Investigación

Un secreto para la intensificación agrícola sostenible

Conservar bosques en paisajes agrícolas puede tener gran impacto en la productividad, resiliencia y sostenibilidad de las fincas cercanas.
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Paisaje de Etiopía. Mokhamad Edliadi/CIFOR.

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¿Cómo se pueden mantener fincas productivas durante generaciones y a la par reducir el impacto sobre el medio ambiente? Según un nuevo estudio, la respuesta podría estar en los bosques y en el estiércol del ganado.

La intensificación agrícola, que consiste en producir más alimentos en una menor extensión de tierra, ha ayudado a aliviar el hambre de millones de personas, a través de una combinación de variedades de cultivos mejoradas, fertilizantes e irrigación. Esta “revolución verde” ha incrementado la seguridad alimentaria en muchos países, pero también ha tenido consecuencias ambientales y sociales imprevistas. Cultivar la misma tierra una y otra vez puede agotar los nutrientes del suelo, y para restaurarlos, el enfoque tradicional se ha basado en el uso de fertilizantes químicos y maquinaria de alto consumo de combustibles fósiles para distribuirlos.

BOSQUES Y VACAS

La “intensificación agrícola sostenible” busca encontrar otro camino, y un nuevo estudio ha hallado evidencia prometedora de que conservar los bosques en los paisajes agrícolas puede tener un impacto dramático en la productividad, la resiliencia, la sostenibilidad y la equidad social de las fincas cercanas.

El secreto de todo ello se encuentra en el ganado, dice el autor principal del estudio, Jean-Yves Duriaux Chavarría, del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). La efectividad de los resultados sorprendió incluso a los investigadores, dice.

“Nunca esperamos que hubiera tantas consecuencias positivas de pastorear el ganado en los bosques”.

Duriaux Chavarría y sus colegas estudiaron un paisaje en el sur de Etiopía, en África subsahariana, que limita con el bosque Munesa, de propiedad estatal. “Imagine un tipo de paisaje de sabana con árboles de acacia, pero en lugar de pasto hay trigo, y en el horizonte se ve una montaña con un bosque muy verde y exuberante”.

Duriaux Chavarría pasó varias semanas recorriendo la zona en motocicleta, tratando de identificar un sitio que le proporcionara el terreno para el “experimento natural” perfecto que él y el coautor Frédéric Baudron, también del CIMMYT, tenían en mente: una gradiente de zonas similares en todo pero que diferían en su distancia respecto del bosque. Una estaba justo en la frontera con el bosque, otra a 5,5 kilómetros de distancia, y otra a 11 kilómetros de distancia, cerca de una ciudad importante.

“Nuestra hipótesis era que los paisajes más intensivos o simplificados, más cercanos a los mercados, serían más productivos que los más ‘respetuosos con la naturaleza’ cerca del bosque”, dice Duriaux Chavarría.

Pero no fue así. De hecho, los tres sitios eran prácticamente indistinguibles en términos de la productividad total de las fincas, es decir, la cantidad de energía alimentaria producida por el paisaje. Las aldeas cercanas al bosque tenían una productividad ganadera mucho más alta, la cual además no afectaba la productividad de los cultivos.

Se deben crear nuevos enfoques para la conservación en paisajes donde las personas coexisten con la naturaleza... Y estos deben considerar la importancia de los bosques para el bienestar humano, y para la producción agrícola en particular, como un incentivo para que las comunidades locales los conserven".

Jean-Yves Duriaux Chavarría, investigador del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y autor principal del estudio.

CASCADA DE EFECTOS

Algo crucial es que los granjeros que viven cerca del bosque podrían criar más vacas y cabras y enviarlas a pastar entre los árboles.

“Quienes se dedican a esto no tienen una cuenta de ahorros, pero tener ganado les da opciones. Pueden vender una vaca o un par de cabras, o algo de leña, y obtener algo de dinero extra cuando lo necesitan. El bosque está ahí para proveer cuando pasas por un momento difícil o necesitas invertir en tu finca”, dice Duriaux Chavarría.

