Para la industria agroalimentaria y los pequeños agricultores de los trópicos es verdaderamente una planta milagrosa.
Para muchas organizaciones no gubernamentales y los grupos indígenas se trata de una grave amenaza para los derechos del suelo y el medio ambiente.
Entonces, ¿quién tiene la razón? ¿Cómo puede una sola planta —la palma aceitera— generar puntos de vista tan divergentes?
Estas son las interrogantes que Alain Rival y Patrice Levang abordan en su libro Las palmas de la controversia: la palma aceitera y los desafíos del desarrollo, recientemente traducido al inglés y publicado en línea por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
“El problema”, escriben los autores, “no es la palma aceitera, sino la forma que las personas han elegido para explotarla”.
Rival, del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) de Francia, y Levang, de CIFOR y el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia, parten de datos y experiencia de campo para brindar una imagen integral y matizada de la palma aceitera —algo que en gran medida ha estado ausente en los debates polarizados acerca de uno de los productos agrícolas más importantes del mundo.
Según Levang, la planta no puede ser vista ni como un motor de desarrollo, como afirman las empresas, ni como un presagio de pobreza, como sostienen muchas ONG.
“La situación es mucho más compleja; la palma aceitera no es ni una cosa ni la otra, sino ambas a la vez”, dijo. “El veredicto varía en función del lugar elegido, el período [de tiempo] en cuestión y las personas a las que se pregunte”.
Hoy en día, casi 18 millones de hectáreas de tierras de los trópicos han sido plantadas con palma aceitera —un área aproximadamente del tamaño de Camboya—. Los autores reconocen que el impacto ambiental de la expansión de la palma aceitera ha sido “desastroso”, en especial en el sudeste de Asia, donde ha ido en detrimento de los bosques tropicales en una de las más extraordinarias reservas de biodiversidad del planeta. En tan solo unas décadas, Indonesia ha visto la conversión de más de 5 millones de hectáreas de bosque primario, y Malasia, de más de 4 millones de hectáreas.
“La conversión de bosques primarios en plantaciones monoespecíficas de palma aceitera es, sin lugar a dudas, un desastre ecológico”, escriben Rival y Levang.
Pero también señalan que la planta en sí no es la responsable, y que es hora de alejarse de posiciones extremas de demonización o de elogios desmedidos a la palma aceitera, y, en vez de eso, identificar formas de asegurar que su producción sea sostenible.
UNA “MÁQUINA DE ACEITE NATURAL”
El libro se encarga de ilustrar bien cuán extraordinaria es la palma aceitera.
Aunque muchos asocian la palma aceitera con Malasia e Indonesia, la especie que hoy representa la mayor extensión de cultivo, Elaeis guineensis, se originó en los trópicos húmedos de África occidental y central. En esa región, es aún muy apreciada como una valiosa planta de usos múltiples que proporciona aceite de palma; aceite de palmiste; vino de palma; palmito; y una serie de materiales de construcción y para la creación de artesanía tradicional, incluyendo techado de viviendas, construcción de cercos y fortalecimiento de materiales de construcción de barro, canastas, redes, cuerdas y escobas.
El aceite de palma es actualmente el aceite vegetal de mayor consumo en el planeta, y representa más de un tercio de la producción mundial. El consumo global promedio per cápita de aceite de palma se ha más que duplicado, de 11 kilogramos (kg) en 1976 a 24,7 kg en 2009. Tal popularidad se debe en parte a su versatilidad —no solo se trata de un aceite para frituras: se le encuentra en forma de margarina, en pastelería, en una variedad muy amplia de alimentos procesados, en cosméticos, en jabones, en lubricantes, en velas, en productos farmacéuticos, en agroquímicos, en pinturas e incluso en artefactos electrónicos
Según escriben los autores, la palma aceitera es capaz de satisfacer esta demanda porque es una verdadera “máquina de aceite natural”: ocupa solo el 7 por ciento de las tierras dedicadas a cultivos para la producción de aceite en el mundo, pero produce el 39 por ciento de la oferta global de aceite vegetal (la soya o soja produce 27 por ciento del aceite vegetal del planeta, pero ocupa el 61 por ciento de las tierras utilizadas para la producción de aceite). Además, su productividad de aceite por hectárea de cultivo supera a la de cualquier otro cultivo para la producción de aceite, y requiere mucha menos pesticidas que otros cultivos similares, señala el libro.
UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO
Acosada por un coro creciente de activismo antideforestación, la industria de aceite de palma ha argumentado que no tiene sentido boicotear el aceite de palma, pues sustituir los cultivos de palma por otros cultivos para la producción de aceite como la soya o el girasol, requeriría convertir hasta ocho veces más superficie forestal para producir lo mismo.
Rival y Levang consideran engañosos estos argumentos, señalando que ninguno de estos cultivos requiere de deforestación, y que existe potencial en la intensificación ecológica y también en sistemas de certificación tales como la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés).
También sostienen que la producción de aceite de palma no necesariamente tiene que involucrar a la agroindustria. Casi la mitad del aceite de palma que se produce hoy en día no proviene de plantaciones industriales, sino de pequeñas explotaciones; a nivel mundial, alrededor de 3 millones de pequeños agricultores están vinculados al sector. En Indonesia, se estima que 25 millones de personas viven indirectamente del cultivo de palma aceitera. En África occidental y central, el aceite de palma se produce a menudo en aldeas, en pequeñas plantaciones con cultivos forestales diversos.
Según los autores, se pueden desarrollar plantaciones de palma aceitera sin destruir grandes extensiones de bosques tropicales. Los modelos de desarrollo para esto incluyen técnicas agroforestales diversas, desarrollos en mosaico (patchwork) y planificación ecológica del paisaje.
El desafío, señalan los autores, no es prevenir la expansión del sector del aceite de palma, sino alentar formas de desarrollo que busquen minimizar sus impactos negativos sobre la biodiversidad y el bienestar de la población local.
La palma de la controversia: la palma aceitera y los desafíos del desarrollo se encuentra disponible gratuitamente en línea aquí.
Para obtener más información acerca de los temas tratados en este artículo, por favor póngase en contacto con Patrice Levang en p.levang@cgiar.org
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