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Del Congo a la Amazonia, los cazadores hablan el mismo idioma

Cazadores en África están aprendiendo cómo sus contrapartes en América Latina manejan la vida silvestre.
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Cazadores de subsistencia en el Congo y la Amazonia coinciden en necesidades y retos. Ollivier Girard/CIFOR

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Aunque se encuentran en continentes distintos, los cazadores de los bosques de África y América Latina pueden aprender de las experiencias de uno y de otro en cuanto al manejo de la vida silvestre y al aprovechamiento de la carne de monte, según expertos del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).

“Tanto en el Congo como en la Amazonia, millones de personas dependen de las especies silvestres para alimentarse; y la caza y la pesca aportan un alto porcentaje de nutrientes”, señaló John Fa, investigador asociado sénior de CIFOR y coordinador de la Iniciativa de Investigación sobre Carne de Monte (Bushmeat Research Initiative).

Además de cazar para alimentar a sus familias, los cazadores de las cuencas del Amazonas y del Congo venden parte de la carne de los animales silvestres que atrapan. Los ingresos proporcionan un margen de seguridad frente a las malas cosechas u otras dificultades económicas, y sirven para hacer frente a gastos del hogar, el cuidado de la salud o las cuotas escolares.

NO A LA CAZA EXCESIVA

Sin embargo, el manejo de la vida silvestre es fundamental para asegurarse de que la caza —o mejor dicho, la caza excesiva— no tenga demasiadas consecuencias negativas para los ecosistemas, observó Fa.

Tanto en el Congo como en la Amazonia, millones de personas dependen de las especies silvestres para alimentarse"

Brian Child

Por ejemplo, la caza excesiva de una cierta especie animal podría reducir la dispersión de las semillas de las plantas que constituyen su alimentación, lo que podría llevar a la disminución gradual de la cantidad de dichas plantas y, por tanto, del suministro de alimentos.

“Modificar la vegetación modifica el suministro de alimentos, lo que afecta a las especies animales que pueden sobrevivir en ese paisaje”, advirtió Fa.

La caza excesiva puede controlarse si los cazadores saben cuántos animales de monte extraen sus comunidades, dijo Nathalie Van Vliet, investigadora sénior de CIFOR.

“El problema es que los cazadores saben cuánto se llevan ellos o sus vecinos, pero no lo que cazan otros, así que no saben cuánto extrae la comunidad en su conjunto”, explicó.

ARMADOS CON COMPUTADORAS

La supervisión comunitaria puede llenar ese vacío. En algunas partes de África y de la Amazonia, los cazadores van armados no solo con escopetas, sino también con computadoras portátiles o teléfonos celulares para registrar la información acerca de qué cazan y dónde, así como  las condiciones del bosque.

En Namibia, donde la caza -incluso la caza deportiva- es una importante fuente de ingresos y alimentos para las comunidades, los guardianes de los animales de monte mantienen registros detallados que permiten que los comités de conservación de las comunidades controlen los impactos y ajusten los límites de caza, según Greenwell Matongo de WWF Namibia.

Matongo integró el grupo de investigadores, funcionarios públicos y cazadores que se reunieron en Leticia, Colombia, en octubre de 2015, para tratar los cambios regulatorios para la legalización de la venta de carne de monte en Colombia.

En la reserva indígena o resguardo ticoya que se encuentra cerca de Leticia, a orillas del río Amazonas, donde convergen las fronteras de Colombia, Brasil y Perú, los cazadores están experimentando con una aplicación para teléfono celular que los ayuda a rastrear los animales silvestres.

Al convertirse en científicos ciudadanos, los cazadores recopilan datos que son valiosos para sus comunidades y para los investigadores, comentó Brian Child, profesor asociado del Departamento de Geografía y del Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Florida.

“A la gente le encanta: representa un gran empoderamiento. Les encanta aprender, les encanta hacer gráficos, les encanta entender lo que dicen los datos, les encanta presentar esto a las comunidades”, afirmó Child refiriéndose a la supervisión comunitaria de la vida silvestre.

“Allí es donde se ve el verdadero beneficio: que las propias comunidades se conviertan en profesionales y recojan, analicen y respondan a los datos”, agregó.