Por consiguiente, la inequidad social era mucho mayor en los pueblos que se encontraban más alejados del bosque. En la zona distante, el 33 por ciento de los hogares agrícolas no tenían ganado, porcentaje que se reducía al 18 por ciento en la zona intermedia y al 6 por ciento en la zona cercana. “Donde había menos acceso al bosque, sin redes de seguridad, los agricultores más pobres estaban mucho peor”.

Los animales también llevaron parte del bosque a casa con ellos.

“La ganadería es un distribuidor clave de nutrientes del bosque a la finca. [Los animales] pasan de 10 a 12 horas en el bosque, y luego, al final del día, vuelven y defecan en la finca. Estimamos que aproximadamente la mitad de lo que comen regresa a la finca. Son grandes animales, que comen mucho y producen abundante bosta, así que son muchos nutrientes”.

Eso significaba que quienes vivían cerca del bosque se encontraban mejor en términos de nutrición, algo que los autores han explorado en otro artículo dirigido por Baudron. Los agricultores podían usar el estiércol como fertilizante para los cultivos, y podían cultivar ensete, o “banana falsa”, un cultivo de raíz alto que constituye un importante alimento básico en el sur de Etiopía, a cuya sombra se cultivan otras hortalizas.

“Y todo esto se debe a que el bosque proveyó alimento para el ganado, que vino y evacúo lo que comió en tu finca. No esperábamos hallar una cascada de efectos como esta”, dice Duriaux Chavarría.

El documento respalda un creciente conjunto de pruebas de que los bosques y los árboles contribuyen a la producción agrícola de numerosas maneras, afirma el coautor Terry Sunderland, del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y la Universidad de Columbia Británica.

“Las rutas que siguen estas contribuciones a menudo tienen que desentrañarse, ya que no siempre son obvias de inmediato”, dice Sunderland. “El aporte de este documento a dicho conjunto de pruebas sugiere que una infinidad de servicios ecosistémicos desempeñan un papel integral en la cría de ganado, al proporcionar nutrientes y reducir la necesidad de insumos externos, una cuestión fundamental para los agricultores de escasos recursos”.

NO ES PANACEA

Aunque la evidencia debe  “tomarse con pinzas”, dice Duriaux Chavarría: “No es algo que pueda aplicarse en todo lugar”.

“La ganadería es la clave de todos estos beneficios, y eso es un trabajo arduo; se requieren personas acostumbradas a tener ganado y cultivos juntos [para demostrar que funciona]”. Afortunadamente, estos sistemas son muy comunes en el África subsahariana, dice. “Se necesita un mecanismo para trasladar esos nutrientes, y el ganado es la mejor respuesta”.

Además, los bosques deben ser tierras comunes, de libre acceso para la población local. “Si los agricultores no pueden usar el bosque, entonces les es inútil”, dice Duriaux Chavarría.

Eso significa que los conservacionistas necesitan pensar de una manera un poco más flexible en lo que respecta a las áreas protegidas, señalan los autores en el documento: “Se deben crear nuevos enfoques para la conservación en paisajes donde las personas coexisten con la naturaleza… Y estos deben considerar la importancia de los bosques para el bienestar humano, y para la producción agrícola en particular, como un incentivo para que las comunidades locales los conserven”.

Los agrónomos, por otro lado, necesitan tomar en consideración el paisaje más amplio, los recursos comunales que se encuentran más allá de los límites de la finca. “Es cierto que no es tan simple incorporar [los recursos comunitarios] en los cálculos”, dice Duriaux Chavarría, “pero en el mundo real estos tienen un gran impacto, y hay un gran potencial para encontrar formas sostenibles de mejorar tanto los medios de subsistencia rurales como la productividad agrícola”.

Para obtener más información sobre este tema, póngase en contacto con Jean-Yves Duriaux Chavarría en jy.duriaux@gmail.com o Terry Sunderland en t.sunderland@cgiar.org

Esta investigación fue apoyada por el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID), USAID y el Programa de Investigación del CGIAR sobre el Trigo (WHEAT).

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