECMs y luego buscar el consentimiento de los Pueblos Indígenas y las Comunidades Locales un mejor enfoque podría consistir en seguir el liderazgo de la comunidad en la conservación de la biodiversidad y consagrar los derechos indígenas en la Meta 3, argumentaron tanto Cariño como Larson.
Ya se ha demostrado que las tierras indígenas tienen resultados positivos y sostenidos para la biodiversidad. Alrededor del 80 % de toda la biodiversidad terrestre vive en territorios indígenas, y esa biodiversidad está disminuyendo más lentamente que en otros lugares, según estimaciones del Instituto de Recursos Mundiales.
“¿No corremos el peligro de matar la gallina de los huevos de oro de la biodiversidad creando nuevas normas que resten autonomía y gobernanza a las comunidades indígenas?”, se preguntó Cariño.
Las OECMs también conllevan una gran carga de supervisión y presentación de informes. Las tierras indígenas gestionadas bajo OECMs podrían tener que presentar informes más exigentes que los parques gubernamentales, que actualmente no son objeto de ningún tipo de seguimiento, señaló Ameyali Ramos, coordinadora de política internacional del Consorcio ICCA. Se trata de mucho trabajo para las pequeñas comunidades sin beneficios claros”.
Hay que tomar en serio las llamadas de precaución sobre las OECMs, porque los mensajes puramente optimistas provocarán dudas y vacilaciones en las comunidades locales, lo que perjudicará la posibilidad de una asociación fructífera, subrayaron Ramos y Cariño.
Planificar para la flexibilidad
No obstante, si las OECMs pueden abarcar diferentes condiciones favorables y abordar adecuadamente las preocupaciones de los PI y las CL, podrían ser una herramienta útil en la caja de herramientas de la conservación, cree Larson.
“Las OECM son una oportunidad para la cocreación, aprovechando lo que las comunidades ya están haciendo con éxito”, dijo Larson. “No es un concepto nuevo en el ámbito de la conservación, pero quizá con cada iteración nos acerquemos más a las soluciones más eficientes”.
Para más información sobre la investigación de este blog, póngase en contacto con Anne Larson (A.Larson@cgiar.org).
Gran parte del trabajo al que se refiere Anne Larson fue financiado por la Alianza para el Clima y el Uso del Suelo (CLUA) y la Agencia Noruega de Cooperación al Desarrollo (Norad).
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