Opinan los expertos

Para definir el futuro de los bosques, primero definamos lo que es un bosque

La mayor parte de los bosques que nuestros hijos y nietos visitarán el día de mañana dista mucho de ser prístina. El suministro de servicios que las sociedades necesitan —como los servicios ecosistémicos y la diversidad biológica— va a depender de lo que entendemos por bosque y la intensidad de su tala o manejo. Hoy, sin embargo, todavía no tenemos un punto de referencia común que nos permita establecer el estado de los bosques.
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Bosque en el Valle de Danum, Sabah, Malasia. La definición de los diferentes tipos de bosque puede ayudarnos a evaluar la disyuntiva entre desarrollo y manejo forestal. Foto M. Edliadi/CIFOR.

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Bosque en el Valle de Danum, Sabah, Malasia. La definición de los diferentes tipos de bosque puede ayudarnos a evaluar la disyuntiva entre desarrollo y manejo forestal. Foto M. Edliadi/CIFOR.

Bosque en el Valle de Danum, Sabah, Malasia. La definición de los diferentes tipos de bosque puede ayudarnos a evaluar la disyuntiva entre desarrollo y manejo forestal. Foto M. Edliadi/CIFOR.

La mayor parte de los bosques que nuestros hijos y nietos visitarán el día de mañana dista mucho de ser prístina. El suministro de servicios que las sociedades necesitan —como los servicios ecosistémicos y la diversidad biológica— va a depender de lo que entendemos por bosque y la intensidad de su tala o manejo. Hoy, sin embargo, todavía no tenemos un punto de referencia común que nos permita establecer el estado de los bosques. Necesitamos uno con urgencia, argumentan los asociados sénior de CIFOR Francis Putz y Claudia Romero en un nuevo artículo de la revista Biotropica, para que podamos avanzar hacia un debate serio sobre el futuro de los bosques tropicales y las posibles soluciones para su gestión.

Putz y Romero exploran la naturaleza de los bosques tropicales presentes y futuros, incluidos los que se mantendrán en pie, así como aquellos que serán restaurados o creados. Recomiendan que para nuestro análisis de los bosques tropicales usemos como punto de referencia a los “bosques maduros”, áreas con árboles regenerados naturalmente y más antiguos que la rotación silvícola o económica. A partir de ahí, los autores desarrollan análisis oportunos y útiles de lo que se entiende por “degradación forestal”, “reforestación” y “restauración”. Señalan que los estados de referencia y las definiciones deben ser lo suficientemente flexibles para adaptarse a cambios ambientales, culturales y sociales, pero que también deben ser más específicos de lo que son en la actualidad.

Si vamos a seguir utilizando el término “bosque” para describir una amplia variedad de estados, como lo hacemos ahora, los futuros proyectos ambientales sufrirán. Los valores de los bosques naturales, por ejemplo, se ponen en peligro cuando las decisiones de uso de la tierra son influidas por análisis de teledetección que solo distinguen entre bosque y no bosque, y cuando “bosque” se define únicamente en función de la cobertura forestal. Estas prácticas generan un sentido de logro un tanto falso cuando los bosques que supuestamente cubren partes importantes de los paisajes tropicales apenas parecen “maduros”.

Para poder tomar decisiones de gestión de peso, tenemos que reconocer categorías más detalladas. Por ejemplo, bajo el rubro “bosque”, muchos analistas excluyen a los sistemas agroforestales de múltiples especies, pero sí incluyen plantaciones forestales de fibra de rotación corta, aunque los primeros sostienen más biodiversidad y suministran más servicios forestales con cubierta de copas y almacenamiento de carbono que las segundas.

Después de establecer y llegar a un acuerdo en relación a un “estado” de referencia y sentirnos satisfechos con definiciones más precisas, tendremos que centrarnos en las ventajas y desventajas de cada uno, que se harán más evidentes y se negociarán de manera más efectiva entre diferentes estados de bosques, ecosistemas y paisajes. Putz y Romero reconocen, por ejemplo, que la expansión de las plantaciones forestales seguramente continuará, si es que no se acelera, también a expensas de los bosques naturales, en respuesta a mercados emergentes, mejora del acceso y la gobernanza, nuevas tecnologías, políticas perversas con el medio ambiente y mayor conocimiento de oportunidades de negocio asociadas.

