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En Brasil, palma aceitera y deforestación no siempre son sinónimos

Aunque lo desafíos persisten, investigadores explican cómo Brasil puede ofrecer lecciones para la producción de aceite de palma sostenible.
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Aunque Brasil produce sólo una fracción del total mundial, ofrece importantes lecciones para otros países que se esfuerzan por mantener el aceite de palma sostenible. Juan Carlos Huayllapuma Cruz / CIFOR.

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Tal vez esto le resulte imposible de creer, pero la industria del aceite de palma no es necesariamente sinónimo de destrucción del medio ambiente. Al menos, no en todas partes.

Esa es la conclusión de un reciente informe del Centro para la Investigación Forestal Internacional, que presenta un balance de la industria del aceite de palma en Brasil y cuyos autores son Frederico Brandão y George Schoneveld.

“El sector del aceite de palma es mundialmente conocido por tener enormes impactos ambientales negativos, pero el caso de Brasil muestra que no necesariamente significa deforestación”, afirma Brandão.

La producción de aceite de palma a gran escala es aún incipiente en Brasil. La industria se remonta apenas a 1970, cuando estaban presentes solo algunos pequeños actores. Pero hace una década, grandes inversores nacionales e internacionales comenzaron a interesarse.

El principal motor de la expansión del cultivo de la palma aceitera en Brasil fue la ley nacional del biodiesel (Lei nº 11.097) de 2005, con la cual el país buscaba reducir su dependencia de los combustibles importados. También contribuyó a su expansión el auge de los mercados mundiales de aceite vegetal, particularmente en la India y China.

Aunque Brasil produce sólo una fracción del total global –Indonesia y Malaysia continúan siendo los principales productores- ofrece lecciones importantes para mantener la actividad del aceite de palma sostenible.

LECCIONES CLAVES

Pero si la expansión del cultivo de palma aceitera en Brasil no ha sido seguida por deforestación es, en gran parte, gracias a las regulaciones del país que garantizan salvaguardias ambientales y sociales.

“El gobierno de Brasil ha invertido mucho en gestión ambiental, en un intento por reducir la deforestación”, afirma Schoneveld.

Por ejemplo, en 2010, el gobierno creó el Programa de Produção Sustentável de Óleo de Palma no Brasil (Programa de Producción de Aceite de Palma Sostenible de Brasil) y una zonificación agroecológica de palma aceitera en áreas deforestadas de la Amazonia, mediante la cual se restringe el cultivo de palma aceitera a zonas que ya habían sido desboscadas; y generando incentivos a través de créditos para permitir a los agricultores familiares y pequeños productores participar en el sector.

Estos reglamentos fueron además respaldados por mecanismos para controlar y hacer cumplir las políticas. Una de las claves ha sido asegurar  que los derechos de propiedad individual estuvieran oficialmente delineados y registrados por el Estado, según explica Schoneveld.

“Si el gobierno detecta a través de sensores remotos que ha ocurrido deforestación, los funcionarios pueden ver los mapas de las propiedades y determinar ‘esta persona ha deforestado’. Así es mucho más fácil atribuir responsabilidad”.

Pero los incentivos públicos también han ayudado a un crecimiento responsable.

“Dudo que hubiéramos visto modelos que incluyen pequeños productores en el sector de palma aceitera en Brasil si el estado no hubiera proporcionado mecanismos para estimular a estos”, dice Schoneveld.

“Se trata de acceso a la financiación: el Estado está facilitando el acceso de los pequeños agricultores al financiamiento y también es un garante, esto elimina el riesgo y ayuda a los pequeños productores”.

Como resultado, los agricultores que reúnen los requisitos para sistemas de financiación pueden terminar mucho mejor que sus vecinos.

Haciendo un cálculo, los agricultores de palma aceitera ganan 4,9 veces más que el promedio de los hogares en la zona y 4,5 veces más que los que siembran yuca, el cultivo más común.

LOS DESAFÍOS CONTINÚAN

Pero los logros de Brasil en el sector no niegan el hecho de que no todo va viento en popa, y que el cultivo de palma aceitera conlleva impactos adversos.

Daños al medio ambiente que van más allá de la deforestación se han documentado, incluyendo la contaminación de ríos pequeños. También ha habido algunos conflictos por la tierra, dice Brandão, y un flujo de trabajadores migrantes a las áreas de plantación ha dado lugar a un aumento de tensiones y sobrecarga de los servicios sociales.

Un reciente decrecimiento del sector también pone en riesgo a regiones ya precarias, ante un aumento del desempleo.

Brandão y Schoneveld también encontraron que la diferencia de ingresos entre los que participan en esquemas de palma aceitera y los que no, podría dar lugar a desigualdades, sobre todo porque el aumento de los ingresos, según los informes, no ha tenido un efecto en cadena para las comunidades.

Y además  está la discusión de cuan inclusivos son estos modelos en realidad.

Para beneficiarse de los préstamos que necesitan, los participantes deben cumplir varios criterios de elegibilidad, de modo que los riesgos a la seguridad alimentaria y a los créditos sean minimizados.

“Hay personas que no tienen suficiente tierra, no tienen suficientes ingresos o son demasiado viejos y no tienen suficiente mano de obra, entonces técnicamente no pueden ser parte de estos esquemas,” dice Schoneveld.

Y la pregunta es, según el investigador: “¿Está realmente beneficiando a los más pobres entre los pobres: las personas que realmente necesitan salir de la pobreza?”

UN FUTURO IMPERFECTO

Una confluencia de fuerzas económicas ha puesto el futuro de la industria del aceite de palma de Brasil en un terreno inestable.

Mayores costos de mano de obra -Brasil tiene el más alto de los 44 países que cultivan la palma de aceite- y de transporte,  colocan a Brasil en una situación difícil y en desventaja en el mercado internacional, aún más con la reciente caída del precio del aceite de palma crudo.

Y aunque el deseo de un biodiesel de cosecha propia ayudó inicialmente al surgimiento de la industria hace una década, poco aceite de palma está siendo dirigido a abastecer la demanda de biodiesel, dados los altos costos del aceite de palma frente a otros como la soja.

De hecho, en los últimos años, algunas de las mayores empresas del sector parecen estar tratando de retirarse.

“Las grandes empresas  se enfrentan a más dificultades, mientras que las medianas están más consolidadas”, según Brandão.

“Esto sugiere que las políticas para promover la inclusión deberían estar más orientadas hacia los intereses de las pequeñas y medianas empresas en lugar de las grandes corporaciones”.

Si las empresas se retiraran, otras podrían ocupar su lugar, pero no está claro si esas empresas estarían dispuestas a seguir el mismo modelo, aunque el fuerte compromiso nacional para el sector sugiere que los pequeños agricultores vinculados a esas empresas no serían dejados a su suerte.

Brasil parece estar en una encrucijada: hay señales que indican que podría posicionarse bien en el mercado de aceite de palma sostenible, pero sólo si la economía se alinea y los consumidores aceptan pagar precios más altos por beneficios ambientales y sociales.

“Es bastante incierto cómo  evolucionará el sector y si se trata de una solución a largo plazo para la pobreza en estas áreas de la Amazonía”, dice Schoneveld.

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