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En la compleja industria de la palma aceitera, un “certificado de sostenibilidad” queda corto

Un estudio evalúa el impacto social, económico y ambiental de la certificación de palma aceitera en dos países.
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Icaro Cooke Vieira/CIFOR

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Así como la demanda mundial de aceite de palma ha aumentado en años recientes, de igual forma ha sucedido con la preocupación por parte del consumidor sobre la deforestación que esta industria causa al expandir sus plantaciones. En respuesta, la industria ha creado sistemas de certificación de “producción sostenible” de aceite de palma, pero estos no han sido tan efectivos como se esperaba.

Los sistemas de certificación, tales como la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO por su sigla en inglés), buscan abordar los factores ambientales, sociales y económicos que comúnmente se consideran los tres pilares de la sostenibilidad.

La idea detrás de la certificación es que el aceite de palma producido de acuerdo a ciertos estándares puede marcar un precio mayor en el mercado, creando un incentivo para que los agricultores implementen medidas que aseguren sistemas de producción sostenible y reduzcan considerablemente la deforestación.

Pero la certificación mundial se ha quedado corta, dado su enfoque generalizado que no considera las particularidades de una industria compleja que varía no solo entre países, sino también al interior de los países y entre tipos de productores, de acuerdo con un nuevo estudio realizado por investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), el Instituto de Francia para el Desarrollo Sostenible (IRD), y el Centro de Investigación Agrícola de Francia (CIRAD).

“Los lineamientos de certificación tienden a ser muy genéricos, dado que tratan de abarcar todos los temas y dimensiones, así como la totalidad de la cadena de suministro, brindando recomendaciones de manejo y prácticas clave”, afirma la líder del estudio, Cécile Bessou, de CIRAD.

“No existe prueba de que en realidad en el terreno (la certificación) tenga un impacto social, económico y ambiental”, afirma la investigadora. “Quisimos analizar esto en el campo y brindar recomendaciones para mejorar los lineamientos de manera que tengan impacto en el terreno”.

El estudio, realizado como parte del proyecto Producción Sostenible de Aceite de Palma (SPOP por su sigla en inglés) con el apoyo de la ANR, se concentró en la producción de aceite de palma en dos distritos de Sumatra, Indonesia, y en áreas rurales en Camerún.

Además de la gran variedad de escenarios del cultivo de palma de aceite, los investigadores establecieron que no hay consenso sobre las percepciones y el significado de la “sostenibilidad” o sobre cuándo un bosque se considera en condición intacta y cuándo se considera degradado.

Además, a la complejidad propia del sector palmero se suma el hecho de que incluso los productores “de pequeña escala” no se ajustan a una categoría definida.

“Hasta hace poco, algunas personas tenían la idea simple de que existen de un lado las grandes agroindustrias multinacionales, y del otro están los pequeños productores con menos recursos, dueños de una o dos hectáreas de cultivo de palma que no tienen voz”, afirma Pablo Pacheco de CIFOR.

Los productores de menor escala están vinculados de varias formas tanto con las plantaciones de las compañías como con intermediarios, y obtienen beneficios variados de la expansión del cultivo de palma de aceite. También existe un importante número de compañías de tamaño mediano y un número creciente de inversionistas locales que están expandiendo las plantaciones de palma de aceite.

La industria de la palma de aceite en Indonesia y en Camerún ilustra dicha heterogeneidad, afirma Patrice Levang de CIFOR-IRD, quien coordinó talleres para entender perspectivas de futuro de la palma de aceite en estos dos países.

En Camerún, existe un sector importante de productores en pequeña escala de palma de aceite, en tanto que en gran parte de Indonesia los procesadores industriales controlados por compañías dominan la expansión.

En Sumatra, los terrenos de pequeños agricultores de palma varían entre dos hectáreas hasta más de 100 hectáreas. Algunos agricultores tienen contratos con compañías que les dan plántulas y fertilizante, y compran su producción de frutos en tiempos de cosecha. Otros operan de manera más independiente.

Algunos se han dedicado al cultivo intensivo de palma, en tanto que otros combinan la palma con otros cultivos, con granja piscícola o con comercio de pequeña escala.

