“Los aristócratas son como resistentes árboles de madera dura, y los plebeyos son como las higueras estranguladoras que los matan”, dice un refrán popular en Indonesia. Y, sin embargo, cuando Carol J. Pierce Colfer, asociada principal del Centro para la Investigación Forestal Internacional, vivió durante un año en la comunidad indonesia de Dayak, de la cual proviene este dicho, fue un plebeyo —muy astuto, de lengua afilada, que vencía en las discusiones a sus rivales de la clase alta–— quien fue elegido jefe de la comunidad.
“Fue algo importante porque las decisiones que tomaba el jefe de la comunidad podían verse socavadas por este antagonismo entre facciones”, dice. Y esta división de clases era solo uno de los elementos en la historia de esta comunidad, que en diferentes momentos compartía espacios con temas relativos a la edad y al género, y con sistemas animistas de creencias subyacentes mezclados con diferencias religiosas entre católicos y protestantes; y, en otras ocasiones, se escondía tras una cortina mientras otros elementos salían a la luz en diferentes subtramas. “Pero la única forma de saber todo esto era estando allí”.
El término “interseccionalidad” (en inglés, intersectionality) es el eje central de un nuevo Documento Ocasional de Colfer y otros dos científicos de CIFOR, Bimbika Sijapati Basnett y Markus Ihalainen, quien lo define como “la interacción de influencias de múltiples identidades en una persona determinada cuando interactúan con estructuras, normas e historias de marginación o empoderamiento”.
Y aunque la palabra no se encuentra aún en el castellano formal, ni en la herramienta de revisión ortográfica de Microsoft Word, al ingresar el término se obtienen 125 mil resultados en el motor de búsqueda de Google.
“Siete sílabas. Realmente no es necesario crear palabras tan largas”, dice Colfer con una sonrisa. “Pero a veces algo que parece una locura cobra impulso, y eso parece estar sucediendo con ‘interseccionalidad’”. El propósito del documento, en esta línea, es sugerir cómo se puede usar mejor la interseccionalidad en el sector forestal.
Todos dicen que la interseccionalidad es muy importante e interesante y que debería ser el nuevo mantra, pero en realidad las personas tienen muchas formas distintas de entenderla. La literatura teórica es realmente compleja. Las lentes pueden hacer que sea más fácil entenderla”
UN PRISMA DE PRISMAS
A pesar de su reciente aumento de popularidad, que permite colocar como leyenda de una foto una simple etiqueta (hashtag) y prácticamente nada más, la interseccionalidad no es una idea nueva ni aforística.
Ha sido una palabra de moda en la comunidad relacionada con el género desde la década de 1980, dice Ihalainen, y el surgimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) le dio más espacio para crecer, pues es útil para alcanzar los Objetivos 5 (igualdad de género) y 10 (reducción de desigualdades). Pero las discusiones sobre el término parecen haberse estancado en gran medida en el ámbito teórico, donde lo explican de formas tan multifacéticas como las personas y las comunidades que este intenta describir: un prisma, más que un espejo, que refleja otros prismas.
El documento, en el que trabajaron durante tres años, se inicia con un resumen la literatura primaria existente y luego pasa a una propuesta propia más aterrizada para la discusión: cinco lentes a través de las cuales los investigadores pueden observar las comunidades para ver y entender mejor los puntos importantes de intersecciones de identidad existentes.
“Todos dicen que la interseccionalidad es muy importante e interesante y que debería ser el nuevo mantra, pero en realidad las personas tienen muchas formas distintas de entenderla”, dice Sijapati Basnett. “La literatura teórica es realmente compleja. Las lentes pueden hacer que sea más fácil entenderla”.
En resumen, las cinco lentes son las siguientes:
- La lente cognitiva: cómo los individuos ven el mundo y cómo las normas sociales afectan sus puntos de vista;
- La lente emocional: cómo la marginación (o el elitismo) afecta el sentido que las personas tienen de sí mismas y sus capacidades;
- La lente social: las percepciones, discursos y normas que otros usan para definir a los marginados;
- La lente económica: cómo el empleo, la tenencia, las reglas de herencia y otros similares afectan a las personas; y
- La lente política: la distribución del poder y los recursos dentro de una sociedad.
Los científicos desarrollaron estas lentes a partir de su comprensión de la literatura teórica sobre el tema y de sus experiencias personales en el campo, así como con la esperanza de que con un “equipo nuevo”, por así decirlo, podrán lograr una comprensión más holística de las comunidades o, al menos, ir más allá de usar tan solo la lente económica, que sin querer ha sido la más usada en la investigación forestal hasta el momento.
“La economía es cuantitativa, y hay quienes viven enamorados de esa idea, en especial en Occidente”, dice Colfer. “Y la historia de la forestería ha estado muy orientada hacia los árboles maderables, y punto. Recién en la década de 1970 se comenzó a hablar sobre alimentos y, más recientemente, a expandirse hacia la biodiversidad y las personas”.
Aunque la investigación sobre el aspecto de los bosques relacionado con las “personas” se ha incrementado en los últimos 40 años, a menudo esta viene acompañada de una visión binaria que distorsiona los temas de género (masculino versus femenino), en la cual las “mujeres” no tienen voz y están uniformemente marginadas por las estructuras sociales. Otro de los objetivos de este documento es impulsar el lado social de la investigación forestal para que de manera habitual vaya más allá de un marco de género tan rígido —y tome en cuenta temas que se intersecan, como la edad, la riqueza, la etnia, etc.—, si los cambios subsiguientes buscan evitar la discriminación y ser verdaderamente productivos.
