Los árboles en las fincas son vitales para el bienestar humano, ya que proporcionan a los hogares alimentos, leña e ingresos rurales. También protegen los ecosistemas mediante el secuestro de carbono, evitando la erosión del suelo y ayudando a mantener la biodiversidad de la vida animal y vegetal en la Tierra.
A medida que las naciones se esfuerzan por alcanzar los objetivos de los acuerdos y compromisos internacionales, como el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas y el nuevo Marco Global para la Biodiversidad, se va tomando cada vez más conciencia del valor que tienen los árboles en las chacras —a lo que también se conoce como agroforestería— para la adaptación al cambio climático. Estos árboles absorben el dióxido de carbono de la atmósfera, proporcionan hábitats para la biodiversidad, regeneran el suelo y los recursos hídricos, y producen alimentos de alto contenido nutricional, así como otros productos de alto valor que incrementan los ingresos de las fincas.
Aunque los países donantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han sido muy generosos a la hora de financiar proyectos de biodiversidad —y algunos países han realizado importantes inversiones para la creación de nuevas áreas protegidas—, el financiamiento de estos proyectos es solo a corto plazo. Los presupuestos a largo plazo para la conservación de la biodiversidad son insuficientes en todo el mundo, por lo que se hace necesario explorar fuentes de financiamiento nuevas e innovadoras.
La biodiversidad continúa siendo una externalidad económica —es decir, se encuentra fuera de la economía general— y solo atrae pequeñas cantidades de financiamiento especial. Por lo tanto, la conservación de la biodiversidad y los paisajes ricos en biodiversidad requieren de un segundo flujo de financiamiento: el de los presupuestos de gestión de la agricultura y el medioambiente.
Los compromisos globales también requieren de mecanismos fiables que permitan hacer seguimiento a los avances y monitorear la ambición climática de las naciones que se han comprometido a restaurar los paisajes y conservar la biodiversidad durante el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas. Sin embargo, a menudo resulta difícil cuantificar el gasto asignado de manera específica a los árboles en chacras dentro de los presupuestos nacionales debido a identificaciones poco claras, descripciones muy generales de categorías y cambios institucionales frecuentes en los distintos ministerios.
El estudio de caso de Ruanda
El gobierno ruandés ha reconocido la importancia de los árboles en las fincas y ha creado un grupo de trabajo para coordinar la implementación de actividades agroforestales. Por lo tanto, resulta vital conocer qué instituciones gubernamentales disponen de presupuestos que podrían utilizarse para responder a las prioridades de los árboles en fincas; si dichos presupuestos se están utilizando para este fin; y, en caso afirmativo, cuánto se gasta.
Recientemente, científicos del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) se propusieron responder estas preguntas mediante un análisis de las asignaciones del presupuesto nacional a los árboles en las fincas por parte del Gobierno de Ruanda durante un periodo de cinco años (2015-2019).
El estudio de CIFOR-ICRAF formó parte del proyecto Árboles en las Fincas (TonF por sus siglas en inglés), que trabaja con comunidades, gobiernos y organizaciones no gubernamentales en Honduras, Indonesia, Perú, Ruanda y Uganda, con el fin de conservar y restaurar la biodiversidad en las fincas y mejorar la productividad agrícola. El estudio fue financiado por la Iniciativa Internacional sobre el Clima (IKI) e implementado por CIFOR-ICRAF, el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la Georg-August-Universität Göttingen y la Leibnitz Universität Hannover.
El estudio halló que, en Ruanda, los mecanismos de financiamiento y monitoreo de la agroforestería no aprovechan todo su potencial. Dentro de los presupuestos nacionales, hay varias asignaciones que tienen diferentes nombres de categorías pero que pueden utilizarse también para árboles en fincas y para restauración. El uso eficaz de estos recursos se ve obstaculizado por el hecho de que no están identificados como “árboles en chacras” o “restauración”, y también porque se encuentran fragmentados y han sido asignados a múltiples organismos. Esto hace muy difícil lograr un enfoque programático, que es necesario para que Ruanda cumpla con su ambicioso objetivo de restauración.
El actual sistema de codificación de los presupuestos nacionales está diseñado para asignar y hacer seguimiento de los fondos a un nivel funcional superior, y no resulta útil para hacer un seguimiento de objetivos de gasto muy específicos para funciones tan limitadas.
Objetivos ambiciosos
Ruanda, una nación dependiente de la agricultura que experimentó un proceso de deforestación masiva durante su devastadora guerra civil en la década de 1990 y el genocidio contra los tutsis en 1994, se ha convertido en un país pionero en el impulso mundial para la restauración de paisajes degradados. En 2011, el “País de las Mil Colinas” fue la primera nación africana en unirse a la Iniciativa AFR100 —que contribuye al Desafío de Bonn—, con el compromiso de restaurar 2 millones de hectáreas en la próxima década. Actualmente, los bosques cubren alrededor del 30 por ciento del territorio ruandés, y casi la mitad de esas tierras están ocupadas por plantaciones, según las cifras de la UICN.
El Gobierno de Ruanda ha logrado un éxito considerable en la restauración de la cubierta forestal en tierras públicas. Debido a la topografía montañosa del país centroafricano, los árboles recién plantados se ubican con frecuencia a lo largo de terrazas creadas para evitar desprendimientos e inundaciones, o en zonas anteriormente boscosas que se degradaron durante la guerra, el genocidio y sus secuelas.
Sin embargo, la integración de los árboles en fincas continúa siendo un reto. Para que los agricultores opten por plantar y gestionar árboles en sus parcelas, estos deben proporcionarles beneficios tangibles en forma de alimentos, ingresos, leña y mejores condiciones para la agricultura. Según los autores, esto requiere de importantes inversiones en el desarrollo de capacidades y nuevos paquetes de servicios de extensión, centrados en la agroforestería.