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 — En conmemoración del 5 de junio. —

Entre todas las cosas negativas que los humanos le han ocasionado al planeta, la eliminación deliberada de la cobertura forestal se encuentra entre las peores, debido a las consecuencias negativas para la seguridad alimentaria, el clima y la biodiversidad. Con frecuencia es el resultado de una inclinación por quemar los bosques para despejar la tierra, lo que significa que cada año se quema aproximadamente el dos por ciento de la superficie terrestre de la tierra. Pero los incendios son solo una parte de la historia. El apetito insaciable de la humanidad por obtener ganancias de la extracción de recursos, por medio de la deforestación y la perturbación de los ciclos de la naturaleza, se ha acelerado a lo largo del tiempo y es en gran medida la causa. De hecho, durante el último siglo hemos perdido la misma cantidad de bosques que perdimos en los anteriores 9000 años, con un efecto devastador, dada la enorme influencia que tienen los bosques sobre el planeta. Todos somos culpables.

Desde las sociedades de subsistencia, pasando por la colonización y llegando hasta el estado de peligro actual caracterizado por el sobreconsumo insostenible, todos hemos contribuido a la degradación de los ecosistemas. Tristemente, muy pocos de nosotros hemos apoyado la restauración.

El tira y afloja entre las ganancias y el manejo sostenible de la tierra y la conservación ha sido documentado en la literatura científica por siglos y en la literatura clásica por milenios. Desde el colapso de la economía micénica en la antigua Grecia hasta la acelerada destrucción de la Amazonía en Brasil, la deforestación y degradación de la tierra son batallas que no parecen terminar.

A pesar de las abundantes advertencias hechas por los científicos, nuestro planeta se encuentra ahora al borde del cambio climático catastrófico. Porciones gigantescas de glaciares se han desprendido y derretido debido al calentamiento global ocasionado por las emisiones de combustibles fósiles, lo que se ha exacerbado con la destrucción de nuestros bosques tropicales.

Los que estamos destruyendo no se limita únicamente a los bosques tropicales. Pastizales naturales están desapareciendo, y los modelos han mostrado que debido al derretimiento del permafrost (la capa de suelo permanentemente congelada) en las partes septentrionales de la región boreal, la capacidad de almacenamiento de carbono de las turberas podría reducirse considerablemente debido al calentamiento global después del 2050, en escenarios que contemplan un elevado aumento de la temperatura en la tierra, dado que el suelo se mineraliza.

Para tratar de revertir el daño, científicos, agricultores, ingenieros forestales y muchos más enfrentan una tarea monumental: la necesidad de restaurar millones de hectáreas de tierra. Una tarea semejante a la del pequeño neerlandés inmortalizado por la autora estadounidense Mary Maples Dodge en la novela Hans Brinker o los patines de plata (1865), quien para salvar a su país de la inundación trata de tapar un pequeño orificio en el dique.

A lo largo de la historia, hemos visto como con frecuencia aquellos con mayor poder económico protegen sus intereses y denigran, esclavizan y persiguen a aquellos que buscan proteger sus tierras y sus medios de vida. También hemos visto esfuerzos coordinados para introducir la intensificación sostenible, por medio de buenas prácticas agronómicas y forestales en paisajes agrícolas para conservar los ecosistemas.

Desde las sociedades de subsistencia, pasando por la colonización y llegando hasta el estado de peligro actual caracterizado por el sobreconsumo insostenible, todos hemos contribuido a la degradación de los ecosistemas. Tristemente, muy pocos de nosotros hemos apoyado la restauración".

CIFOR-ICRAF

De alguna forma, debemos detener ese tira y afloja, y hacer un esfuerzo concertado para contribuir y restaurar la tierra. Cada año, se pierden 6,3 billones de dólares debido a la degradación de la tierra, mientras que los beneficios netos de lograr los objetivos de las iniciativas de restauración de la tierra, como el Desafío de Bonn, alcanzan entre 7 y 9 billones de dólares al año. Por cada dólar invertido en restauración, existe una buena posibilidad de obtener 7 dólares, incluso hasta un máximo de 30 dólares.

Algunos países se han comprometido a restaurar al menos mil millones de hectáreas, un área equivalente al tamaño de Canadá, a partir de iniciativas como el Desafío de Bonn, según un reporte reciente de la PBL Netherlands Environmental Assessment Agency. La mitad de lo cual está comprometido para la parte subsahariana de África.

Con el lanzamiento esta semana de la Década de las Naciones Unidas (ONU) para la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030, tenemos la esperanza de que los gobiernos aceptarán las políticas y prácticas que han servido de fundamento para el diseño de programas de restauración que tienen el potencial de ayudar a reestablecer la salud ecológica de áreas degradadas, al tiempo que ofrecen múltiples beneficios socioeconómicos.

Pero existen algunas carencias importantes en el financiamiento. Y mientras que cada año los gobiernos del mundo consiguen recaudar dos billones de dólares para producir armas, colectivamente solo gastamos 41 mil millones de financiamiento público y la insignificante cantidad de 10 mil millones en fondos privados para la restauración, según datos del World Resources Institute. Eso equivale a un déficit de 300 mil millones de dólares en las necesidades de inversión.  Esta falta de recursos existe al tiempo que cada año perdemos 12 mil millones de hectáreas de tierra debido a la degradación, y la desertificación ocasiona pérdidas en servicios ecosistémicos equivalentes a más del 10 por ciento del producto interno bruto global anual.

