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La ciencia es clara: la pérdida de bosques es responsable de la sequía en Brasil

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Nuevas investigaciones evidencian el efecto de los bosques sobre las precipitaciones en la Amazonia, y revelan que de continuar la deforestación, las lluvias en el sur de Brasil continuarán siendo afectadas. Fotografía de Flickr.

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Nuevas investigaciones evidencian el efecto de los bosques sobre las precipitaciones en la Amazonia, y revelan que de continuar la deforestación, las lluvias en el sur de Brasil continuarán siendo afectadas. Fotografía de Flickr.

Nuevas investigaciones evidencian el efecto de los bosques sobre las precipitaciones en la Amazonia, y revelan que de continuar la deforestación, las lluvias en el sur de Brasil continuarán siendo afectadas. Fotografía de Flickr.

El impacto de la deforestación tropical sobre el cambio climático global ha sido objeto de numerosas discusiones y debates internacionales en los medios de comunicación y en foros políticos, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En cambio, el impacto de la deforestación sobre el cambio climático a nivel local ha recibido menor atención.

Pero hoy, con la sequía sin precedentes que sufre el sur de Brasil, se ha empezado a orientar la atención hacia los impactos más concretos de la deforestación.

El Dr. Antonio Nobre, científico del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, presentó el informe The Future Climate of Amazonia (El clima futuro de la Amazonia), en el que presenta la relación de la actual sequía con la deforestación en la cuenca del Amazonas. Y mientras los políticos cuestionan sus conclusiones ¿qué nos dice la ciencia al respecto?

¿HAY UNA RELACIÓN ENTRE LOS ÁRBOLES Y LA LLUVIA?

En el 2009, los científicos de CIFOR Douglas Sheil y Daniel Murdiyarso resumieron los conocimientos científicos existentes sobre la relación entre los bosques y las precipitaciones en un artículo publicado en la revista científica BioScience. En ese entonces, la relación entre la deforestación y la disminución de las lluvias era aún incierta, aunque existían indicios de que la deforestación alteraba la formación de nubes y acentuaba la estacionalidad de las lluvias en áreas con estaciones húmedas y secas diferenciadas.

Entonces, se empezó a acumular evidencia de que una cantidad importante de la lluvia que cae en el interior de los continentes era reciclada, lo que quería decir que el agua había caído previamente cerca de los márgenes continentales, había sido bombeada de vuelta a la atmósfera por la vegetación, y caía nuevamente en forma de precipitaciones.

Este era el caso de muchas zonas del planeta. En los Estados Unidos, el 50% de las precipitaciones en el Medio Oeste eran recicladas; en el Sahel de África Occidental, la cifra llegaba al 90%. Sin embargo, una cantidad importante del agua que cae como lluvia en ciertas áreas no es reciclada. Este es el caso de la cuenca del Amazonas, dónde sólo solo entre un 30 y un 60% de las precipitaciones corresponde a agua reciclada.

Cuando se publicó el artículo de Sheil y Murdiyarso, uno de los misterios fue descubrir cómo las planicies de tierras bajas en el interior de los continentes mantenían ambientes húmedos. Si el reciclado era el mecanismo clave para que las precipitaciones lleguen al interior de los continentes, entonces estas deberían disminuir a medida que aumentaba la distancia de la costa. Este fenómeno puede observarse en muchos lugares del planeta, excepto donde hay extensas áreas de bosques naturales.

 LA “BOMBA BIÓTICA”

A mediados de la década de 2000, los físicos -Anastasia Makarieva y Víctor Gorshkov del Instituto de Física Nuclear de San Petersburgo- propusieron un innovador fenómeno físico para explicar cómo los bosques lluviosos tropicales mantienen húmedo el interior de los continentes. En estas regiones, los bosques tienen tasas más altas de evaporación que otros tipos de vegetación y a medida que el aire húmedo se eleva desde los bosques hacia la atmósfera, el vapor de agua se condensa. Esto reduce el volumen del aire, y la presión del aire cae en picada.

Debido a que el aire fluye de los lugares de alta presión a los de baja presión, esta disminución de la presión absorbe el aire denso adicional, y así los bosques toman aire húmedo de algún otro lugar (por ejemplo, los océanos). A su vez, este aire húmedo adicional se eleva y condensa, generando una situación en la que una gran proporción del agua que se condensa en forma de nubes sobre zonas húmedas en realidad es extraída de otros lugares.

