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Cuando la bombera Daniela Azero y su equipo vieron por primera vez la magnitud de los incendios forestales que se han desatado en el este de Bolivia, cerca de la frontera amazónica con Brasil, se llevaron una gran impresión. “Había demasiados focos de calor: enormes columnas de humo y llamas grandes y potentes”, relata.

El bosque seco Chiquitano de Bolivia nunca había ardido de esta manera, pero ahora el desastre ha tomado por sorpresa al país. “Por desgracia, esto se debe a que la gente ha estado deforestando y quemando para despejar tierras para la agricultura”, dice Azero.

El equipo de Azero fue convocado desde la ciudad boliviana La Paz, para unirse a otros bomberos de todo el país y del Perú. De inmediato, pusieron manos a la obra y trataron de extinguir algunos de los incendios, además de despejar matorrales y cavar trincheras para evitar que estos se propagaran aún más. “Es un trabajo físico realmente duro”, cuenta Azero, quien junto a otras tres mujeres conforma un equipo de 70 bomberos en el frente de batalla contra los incendios forestales de la llamada Chiquitanía.

El alojamiento en el que su grupo de trabajo descansaba era básico. Luego de los largos y calurosos días de trabajo, los bomberos dormían en colchones colocados sobre el piso, dentro de los hospedajes de las comunidades locales que han estado apoyando tanto como pueden ante la emergencia.

“Nos ayudaron a acceder a áreas a las que es difícil llegar y nos proporcionaron materiales y acceso al agua”, relata Azero. “Pero también están muy tristes por lo que está sucediendo aquí”, afirma.

Al igual que los incendios que han ocurrido en Brasil y en otras partes del mundo, la nueva magnitud de estos en Bolivia se debe en gran medida a la quema de tierras recientemente deforestadas, impulsada por un decreto emitido en julio por el presidente Evo Morales, que aumentó el área que los agricultores pueden quemar para limpiar las áreas desde cinco a 20 hectáreas.

Si bien la quema controlada para la agricultura es una práctica común que se ha realizado durante miles de años en muchas partes de la Amazonía, actualmente está siendo utilizada en el bosque seco Chiquitano por nuevos residentes y empresas privadas que “no conocen el medio ambiente en el que trabajan”, indica Rubens Barbery, director del Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (CEPAD), una ONG boliviana.

“Como su nombre lo indica, este bosque es sumamente seco, y no es viable usar fuego para despejar tierras en esta situación”, enfatiza Barbery. “Es práctico para la persona que lo hace —facilita la labor de despeje de la tierra—, pero no es adecuado para los ecosistemas forestales de este lugar ni frente a las condiciones existentes. Una llama descontrolada puede escaparse cuando la gente no está atenta y causar un desastre como el que vemos ahora”.

   La humareda que afecta las zonas aledañas a los incendios forestales. Foto y derechos de uso: Romaneth Hidalgo.

Según Azero, en los últimos días ha llovido en las zonas más afectadas por el fuego, lo que ha contenido algunos de los incendios, pero no ha sido suficiente para extinguirlos por completo.

“Una de las características del bosque seco Chiquitano es que tiene una capa de vegetación en la parte superior”, explica Barbery. “Eso mantiene el calor en la parte inferior, aun cuando haya dejado de arder encima”.

Ahora, una importante preocupación para los bomberos es la proximidad de los incendios al Parque Nacional Noel Kempff Mercado. Con más de 4 000 plantas y 130 especies animales que viven en sus 1.6 millones de hectáreas, es uno de los parques más grandes y con mayor biodiversidad en la cuenca del río Amazonas.

Pero la situación de sequía que está afectando actualmente al parque y secando su vegetación, así como la difícil accesibilidad del lugar, significa que se deben mantener las llamas fuera de sus límites a toda costa. “Sería casi imposible controlar el fuego si llegara hasta allá”, dice Barbery. “Por ello, en este momento, la mayoría de los esfuerzos de los bomberos consisten en asegurarse de que el fuego no ingrese al parque”.

La situación sigue siendo muy cambiante e impredecible, señala Barbery, y los incendios actualmente se encuentran muy lejos de estar totalmente bajo control.

Mirando hacia el futuro, tanto Barbery como Azero enfatizan la importancia de las medidas preventivas.

“Es lamentable que solo intervengamos y planifiquemos cuando ocurren estos grandes desastres”, sostiene Azero.

“Ya llevamos más de 20 días [trabajando] en un incendio que sabíamos cómo controlar desde el principio”, se lamenta Barbery.

“Si las autoridades y departamentos nacionales le hubieran dado la importancia que requería, no estaríamos ahora ante un problema de esta magnitud”, asegura el director de CEPAD.

“Pienso que necesitamos mejorar la toma de conciencia en todo sentido, y debemos poder contar con un sistema de alerta temprana que nos permita sofocar los incendios rápidamente y no dejar que se propaguen a este nivel”.

Cavar trincheras es uno de los métodos que los bomberos utilizan para evitar la propagación de las llamas. Gracias al CEPAD, Bolivia ahora está trabajando en el desarrollo de equipos de respuesta temprana en lugares más próximos a las áreas propensas a incendios, así como de un sistema de alerta temprana. Las contribuciones internacionales a esta causa son bienvenidas, agrega Barbery, porque los programas de prevención son a menudo más costosos y difíciles de implementar que el trabajo de control de incendios en sí.

En lo inmediato, dado que los suministros de agua de la aldea se están canalizando hacia los incendios, también se requiere ayuda extranjera que proporcione agua suplementaria para beber.

Azero y Barbery también esperan que el desastre ayude a inculcar una mayor conciencia ambiental en la población en su conjunto. “Creo que nos corresponde a cada uno de nosotros tomar conciencia sobre cómo cuidamos el medio ambiente”, apunta Azero. “Lamentablemente, el medio ambiente es a menudo lo último en la mente de las personas. No lo tienen muy en cuenta; no saben el valor que tiene”, concluye.

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