Mientras que los cálculos actuales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que cerca de un tercio de la población humana depende en gran medida de los bosques y los productos forestales, mucha de la producción global de alimentos depende de los servicios ecosistémicos de estos bosques, tales como agua dulce, polinizadores y regulación del clima a nivel local.

La responsabilidad de la restauración de los paisajes, que requiere hacerse a gran escala, queda en hombros de los privilegiados. Mientras que algunas naciones y corporaciones se involucran superficialmente, no es tiempo de intervenir a medias. Es ahora o nunca. Es tiempo de hacer compromisos serios de largo plazo.

LA REALIDAD A UN LADO

Necesitamos un plan de acción estratégico, de otra forma, la degradación de la tierra se exacerbará y se volverá más y más costosa su recuperación. Las principales causas de la degradación parecen seguir siendo la rápida expansión y manejo no sostenible de los cultivos y las tierras de pastoreo, lo que ocasiona una pérdida significativa de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas, de la seguridad alimentaria y también afecta el suministro de agua.

Tenemos que abordar las causas de la degradación, porque si las ignoramos, podremos reaccionar tanto como podamos, pero la tierra volverá a degradarse. Por eso, sí a la restauración, pero de forma estratégica. Un área sin árboles no está necesariamente degradada. Los pastizales, las turberas y otros ecosistemas no forestales nos ofrecen valiosos servicios y requieren enfoques, evaluación y herramientas únicos para asegurar que continuarán siendo resilientes. Y mientras que plantar y cultivar árboles, utilizando las semillas adecuadas para los propósitos adecuados con la participación de personas de la localidad, es fundamental en muchos lugares, con frecuencia el mejor plan de acción es permitir que la naturaleza haga su trabajo por medio de la regeneración natural.

Sin embargo, no se trata de ser fatalistas y pesimistas. Con la restauración los beneficios que podemos recibir van desde trabajos hasta mejor nutrición e ingresos. La clave es un enfoque basado en la naturaleza, holístico, que aborde los desafíos relacionados como la desigualdad y la pérdida de biodiversidad, el acelerado cambio climático y las cadenas de abastecimiento no sostenibles.

A lo largo de los años, los investigadores de CIFOR-ICRAF han estudiado qué es lo que funciona y lo que no, desarrollado soluciones con base en la evidencia recabada en diferentes partes del mundo. Lo que sabemos es que los árboles, un suelo en buenas condiciones y las personas son ingredientes importantes para la restauración de nuestros ecosistemas ahora quebrantados.

Estamos liderando una multitud de proyectos de restauración alrededor del mundo, ofreciendo beneficios a las comunidades locales, desde la introducción de sistemas agroforestales para mejorar los ingresos en el noroeste de Vietnam, hasta la implementación de soluciones de restauración hechas a la medida, incluyendo su reproducción a mayor escala y el rastreo del trabajo de miles de productores en África Oriental.

Con la restauración los beneficios que podemos recibir van desde trabajos hasta mejor nutrición e ingresos. La clave es un enfoque basado en la naturaleza, holístico, que aborde los desafíos relacionados como la desigualdad y la pérdida de biodiversidad, el acelerado cambio climático y las cadenas de abastecimiento no sostenible".

CIFOR-ICRAF

Entre las muchas lecciones que hemos aprendido de estos proyectos destaca que además de los beneficios positivos que ofrecen los ecosistemas funcionales, debemos considerar todas las externalidades negativas. Particularmente, debemos entender las causas subyacentes de la degradación, porque de otra forma equivaldría a cubrir heridas profundas con venditas.

Al tiempo que comenzamos a involucramos con sector privado, tenemos que reconocer que el capital natural, como sucede con la infraestructura, se devalúa. Así como lo hacemos con un edificio o un puente, necesitamos invertir en los activos de la naturaleza y con el tiempo devaluar esos mismos activos.

Las alianzas y la colaboración, que han sido el foco de atención por largo tiempo de CIFOR-ICRAF, son fundamentales, y las hemos renovado recientemente por medio de nuestra Plataforma de Asociación Transformadora (TPP, por sus siglas en inglés), que une a las diferentes partes interesadas para resolver los desafíos del uso de la tierra.

Es tiempo de cambiar la narrativa. Necesitamos cambiar el actual paradigma de restauración de la tierra de altos costos y beneficios limitados, a uno que invierte en investigación y planeación desde las bases, crea nuevas industrias y nuevos trabajos, mientras que valora de forma adecuada al capital natural para ofrecer los incentivos financieros correctos para promover la participación del sector privado.

Durante las próximas semanas, CIFOR-ICRAF destacará soluciones para restaurar los paisajes degradados del mundo, junto con el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas.

El camino no será fácil, pero esperamos que pueda unirse a nosotros para ayudarnos a resolver estos desafíos, por todos y para todos los que habitamos este planeta.

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