Amazonas, Brasil_ Al mirar desde una avioneta el Amazonas, una manta verde irregular se extiende en el horizonte, dividida sólo por líneas aisladas de color marrón formadas por los ríos que atraviesan la selva tropical. Su grandeza parece indestructible.
Pero un arco de deforestación se extiende a través de la selva tropical más grande del mundo, debido principalmente a ganaderos que buscan más tierras para satisfacer lo que parece ser un insaciable apetito de carne a nivel global.
Salvar el Amazonas, así como otros grandes bosques, como los de la Cuenca del Congo y el Sureste Asiático, ha sido, desde hace un tiempo, una meta de los ambientalistas y otros expertos. Pero la tarea se hizo más urgente desde que los científicos afirmaran que salvarlos puede convertirse en la manera más rápida y económica de reducir los efectos del cambio climático – la deforestación representa hasta el 18 por ciento de las emisiones globales de carbono (la misma cantidad emitida por el sector transporte a nivel mundial).
Esta afirmación ha motivado a los gobiernos a desarrollar un plan en el que los países ricos paguen a los pobres para que no talen sus bosques. Miles de millones de dólares se han comprometido para el mecanismo conocido por su acrónimo como REDD: Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques.
Pero hacer que el plan funcione en la realidad es una tarea difícil. Los países que acogen a estos bosques suelen tener gobiernos débiles, incluso con dificultades para proporcionar servicios básicos a la población, y que mucho menos pueden proteger sus bosques.
Sin embargo, cientos de proyectos piloto de REDD están surgiendo – algunos proyectos ya existentes son remodelados para la conservación de bosques, y otros programas de desarrollo social son reorganizados. Los gobiernos están elaborando políticas de REDD y leyes. Lo que ha llevado a la necesidad de aprender rápidamente lo que funciona y lo que no.
En el Amazonas, un equipo de seis personas ha pasado los últimos dos meses viviendo en un barco, viajando de pueblo en pueblo para aprender cómo las comunidades remotas utilizan y protegen los bosques. El equipo, dirigido por Riyong Kim Bakkegaard, de origen australiano y alumna de doctorado de la Universidad de Copenhague, trabaja con el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), que está llevando a cabo un estudio global comparativo de los proyectos REDD en Asia, África y América del Sur.
Los bosques son el hogar de unos 240 millones de personas – muchas de ellas, viviendo en la pobreza. Entender cómo las personas utilizan los bosques, y lo que les motiva a cambiar sus tierras y el uso de sus recursos, es importante porque puede proporcionar las claves para la conservación de los bosques, así como para la reducción de la pobreza. Por ejemplo, la participación comunitaria en el manejo forestal ha demostrado ser una herramienta eficaz para la conservación – y tal vez un complemento fundamental para la protección legal, como declarar una área Parque Nacional. Una cuarta parte de todos los suelos forestales en los países en desarrollo está bajo algún tipo de control comunitario.
“La idea detrás de REDD es que tenemos que mantener el bosque en pie y evitar la deforestación, que emite dióxido de carbono a la atmósfera. Por lo tanto, al evitar la deforestación, estamos contribuyendo a la desaceleración del cambio climático”, señaló Bakkegaard. “Se puede evitar la deforestación a través de pagos a los países ricos en bosques, principalmente ubicados en zonas tropicales alrededor del mundo, esto les ayudará a tomar medidas como no talar sus bosques, y los compensará por las pérdidas al no explotarlos.”
Su investigación está en busca de conocimientos que se pueden adquirir del proyecto brasileño llamado Bolsa Floresta (Subsidio Forestal), uno de los cinco proyectos que se están estudiando como parte de la investigación de REDD de CIFOR en Brasil. El proyecto se extiende a través de 10 millones de hectáreas de franja amazónica y trabaja para mejorar el bienestar de las comunidades de modo que estén motivadas a salvaguardar el bosque. Se está llevando a cabo exclusivamente en áreas protegidas declaradas por el estado. Sin embargo, a diferencia de muchas otras regiones protegidas legalmente, estas áreas permiten explícitamente la presencia de la población local, por lo que es vital el desarrollo de mecanismos para lograr la conservación de una manera colaborativa.
El proyecto está financiado con una mezcla de dinero del sector privado nacional e internacional – de Bradesco Bank de Brasil, Coca-Cola, Samsung, hoteles Marriott entre otros – y el apoyo del sector público del estado federal de Amazonas que trabaja en colaboración con las autoridades ambientales locales y ONGs. Hasta ahora, uno de los proyectos de Bolsa Floresta, en la Reserva de Juma, también ha sido desarrollado como un proyecto REDD. Este es el primer proyecto a nivel mundial en recibir el Gold Status bajo el Estándar de Clima, Comunidad y Biodiversidad (Estándar CCB) para proyectos REDD+ en 2008.
“Bolsa Floresta es un mecanismo para cambiar un viejo sueño, y hacerlo realidad. El sueño era que valoraran los bosques por los servicios que prestan”, comentó Virgilio Viana, director del proyecto. “Cuando diseñamos este programa en 2007, vimos que era una oportunidad para contribuir al debate internacional al mostrar que REDD es factible y que se puede llevar a cabo en campo. Y también significaba crear un impacto (bienestar) a corto plazo en la sociedad amazónica.”