Lamentablemente, hay costos financieros adicionales asociados con la gestión de plantaciones a fin de que se parezca más a los bosques naturales. Para informar la toma de decisiones y sus consecuencias, los autores plantean a los investigadores el desafío de esforzarse por demostrar, a satisfacción de los administradores de las plantaciones, los beneficios de una forestería más “próxima a la naturaleza”. Para ello será necesario abordar adecuadamente los desafíos operativos y de comercialización y/o desarrollar mecanismos de compensación efectivos.

También será necesario llegar a compromisos “culturales”. Para que los forestales del futuro no sean menospreciados e ignorados, será necesario revitalizar, modernizar y adaptar los programas de capacitación forestal para que puedan afrontar los desafíos de los “nuevos” paisajes forestales. En particular, los forestales necesitan poder hacer frente a una diversidad de demandas e impulsar una transición clara de la extracción maderera y la producción de fibra explotadoras a la gestión responsable de plantaciones y bosques. Este paso hacia una diferenciación entre explotación y gestión se verá facilitado si se revelan, discuten, negocian y minimizan los compromisos asociados con el uso del bosque.

Los forestales del futuro también tendrán que ser más “locales” de lo que son hoy en día. Putz y Romero señalan que mientras las agendas de conservación en el trópico sean establecidas, vendidas e impuestas por ambientalistas ajenos al mismo, los bosques tropicales seguirán en peligro. Las campañas mundiales pueden ayudar a disminuir el ritmo al que se pierden los bosques tropicales naturales, pero en última instancia son las personas que viven en los trópicos las que tienen en sus manos el destino de esos bosques.

Sin embargo, esta no es una batalla que atañe solo a los forestales. De hecho, a juzgar por el frecuente pedido de los autores de obtener información de los campos de la economía, la geografía, la sociología y las ciencias políticas, la conservación de los bosques tropicales es y seguirá siendo un esfuerzo interdisciplinario y a múltiple escala. Para que sea eficaz, la gestión forestal debe convertirse en una estrategia de conservación integral, y se necesitan enfoques a nivel de paisaje que equilibren el deseo de ganancias derivadas de la tierra con los muchos beneficios locales, regionales y mundiales de la protección de los bosques y un manejo racional desde el punto de vista ambiental.

Para que esto suceda, los políticos y los decisores también tendrán que cambiar sus mentalidades y aceptar que las prácticas silvícolas, por un lado, tienen por objeto favorecer especies particulares, grupos funcionales o formas de vida a expensas de otras, y por otro, pueden convertirse en herramientas para la conservación de los bosques. En sitios marginales para la agricultura, la gestión de los bosques naturales para obtener madera y productos no maderables puede inclinar la balanza financiera hacia la retención de los bosques.

Por el contrario, la balanza se inclina abruptamente contra los bosques ubicados en tierras cultivables de áreas accesibles donde los costos de oportunidad financiera de no convertir los bosques para otros usos de la tierra son demasiado altos como para ser aceptados por inversionistas, propietarios y autoridades.

En este artículo, los autores nos recuerdan que muchos factores continuarán determinando el destino de los bosques, incluidas las fuerzas del mercado, la disponibilidad de mano de obra, las políticas gubernamentales, la calidad de la gobernanza forestal, la tenencia y la asignación de derechos a la tierra y los recursos, y los valores culturales que interactúan de manera compleja con los diversos impactos del cambio climático y los muchos efectos de la globalización. Sin embargo, las pérdidas evitables de bosques naturales pueden reducirse si los bosques son reconocidos y valorados por la sociedad, y si toda la variedad de usuarios de los bosques son tenidos en cuenta cuando se formulan e implementan las políticas de acceso y uso de los bosques.

El documento de Biotropica se elaboró como parte del proyecto “Futuro de los bosques de producción en el trópico”, financiado por el Departamento para el Desarrollo Internacional (DFID) del Reino Unido e implementado por el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y el Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (CRP-FTA).

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