Makarieva y Gorshkov llamaron a este fenómeno una “bomba biótica”, y demostraron su existencia con datos de la cuenca del río Amazonas y la cuenca del río Congo en el África Ecuatorial. Otros científicos empezaron a fijarse en este fenómeno y proporcionaron mayor evidencia sobre la existencia de esta bomba biótica. En 2012, Dominick Spracklen y otros investigadores examinaron las zonas tropicales y descubrieron que cuando el aire pasaba sobre una zona extensa de vegetación, producía al menos el doble de lluvia que el aire que pasaba sobre zonas con escasa vegetación.

Makarieva y otros investigadores fueron aún más lejos e integraron este fenómeno físico en un modelo climático para analizar el efecto de la deforestación sobre las precipitaciones. Debido a que el flujo de aire primario hacia la cuenca del Amazonas proviene del Océano Atlántico, y dado que la mayor parte de la deforestación se produce en los flancos este y sur de la cuenca, existen motivos para preocuparse.

Su simulación mostró que una continua deforestación en la cuenca del Amazonas conllevaría a una disminución de las precipitaciones.

 RÍOS EN EL CIELO

La idea de que el agua fluye por la atmósfera a través de vías observables no es nueva: fue propuesta por primera vez en un artículo de Reginald Newell y otros investigadores en Geophysical Research Letters en 1992. Varios estudios la han confirmado y muestran, además, que esos “ríos aéreos” son responsables de las precipitaciones en el sureste de Brasil. A diferencia de los ríos de superficie, estos ríos aéreos obtienen agua de la vegetación a medida que esta la extrae del suelo y la pierden a través de las precipitaciones.

Varios grupos han estudiado este fenómeno durante la última década, y el reconocimiento de la importancia de estos ríos aéreos ha aumentado. En particular, ahora entendemos cómo estos enormes flujos de agua a través de la atmósfera se relacionan con las precipitaciones en todo el continente sudamericano.

Solo para citar uno de estos estudios, Josefina Moraes Arraut y otros investigadores del Instituto Brasileño de Estudios Espaciales mostraron que a medida que las masas de aire se desplazan a través de la Amazonia, acentuadas por la bomba biótica, finalmente se topan con la Cordillera de los Andes, donde se desvían hacia el sur y por último hacia el este, para llevar la humedad de la cuenca del Amazonas al sureste de Brasil y el norte de Argentina. Por lo tanto, mantener la bomba biótica en el Amazonas es esencial para garantizar el suministro de agua en estas regiones.

 ¿QUÉ DEBERÍAN HACER LOS POLÍTICOS?

El mes pasado, el gobernador de São Paulo expresó sus dudas acerca del impacto de la deforestación amazónica en la sequía que afecta a su estado en un artículo aparecido en el Wall Street Journal. Sin embargo, la ciencia es clara y muestra mucho más que una simple correlación entre observaciones: los mecanismos de circulación del agua entre la cuenca del Amazonas y las regiones sureñas al este de los Andes están bien establecidos.

Por ello, se sabe que a medida que avanza la deforestación en el Amazonas, las precipitaciones en el sur de Brasil continuarán siendo afectadas y la selva amazónica seguirá perdiendo su capacidad de regular el clima y asegurar un flujo de agua para la región sureste del país. Además, la deforestación en la Amazonia brasileña afectará el norte de Argentina, por lo que el problema tiene una dimensión internacional.

Por ello, se sabe que a medida que avanza la deforestación en el Amazonas, las precipitaciones en el sur de Brasil continuarán siendo afectadas.

Los políticos deben equilibrar los objetivos de desarrollo y las preocupaciones ambientales, pero en este caso es bastante claro que ambas van de la mano. Por ello, parece haber dos opciones principales para tomar una acción inteligente.

Por un lado, los políticos pueden decidir cortar el problema de raíz reduciendo la deforestación amazónica y promoviendo la rehabilitación de bosques degradados y así mantener los patrones de circulación atmosférica.

Una segunda posibilidad es integrar los déficits de lluvias previstos en la planificación y adaptar los sistemas económicos del sur para que consideren sequías más frecuentes. Esto significa mejorar el almacenamiento y la distribución del agua, junto a una reducción de los desechos. Es probable que una combinación de estos dos enfoques sea mejor aceptada.

Pero hay también una tercera opción: se puede ignorar el problema y esperar a que desaparezca. El clima es variable, y esta sequía finalmente terminará. Sin embargo, también es muy probable que este no sea un hecho aislado, y la ciencia sugiere que debemos prepararnos para más.

Nota del editor: el Dr. Louis Verchot dirige una investigación sobre bosques y cambio climático en el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR). Para consultas de prensa, por favor póngase en contacto con CIFOR en cifor.blog@cgiar.org.

La investigación de CIFOR sobre bosques y cambio climático es financiada parcialmente por los gobiernos de Noruega, Australia, la Unión Europea y los Estados Unidos, y forma parte del Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería.

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