HISTORIA DE DOS CUENCAS

Si bien tanto la cuenca del Amazonas como la del Congo abarcan grandes extensiones de bosque tropical donde viven los cazadores de animales silvestres, las dos regiones difieren en algunos aspectos importantes.

La cuenca del Congo tiene menos de la mitad de bosque denso -1,6 millones de kilómetros cuadrados, comparado con 3,9 millones de kilómetros cuadrados en la Amazonia- y más del doble de habitantes que la Amazonia.

Algunas investigaciones anteriores parecían indicar que se consumía mucha más carne de monte en la cuenca del Congo que en la del Amazonas. Según una estimación  de 2010, el consumo de carne de monte en la cuenca del Congo ascendió a unos 3,2 millones toneladas en un año, comparado con casi 1 millón de toneladas en la Amazonia.

Creo que hay menos diferencias entre un cazador de Gabón y un cazador de la Amazonia que entre un cazador de Gabón y un habitante urbano de Gabón"

Nathalie Van Vliet

Sin embargo, ese cálculo y otros similares se han deducido de relativamente pocos datos, algunos de los cuales son antiguos, según explica Van Vliet. Estudios más recientes muestran que la gente sigue consumiendo carne de monte incluso después de mudarse de las zonas rurales a las ciudades, pero es necesario llevar a cabo más investigaciones para entender cómo se modifican los patrones de consumo, afirmó.

El manejo comunitario de la vida silvestre es fundamental para adaptarse a circunstancias cambiantes, dijo Van Vliet, quien trabaja con cazadores de Colombia y de Gabón que están formulando planes de manejo para la caza.

“En Gabón los cazadores se dieron cuenta de que necesitaban establecer límites a la caza de especies parcialmente protegidas en su área”, comentó. “La pregunta era dónde poner el límite, porque no tenían datos que demostraran cuánto sería sostenible.

Van Vliet sugirió elaborar un plan de manejo adaptativo, que comenzaría fijando el límite al monto actualmente extraído. Los cazadores entonces controlarían los impactos y adaptarían el plan de acuerdo a las necesidades.

“El problema era que nadie sabía cuánto extraían en total como comunidad”, observó. “Un sistema comunitario de supervisión ofrece importante información para llenar estos vacíos”.

En Gabón los cazadores, que establecieron un límite de 30 cerdos salvajes por año, basado en datos que indicaban que en 2014 habían cazado 28 de estos animales, están utilizando un sistema de monitoreo similar al que usan los cazadores del resguardo ticoya, que se encuentra en el rincón más meridional de Colombia, cerca del río Amazonas.

INTERCAMBIANDO EXPERIENCIAS

A Van Vliet le gustaría que los dos grupos de cazadores pudieran aprender de las experiencias del otro.

“Enfrentan desafíos similares”, señaló. “Creo que hay menos diferencias entre un cazador de Gabón y un cazador de la Amazonia que entre un cazador de Gabón y un habitante urbano de Gabón”.

Mientras se reunía con los cazadores de Gabón en un viaje reciente, Van Vliet recibía mensajes de los cazadores del resguardo ticoya por medio de la aplicación WhatsApp, y comenzó a pensar en formas en las que podrían comunicarse los dos grupos.

“El problema es el idioma, pero podrían intercambiar fotos”,  sugiere.

En Gabón los cazadores estaban especialmente interesados en el manejo, por parte de los cazadores de Colombia, de las especies de árboles frutales con el fin de atraer ciertos animales.

“Los cazadores de Gabón dijeron que sentían que los animales silvestres estaban más lejos en la actualidad que en la época de sus abuelos”, explica van Vliet. “Piensan que podría ser debido a la caza o la tala, ya que a veces se extraen árboles que dan frutos”.

A los cazadores africanos les intrigaba la idea de plantar algunas de esas especies de árboles más cerca de sus pueblos para atraer animales, como lo habían hecho las comunidades del resguardo ticoya.

“Creo que estos intercambios son muy útiles”, dice Van Vliet. “Aprendo muchísimo al observar estas situaciones diferentes, y creo que ellos también aprenderían”.

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