Bolsa Floresta cuenta con cuatro componentes. El primero es un pago mensual en efectivo de 50 reales (33 dólares) a cada familia a cambio del compromiso de salvaguardar los bosques y usar sólo una cantidad limitada de tierra para cultivar frutas y verduras – en particular para no aclarar más allá de un área estrechamente definida. El segundo es apoyo a medios de vida alternativos, como el establecimiento de cooperativas en el mercado “verde” para producir, por ejemplo nueces de Brasil, y agregar más valor a la producción ya existente. El tercero trabaja para mejorar la salud y la educación mediante la gestión de nuevos centros de salud y escuelas. El cuarto fortalece a las organizaciones comunitarias locales.
“REDD tiene que tener este enfoque holístico – de lo contrario no va a cambiar el curso de la historia”, señaló Viana. “Se pueden apreciar estos cuatro componentes como de aplicación general, no sólo en el Amazonas, sino en todo el mundo.”
El reto para hacer que el proyecto sea un éxito es enorme. Los niveles de analfabetismo alcanzan el 85%. Las áreas del proyecto son tan remotas que se necesitan días para llegar en barco. “La situación es muy difícil. Estamos constantemente tratando de encontrar soluciones”, dijo João Tezza Neto, director técnico-científico del proyecto.
Es demasiado pronto para saber con certeza si el proyecto funcionará. Sin embargo, los primeros indicadores son positivos: las encuestas de la comunidad muestran una nueva sensación de optimismo, el número de incendios forestales ha disminuido, y ha habido una ligera reducción en la tasa de deforestación en el área del proyecto, de acuerdo con los datos de satélite, comentó Viana.
“En un periodo de cinco a 10 años tendremos una evaluación más concreta de los resultados”, agregó.
Pero con el clima cambiando rápidamente, el mundo no puede darse el lujo de esperar para saber si REDD puede funcionar en el campo. Las lecciones las necesitamos ahora, lo que subraya la urgencia de la labor de investigación realizada por Bakkegaard y CIFOR.
Aunque la investigación está en curso y es prematuro sacar conclusiones, algunas lecciones importantes parecen surgir, aseguró Bakkegaard, en un pequeño pueblo llamado Sao Felix en el río Aripuana, mientras su equipo de encuestadores sentado con las familias revisaba las preguntas de 44 páginas.
Ella comentó que uno de los mayores retos es decidir la cantidad óptima a pagar a las comunidades forestales, de modo que los motive a conservar la selva. Es menos probable que una persona que obtiene mucho dinero a través la agricultura esté dispuesta a renunciar a las opciones de expansión del uso de la tierra, que una persona que cultiva algunos vegetales para consumo propio. “Uno se sentiría mucho más recompensado, y el otro sentiría que no es muy rentable, y en consecuencia hacer negocio como siempre sería la opción preferida.”
Una de las preguntas que el equipo de Bakkegaard hace es cuánto dinero necesitaría la gente a cambio de renunciar a la tala de más bosques en los próximos 50 años. Aún es pronto para la investigación, pero hay indicios de que las compensaciones por tal cambio podrían ser elevadas y tal vez impulsadas por los medios de subsistencia en general.
La aplicación es otro desafío. Bolsa Floresta se extendió a remotas y extensas áreas, por lo que aparentemente es imposible mantener una estrecha vigilancia sobre todos los bosques. Los satélites son eficaces para controlar desde el espacio y mostrar una tasa de deforestación agregada, pero no pueden identificar a delincuentes particulares solos.
“Se trata de un delicado equilibrio entre la creación de incentivos y también supervisión, cumplimiento y sanciones”, comentó Bakkegaard.
Sin embargo, uno de los resultados que emergen de la investigación de campo de CIFOR es que la población local a menudo también se beneficia de una mejor protección de sus recursos naturales, como la madera o el pescado. Y Bolsa Floresta con frecuencia hace que los pobladores se inclinen más a colaborar con las agencias ambientales en el monitoreo y reporte de infracciones.
Otro gran desafío es diseñar un programa que asegure que el financiamiento y el apoyo lleguen efectivamente a las comunidades forestales, especialmente las más alejadas. Incluso, en algunas áreas, las comunidades tienen poca experiencia en el manejo de dinero en efectivo. Sus economías se basan principalmente en el intercambio de productos.
Las mujeres han sido identificadas como una clave para el éxito del proyecto. El pago de 50 reales mensuales se hace a las mujeres de cada familia. “De esta manera el contrato que hacemos para la no deforestación es con toda la familia y no sólo con los hombres”, comentó Neto, al explicar por qué el proyecto da el dinero a las mujeres, y no a los hombres.
Para el equipo de investigación, las mujeres desempeñan un papel crucial en la búsqueda de lo que realmente está pasando en los bosques. “Los hombres suelen decir que todo está bien con el bosque. Pero las mujeres ven el cambio a lo largo de los años, y están más dispuestas a discutir el tema”, comentó Kaline Rossi, de nacionalidad brasileña y miembro del equipo de investigación.
A pesar de todos los desafíos para hacer que REDD funcione en el campo, Bakkegaard se mostró optimista con el futuro.
“Soy optimista. Sé que hay retos importantes, pero los programas piloto de REDD como estos son por lo menos un comienzo”, señaló. “Este tipo de investigación que CIFOR está haciendo está ayudando a entender mejor si y cómo los pagos realmente pueden lograr sus objetivos en el campo.”
httpv://www.youtube.com/watch?v=O2tAbJCSylE
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Lecturas adicionales
- The context of REDD+ in Brazil: drivers, agents, and institutions
- Grounding the REDD+ debate: Preliminary evidence from pilot initiatives in the Brazilian Amazon
- Center for International Forestry Research
- Amazonas Sustainable Foundation
Para contactar a Riyong Kim Bakkegaard escriba al correo rkim@life.ku.dk
Para contactar al autor, Daniel Cooney, escriba al correo d.cooney@cgiar.org