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Nota del editor: Este artículo resumen se basa en uno publicado originalmente en Landscape News, bajo la autoría de David Charles.

Bajo tierra, las históricas interacciones comerciales entre un denso entramado de raíces y micelios de hongos han llamado recientemente la atención de los científicos sobre el potencial del suelo para almacenar más carbono. La dinámica, conocida como asociación simbiótica, permite a las plantas alimentarse de los nutrientes de los hongos y a cambio estos reciben los hidratos de carbono fotosintetizados por la planta.

En este intercambio subterráneo “los hongos pueden controlar el mecanismo de absorción de nutrientes de la planta y hacerla completamente dependiente de ellos para [obtener] sus nutrientes”, explica Toby Kiers, bióloga evolutiva de la Vrije Universiteit Amsterdam. Junto a su equipo, Kiers halló que algunos hongos hacen mejores “tratos” que otros: son más tacaños con su fósforo y nitrógeno y extraen un mayor “precio” de carbono de las plantas.

A la luz de estos resultados, los científicos están tratando de comprender mejor qué es lo que sucede en estas redes subterráneas y cómo hacer más “costosos” los nutrientes para así aumentar el potencial de almacenamiento de carbono del suelo, el cual de por sí contiene el 80 % del carbono almacenado en los ecosistemas terrestres.

Una oportunidad para transformar los ecosistemas degradados

Frente a la urgente tarea de la restauración, prestar atención a lo que sucede bajo nuestros pies será clave para alcanzar los objetivos de recuperación de los ecosistemas. Sin embargo, hasta ahora gran parte de los esfuerzos globales se han centrado solo en los programas de plantación de árboles, ignorando el poder de sus socios microbianos.

“Hay fuertes razones para creer que a los árboles [en proyectos fallidos de plantación] les pueden estar faltando sus socios microbianos, en especial cuando se plantan en antiguos paisajes agrícolas degradados”, dice Colin Averill, ecólogo microbiano, micorrícico y de ecosistemas en el Crowther Lab.

Dado que décadas de arado han dañado las redes micorrícicas de estos paisajes, la transición de un campo arado a un ecosistema próspero podría tomar 30 años o más. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que con la inoculación de suelos de paisajes más maduros (con sus comunidades microbianas) en el suelo degradado, es posible acelerar el proceso de restauración.

A pesar de su potencial, nuestros suelos almacenan 133 000 millones de toneladas de carbono menos que lo que almacenarían en un mundo sin agricultura. “Realmente no sabemos lo que estamos perdiendo”, señala Averill. Por ello, cada vez más científicos de todo el mundo están comenzando a cambiar el discurso en torno al suelo y a dedicar más investigación a esta parte esencial de los ecosistemas.

Descubre más sobre el mundo de los microbiomas del suelo en el artículo original: https://bit.ly/3ebfjDn

 

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