Ihalainen menciona, por ejemplo, un caso de fincas agroforestales en Uganda, donde las desigualdades de género en la tenencia de la tierra son cruciales. Dado que los padres legan la tierra a sus hijos, y no a sus hijas, las mujeres tienen pocas perspectivas de obtener beneficios futuros de los árboles que plantan en las tierras de sus padres. Pero al investigar un poco más, se descubre que todos los ingresos provenientes de la explotación de los árboles van a parar a las manos de los hombres mayores, por lo que los jóvenes de ambos sexos tienen pocos incentivos para plantar árboles en sus fincas. Así, el paisaje es cada vez menos fecundo, debido a la intersección de desigualdades de edad y de género.
En el caso de Nepal, país de origen de Sijapati Basnett, donde esta ha desarrollado una investigación exhaustiva, las experiencias de las mujeres varían ampliamente según quiénes son y dónde se encuentran. En algunas aldeas, las mujeres de casta baja y étnicamente marginadas pueden tomar decisiones de vida estratégicas (con quién casarse, cuántos hijos tener) e influir en las decisiones del hogar, mientras que a otras mujeres en otros lugares se les niega dicha autonomía. En lo que respecta a los grupos de usuarios de bosques comunitarios, algunas aldeas también permiten a las mujeres de casta baja opinar sobre el uso del bosque, mientras que otras reservan tales derechos a los hombres mayores y más poderosos, a pesar de los grandes desafíos existentes para las mujeres que dependen de los bosques.
Basnett dice que, a nivel nacional, los debates sobre inclusión y marginación se encuentran más avanzados en Nepal que en muchos otros países. “No se trata solo de ricos contra pobres, sino de qué grupo de pobres se habla y de por qué son pobres. ¿Es un problema espacial? ¿Un problema étnico? ¿Uno de casta? ¿De ingresos? Si bien esto significa que la marginación es aceptada como un fenómeno multidimensional, existen todos estos grupos sociales en los puntos de intersección que no son cubiertos”. Para explicarlo, une los dedos índice y pulgar formando anillos unidos, como los eslabones de una cadena.
Es un tema importante, dice, porque estos grupos siguen estando más allá de la línea de visión de los movimientos sociales, los formuladores de políticas y la inclusión en general, y las repercusiones económicas y sociales de ello son fuertes.
SEPARAR PARA VOLVER A INTEGRAR
En Estados Unidos de América, en 1976, cinco mujeres afroamericanas demandaron a General Motors bajo el Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964, por discriminación basada en raza y género. Sin embargo, la compañía afirmó que, dado que contrataba a mujeres blancas y a hombres negros, las acusaciones no se sostenían en ninguna de ambas categorías. “El marco legal era incapaz de lidiar con el problema de las múltiples desigualdades”, dice Ihalainen.
Este caso, “Degraffenreid v. General Motors”, llevó a que Kimberlé Crenshaw, defensora de los derechos civiles y hoy una prominente especialista en interseccionalidad, comenzara a escribir sobre esta idea, y sobre la urgencia de aplicarla a la política.
A fin de cuentas, el objetivo de este documento es también ayudar a que la investigación se desarrolle de una manera que a su vez pueda ayudar a desarrollar políticas para ver la marginación de una manera más matizada y evitar situaciones como el caso de GM, tanto en países en desarrollo como desarrollados.
Sijapati Basnett dice que, además de utilizar las lentes, la investigación debe abordarse en tres partes. Primero, establecer el marco conceptual, las intersecciones específicas que se analizarán. Segundo, elegir una unidad de investigación —individual, grupal o la sociedad a un nivel macro— y determinar si los datos disponibles son confiables o si es necesaria una investigación de campo. Tercero, adaptar el proyecto a su uso práctico, por ejemplo, llamar la atención sobre grupos e individuos marginados o abogar por la justicia social apoyando a dichas personas y los entornos que necesitan.
Un método ya existente para lograr esto, dice Colfer, es el “Manejo Adaptativo Colaborativo”, en la cual equipos multidisciplinarios de investigadores trabajan en conjunto con las comunidades que dependen de los bosques. Ella y su equipo desarrollaron este enfoque antropológico en CIFOR a principios de la década de 2000, desarrollando relaciones y acuerdos con mujeres y hombres marginados en las comunidades forestales, y finalmente los capacitaron para implementar soluciones a las discrepancias sociales antes de que las políticas entren en juego, o incluso sin que ello ocurriera.
“Así pues, el equipo [de investigación] también puede servir como un canal de comunicación con personas externas como el Gobierno, las ONG y otras personas con más poder para influir en las políticas y la práctica”, agrega, destacando la importancia de las voces marginadas en los procesos de formulación de políticas y la capacidad de personas externas, como los investigadores, para ayudarlos a lograrlo.
“En este momento, en verdad depende de nosotros”, dice Ihalainen.
Para obtener más información sobre este tema, comuníquese con Carol Colfer en c.colfer@cgiar.org o Bimbika Sijapati Basnett en b.basnett@cgiar.org o Markus Ihalainen en m.ihalainen@cgiar.org.
Esta investigación fue apoyada por el programa de investigación del CGIAR sobre Políticas, Instituciones y Mercados (PIM), el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID) y la Universidad de Cornell.
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