MONTPELLIER, Francia — Mientras que científicos y formuladores de políticas exploran vías para fortalecer la capacidad de resilencia ante disturbios de los sistemas sociales y ambientales, se teme cada vez más que la desigualdad y los desequilibrios de poder aumenten en el proceso, según una investigación presentada en una conferencia reciente.
“Temo que por motivos políticos, la resiliencia se convierta en un instrumento que permita a los poderosos hacerse más poderosos aún. Debería ser un instrumento orientado a hacer exactamente lo contrario”, dijo Luca Alinovi, economista de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en la conferencia Resiliencia 2014 celebrada en Montpellier, Francia.
La ciencia de la resiliencia estudia cómo los socio-ecosistemas reaccionan ante el cambio y cuánto demora pasar de un estado estable a otro.
Gran parte de esa investigación a nivel mundial se ha centrado en la capacidad de la Tierra para sustentar a las sociedades humanas dentro de un rango de “límites planetarios”, tales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el consumo de agua.
“La ciencia de la resiliencia se asemeja cada vez más a un mapa de puntos de inflexión vinculados al cambio climático”, dijo Johan Rockström, director ejecutivo del Centro de Resiliencia de Estocolmo y autor principal de la publicación original de 2009 sobre los límites planetarios.
Sin embargo, un creciente número de investigaciones sostiene que tales límites deben ser contrarrestados por un conjunto mínimo de disposiciones sociales para asegurar que se cumplan los derechos básicos de las personas —tales como acceso a alimentos y agua suficientes.
“El desafío para la humanidad es construir vías que mejoren la sostenibilidad y la resiliencia mediante la incorporación de la integridad ambiental a la igualdad social, los derechos humanos, el bienestar y la seguridad”, dijo Melissa Leach, directora del Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex. “Debemos integrar mejor las cuestiones de la política y de poder en el aparato conceptual que estamos examinando en torno a los límites planetarios y sociales”, agregó.
Leach argumenta que la tendencia actual de buscar correcciones “tecnocientíficas” para abordar esta diferencia sutil se acomoda a los objetivos de empresas, científicos y gobiernos interesados en promoverlas, pero descuida tanto la necesidad democrática de hacer participar a los ciudadanos en el proceso como la oportunidad de utilizar soluciones provenientes de la innovación de las comunidades.
“Algunos comentaristas destacan el peligro de que los límites planetarios se conviertan en una forma de acaparamiento de poder desde arriba que acabe resultando bastante antidemocrática”, dijo.
CUANDO EL CAMBIO REFUERZA EL STATU QUO
Los formuladores de políticas también temen de que los esfuerzos por fortalecer la capacidad de resiliencia de las sociedades ante disturbios refuerce relaciones de poder no deseadas. “¿En este momento, tenemos que aumentar la resiliencia en Corea del Norte o en la República Centroafricana?”, preguntó Jean-Marc Châtaigner, que supervisa los programas de ayuda al desarrollo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia. “La resiliencia sin democracia no sería viable en absoluto”.
Recientes investigaciones de campo han puesto de relieve esas problemáticas en paisajes forestales alrededor del mundo. Raffaele Vignola, del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Educación (CATIE) con sede en Costa Rica y científico asociado del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), estudia la participación de actores locales en programas de mitigación y adaptación en toda América Latina. Señaló que las necesidades de los agentes externos interesados en la lucha contra el cambio climático rara vez coinciden con los de las comunidades locales, que a menudo son excluidas de las discusiones técnicas sobre la preparación de la acción de mitigación o adaptación.
“Lo que suele ocurrir es que cada uno está mirando en una dirección diferente y no hay una confluencia de significados”, dijo Vignola. “El proceso debe tener en cuenta las asimetrías de poder en términos de propiedad del conocimiento y cómo el conocimiento puede ser utilizado en las negociaciones”, advirtió.
En otro ejemplo, Cecilia Viana, geógrafa de la Universidad de Brasilia y también científica asociada de CIFOR, examinó cómo la municipalidad amazónica de Paragominas había sido retirada de la lista de zonas señaladas y reprobadas por el gobierno brasileño por su pobre historial en deforestación. Aunque es claro el liderazgo del alcalde de la ciudad, el apoyo del sindicato local y los recursos financieros de la industria minera en la transformación de Paragominas en una “municipalidad verde”, Viana destacó los desafíos que enfrentan los esfuerzos gubernamentales para trasladar su modelo a otros lugares.
“No había un claro entendimiento de las relaciones de poder dentro de la municipalidad. El cambio no significaba lo mismo para un pequeño o un gran propietario. Reforzaba las desigualdades de poder existentes”, dijo.
Los científicos de CIFOR Houria Djoudi y Denis Gautier, que estudian la implementación de la gestión forestal comunitaria en Burkina Faso, han hecho hallazgos similares: aunque las decisiones sobre el uso del suelo en áreas forestales se han descentralizado a las instituciones locales, a menudo han reforzado las estructuras de poder existentes, con frecuencia excluyendo grupos como migrantes, pastores o mujeres.
“Incluso al poner énfasis en grupos vulnerables, es necesario asegurarse de que, más allá de sus representantes, la gente esté realmente empoderada”, dijo Gautier.
Él y Djoudi advirtieron contra enfoques generalizadores que tildan a comunidades e incluso a hogares como grupos homogéneos, insistiendo en la importancia de estrategias individuales dentro de ellas.
“Tendemos a descuidar el hecho de que las comunidades tienen su propia distribución de poder”, dijo Djoudi.
Para más información sobre los temas de este artículo, contáctese con Houria Djoudi en h.djoudi@cgiar.org.
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