Al igual que en muchas otras partes del mundo, en Yupukari, una pequeña aldea ubicada en la región de Rupununi del Norte, en Guyana, la Navidad ha sido siempre una época de celebración.
Pero a diferencia de otras cenas navideñas, aquí el plato estrella no era el pavo ni el jamón, sino la tortuga. Y no cualquier tortuga, sino la taricaya o terecay (Podocnemis unifilis), que vive en los ríos de Guyana y otros países de la cuenca amazónica.
“Solíamos comer muchas tortugas en Navidad y para otras celebraciones, pero ahora muchos hemos dejado de hacerlo. La población estaba disminuyendo con rapidez, y sabemos que debemos protegerlas”, relató Merissa Samuel.
Samuel, de 21 años, comenzó a defender a las tortugas cuando era solo una niña, diciéndole a su abuelo que no las cazara. A medida que fue creciendo y se unió al club local de vida silvestre para jóvenes en su aldea, Samuel se mostró cada vez más firme y finalmente logró convencerlo de que dejara de cazar a estos reptiles.
En 2020, el destino cruzó en su camino una oportunidad que ella no dudo en aceptar: trabajar con tortugas en Caiman House, un centro de investigación y ecoturismo dirigido por la comunidad y asociado con el equipo del Programa de Gestión Sostenible de la Vida Silvestre (SWM, por sus siglas en inglés) en Guyana, que trabaja para mejorar la conservación de la vida silvestre y la seguridad alimentaria en 13 países.
El proyecto de conservación de tortugas en Yupukari comenzó en 2011, cuando el investigador Jeff Slocum logró que algunos residentes se interesaran en la conservación de estos reptiles. Anthony Roberts, un residente local y uno de los primeros conversos a los beneficios de la conservación, es actualmente el director del proyecto. Al igual que él, varios miembros de la comunidad se involucraron rápidamente y el consejo de la aldea también se sumó.
En 2020, el proyecto atravesó un momento crucial cuando su asociación con SWM comenzó a apoyar una ampliación de sus actividades. Caiman House vigila ahora más playas, ha aumentado sus instalaciones de incubación y también está monitoreando el consumo de carne y huevos de tortuga. La asociación es una combinación perfecta, porque SWM brinda el apoyo financiero y técnico, y la comunidad contribuye con el conocimiento local.
“Nuestro proyecto se ha convertido en un modelo para otras comunidades en Rupununi”, señaló Roberts. “Sand Creek, otra comunidad que vive río arriba, también ha emprendido un proyecto similar. Les damos consejos porque hemos aprendido mucho con nuestra experiencia”.
Predecir las estaciones
Aunque el equipo de Caiman House tiene ya bastante experiencia en el proceso de incubación, el cambio climático siempre hace difícil poder predecir las estaciones.
“Estamos empezando a ver cambios dramáticos; las condiciones del río Rupununi son diferentes, y eso significa que las playas de las que dependen las tortugas están cambiando”, explicó Roberts. “Cada vez nos es más difícil predecir la temporada de incubación. Y debemos recolectar los huevos antes de que el río se desborde nuevamente. ¡La cantidad de lluvia de este año ha sido una locura!”.
Las lluvias tempranas alertaron a los miembros del proyecto sobre un problema inminente, ya que el nivel del río Rupununi aumentó justo durante la temporada de incubación.
Roberts y su equipo se apresuraron a recolectar los huevos y mantenerlos a salvo de las inundaciones, que se extendieron hasta sus nuevas instalaciones de incubación. Las playas permanecieron cubiertas de agua hasta mucho después de la temporada de incubación, lo que significa que este año no hubo nacimientos de tortugas silvestres en Yupukari.
El proyecto corrió con mejor suerte. Su tasa de incubaciones exitosas aumentó al 65 %. Nacieron 560 tortugas, de las que alrededor de 460 sobrevivieron. Liberaron 200 y se quedaron con 260 para liberarlas en el próximo festival de la tortuga, cuando sean más grandes. Ahora que algunas de las tortugas ya alcanzaron la madurez, también existe un plan para ver si se aparean en cautiverio.
Festivales y charlas para concientizar
Cada año, la aldea organiza un festival de la tortuga, por lo general a finales de marzo o principios de abril. Se trata de un evento importante en Rupununi del Norte, que atrae a personas de aldeas cercanas y la atención de los medios de comunicación de la capital, Georgetown.
Aunque la pandemia afectó la realización del festival en 2020, eso no impidió que el proyecto liberara crías al río.
El festival de la tortuga sigue siendo una excelente manera de crear conciencia, pero otras actividades también están despertando interés. Una de las ideas más nuevas son las “charla sobre tortugas” con los miembros del club de vida silvestre. El club de vida silvestre de Yupukari es un programa extracurricular que se está reiniciando con la reapertura de las escuelas luego de la interrupción generada por la pandemia.
“Educamos a los niños sobre las tortugas, sus nombres científicos, cómo se llaman en macuxi (el idioma local), qué comen y datos biológicos sobre su reproducción y anidación”, indicó el director del proyecto.
De más tortugas a más vida silvestre
El éxito del proyecto con las taricayas ha llevado a que los residentes reclamen la protección de otras especies de tortugas, peces en peligro de extinción, como el paiche o arapaima (Arapaima gigas), y otras especies gigantes de Guyana, dijo Roberts.
La biodiversidad en la región da cuenta de que aún queda mucho trabajo por hacer para conservar la vida silvestre, aunque ya se están dado importantes avances. Por ejemplo, recientemente, las cámaras trampa que el programa SWM proporcionó al club de vida silvestre capturaron un armadillo gigante (Priodontes maximus), animal que la aldea no había visto en varios años.
La gestión sostenible de la vida silvestre es un componente clave de los medios de subsistencia de la aldea Yupukari. Los proyectos de conservación de Caiman House contribuyen con una casa comunitaria, que nació del compromiso histórico de la aldea con la investigación y la conservación.
“El turismo surgió de la conservación”, señaló Roberts. “Pudimos crear una industria y ahora la gente viene aquí por las tortugas y los caimanes, pero también para la observación de aves y otros animales. Es un ciclo, en el que la investigación atrae a los turistas, y el turismo contribuye a nuestras vidas y proporciona más recursos para la conservación”.
El programa SWM es una iniciativa de los Estados de África, del Caribe y del Pacífico (ACP, por sus siglas en inglés), financiado por la Unión Europea y cofinanciado por el Centro Francés para el Medio Ambiente Global (FFEM, por sus siglas en francés) y la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD, por sus siglas en francés). Es implementado por medio de una alianza de consorcios, que incluye al Centro para la Investigación Forestal Internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro Francés de Investigación Agrícola para el Desarrollo Internacional y la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés).
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