Nota del editor: Sven Wunder es investigador principal del Instituto Forestal Europeo (EFI) e investigador asociado sénior de CIFOR-ICRAF.
Los créditos de carbono provenientes de la conservación de los bosques han sido considerados por muchos como una herramienta prometedora para ayudar a mitigar el cambio climático al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero conservando bosques en pie en el sur global. Estos créditos ofrecen a empresas e individuos un mecanismo para compensar su huella de carbono ―llamado “offset”―.
Los créditos de carbono de los proyectos REDD+ (el esquema de reducción de emisiones provenientes de la deforestación y degradación de los bosques) se otorgan comparando la cobertura forestal observada en las áreas de los proyectos, con escenarios de referencia de deforestación en los que no existe REDD+. La diferencia entre ambos es conocida como “adicionalidad”, y está considerada en el artículo 6 del Acuerdo de París.
La adquisición voluntaria de los créditos de REDD+ tiene como objetivo ayudar a conservar los bosques por medio de un mejor monitoreo y control del cumplimiento, la promoción de prácticas sostenibles, el involucramiento de las partes interesadas locales y otras actividades. Sin embargo, estudios académicos recientes, que han sido recogidos y ampliados por reportajes en medios de comunicación, han planteado algunas dudas sobre la eficacia de estos proyectos, especialmente sobre cuántas reducciones “adicionales” de emisiones se han logrado más allá de lo que habría pasado sin la existencia de los proyectos de conservación.
En un artículo reciente, publicado en la revista científica Science, mis colegas y yo examinamos por primera vez estos impactos de la conservación forestal en una muestra pantropical.
En nuestro estudio observamos los efectos de 26 proyectos REDD+ en seis países: Perú, Colombia, la República Democrática del Congo, Tanzania, Zambia y Camboya. Todos estos proyectos ofrecieron créditos en los mercados voluntarios de carbono, certificados por la entidad privada Verra, con sede en Estados Unidos.
Descubrimos que la mayoría de los proyectos de nuestra muestra no han reducido la deforestación de forma significativa. En los casos en los que se lograron algunas reducciones, estas fueron sustancialmente menores que lo atribuido a la generación de créditos de carbono forestal.
Nuestras evaluaciones del impacto observaron el desempeño retrospectivo del proyecto, en lugar de hacer pronósticos de adicionalidad al principio del proyecto. Nos concentramos en las reducciones observadas en la deforestación, comparadas con algunas áreas de “control” preseleccionadas que, excluyendo la intervención de REDD+, tuvieran características similares a las de las áreas del proyecto. Estas áreas de control son monitoreadas simultáneamente con la intervención de REDD+. Al comparar el desempeño de la conservación, la diferencia en las tendencias entre los proyectos y sus controles pueden, por lo tanto, atribuirse a las acciones de REDD+.
Nuestros cálculos sugieren que solo 5.4 (6.1 por ciento) de los 89 millones de créditos de carbono esperados de los proyectos de REDD+ en el estudio estarían probablemente asociados con reducciones adicionales de emisiones de carbono. Sin embargo, muchos créditos basados en proyectos han sido ya utilizados por compradores de carbono para compensar sus emisiones.
Según nuestro estudio, la discrepancia entre los créditos declarados y el impacto confirmado se debe principalmente a los pronósticos exagerados de emisiones evitadas provenientes de los habituales escenarios de referencia que estos proyectos han adoptado. Estas predicciones están siendo extrapoladas a partir de tendencias históricas de deforestación local, normalmente con gran flexibilidad de elegir entre bases de referencia que difieren considerablemente entre sí. Estas bases de referencia “expandibles” planteadas al inicio pueden “inflarse” fácilmente, como un “globo aerostático” que se llena con “aire caliente”, resultando en créditos de carbono que no son reales. Además, con el tiempo, las bases de referencia pueden no ser realistas, cuando las condiciones económicas o políticas cambian de manera sustancial, porque es difícil predecir el futuro.
Sumado a ello, muchos proyectos REDD+ se han establecido en zonas boscosas que, desde el principio, eran “altas y lejanas”, es decir, ubicadas lejos de caminos, mercados, gente y amenazas reales de deforestación. Las zonas “altas y lejanas” garantizaban obtener resultados fáciles en términos de conservación forestal. Sin embargo, cuando comparamos la conservación forestal en estas zonas con áreas de control similares, las diferencias fueron típicamente insignificantes: el supuesto esfuerzo de protección no pudo ser corroborado por un mejor desempeño.
¿Cómo han podido ocurrir estas fallas? Los programas de certificación existen precisamente para salvaguardar la integridad de las compensaciones (offsets). Pero nuestros resultados indican que las metodologías actualmente aprobadas son tan variables y amplias que no pueden garantizar la integridad de las verdaderas reducciones de emisiones.
Existen muchos esquemas para créditos de carbono REDD+ disponibles, desde enfoques orientados a proyectos hasta jurisdicciones; entre países, entidades del sector privado y multilaterales. Y, más allá de REDD+, también hay créditos para plantar árboles. En particular, nuestros resultados se refieren únicamente al segmento de créditos REDD+ del sector privado, del mercado voluntario y certificados por Verra, aunque vale agregar que este también ha experimentado un rápido crecimiento en los últimos tiempos.
En nuestro análisis concluimos que, en lugar de un llamado para descartar REDD+, es fundamental desarrollar nuevos y rigurosos métodos para la construcción de datos de referencia de la deforestación que sean creíbles para intervenciones voluntarias de REDD+, así como evaluar de forma apropiada y periódica su contribución a la mitigación del cambio climático.
En lo personal, tendría, al menos, algunas sugerencias para traer a la mesa. Una posibilidad es emplear a instituciones independientes para establecer las bases de referencia ―por ejemplo, bajo el amparo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático― que integren lo mejor de la ciencia disponible. Segundo, los futuros compradores de créditos de carbono podrían buscar créditos basados en las reducciones observadas a posteriori, en lugar de solo la adicionalidad que se esperaba de antemano.
Esto podría requerir que los proyectos o la suma a gran escala de créditos de carbono bancarizados “amortigüen” no solo los riesgos naturales, como los incendios forestales, sino también amenazas más complejas a la adicionalidad de los proyectos.
Podría ser necesario repensar radicalmente cómo reformar los mercados voluntarios de carbono para inspirar más confianza, dado que las sociedades en el norte global se han vuelto más y más escépticas cuando se trata de compensaciones de carbono. Y, considerando, que nuestra investigación indica que este ya popular escepticismo no es infundado.
La investigación citada fue apoyada por la Iniciativa Internacional sobre Climas y Bosques (NICFI), el Meridian Institute, el Estudio Global Comparativo sobre REDD+ de CIFOR-ICRAF y el proyecto NewGo financiado por BMEL del Instituto Forestal Europeo.
Queremos que comparta el contenido de Los Bosques en las Noticias (Forests News), el cual se publica bajo la licencia Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional (CC BY-NC-SA 4.0) de Creative Commons. Ello significa que usted es libre de redistribuir nuestro material con fines no comerciales. Para ello, le pedimos que incluya el crédito correspondiente de Los Bosques en las Noticias y un enlace al contenido original, que indique si se han hecho cambios en el material, y que difunda sus contribuciones bajo la misma licencia de Creative Commons. Si quiere republicar, reimprimir o reutilizar nuestros materiales, debe notificarlo a Los Bosques en las Noticias, poniéndose en contacto con forestsnews@cifor-icraf.org