Los ingresos también varían ampliamente. En un país donde el ingreso medio anual está cerca de los USD 1400, los productores de Sumatra han reportado ganancias de entre USD 800 y USD 8000 provenientes de una parcela de dos hectáreas de palma de aceite.

Levang afirma que en Camerún, algunas plantaciones pertenecen a pequeños propietarios que pueden llegar a poseer tan solo una hectárea de palma. Otras operaciones de tamaño medio pertenecen a habitantes citadinos, como banqueros y oficiales del Gobierno,  con mayores recursos, conexiones políticas y acceso a subsidios.

Ante tal diversidad de actores en la industria de palma aceitera, no es de sorprender que las personas entiendan la sostenibilidad ambiental, social y económica de manera diferente, sostiene Bessou.

La forma en que los productores perciben el concepto de sostenibilidad es diferente de la perspectiva de las organizaciones internacionales sin ánimo de lucro que han ayudado a delinear los criterios de certificación ambiental, social y económica.

Estas organizaciones tienden a enfocarse en los tres pilares por separado. Algunas se concentran en el aspecto ambiental, mientras otras se especializan en los aspectos económicos. Sin embargo, para los productores los impactos de tipo ambiental, social y económico están entrelazados.

Al decidir qué bosques deben conservarse, por ejemplo, una gran organización ambiental observa los factores como la diversidad biológica y la regulación de carbono, aspectos importantes para todo el planeta. Sin embargo, los agricultores locales valoran el bosque principalmente como una fuente de alimento, materiales de construcción y leña.

“Para los agricultores, la biodiversidad no es un concepto abstracto que tiene que ver con conservación”, afirma Bessou. “Está conectado con las necesidades económicas y sociales inmediatas”.

Desde el punto de vista mundial y desde la perspectiva del productor, la sostenibilidad social y económica también difiere.

La sostenibilidad  con frecuencia se define como el uso de recursos de manera que “cubra las necesidades presentes sin comprometer la disponibilidad para que futuras generaciones puedan cubrir sus propias necesidades”.

Sin embargo, las poblaciones locales tienden a pensar en sostenibilidad como una forma de asegurar el bienestar de sus hijos, lo que implicaría talar una hectárea más de bosque que se destina a la plantación de cosechas alimenticias para la familia o para expandir una plantación e incrementar el ingreso familiar que permita pagar la educación universitaria de un hijo, afirma Bessou.

Los investigadores sostienen que el entendimiento de tales puntos de vista es crucial para definir más precisamente las “mejores prácticas” necesarias para alcanzar los lineamientos de certificación, como los empleados por la RSPO.

“Para alcanzar la sostenibilidad, se debe hacer un mayor esfuerzo en entender estas perspectivas diferentes y en encontrar formas de avanzar hacia un objetivo común de sostenibilidad en tanto se abordan las perspectivas de todos los actores interesados”, afirma Pacheco.

Así que, ¿cómo sería un futuro más sostenible?

Para analizar esto, los investigadores realizaron talleres en los dos países con productores y otras personas involucradas en la industria de palma aceitera, mediante el uso de una técnica llamada análisis participativo de perspectivas, que busca hallar escenarios futuros.

“Solamente reunir a las personas y lograr que hablasen sobre su futuro, no sobre los problemas pasados, fue un éxito”, afirma Levang, quien supervisó dicha parte del estudio.

Sin embargo no fue fácil al comienzo. El primer día en los talleres de Camerún, los representantes de la industria se sentaron en un lado y los pequeños propietarios en otro.

“Empezaron a enojarse entre ellos” recuerda Levang.

Pero cuando empezaron a describir el sistema de producción de palma y compartieron sus puntos de vista sobre los problemas, Levang sostiene que “empezaron a visualizar juntos lo que sería un mejor futuro para ambas partes. El resultado fue una serie de criterios e indicadores como pasos importantes para alcanzar una colaboración entre la agroindustria y los pequeños propietarios que beneficie a ambas partes”.

Los investigadores establecieron que el uso de fertilizantes y pesticidas por parte de los pequeños propietarios varía ampliamente. Por ejemplo, en algunos casos excede mucho las cantidades recomendadas.

“Hace falta conocimiento sobre aspectos agronómicos” dice Bessou.

Para determinar las cantidades y tipos correctos de fertilizantes y pesticidas a emplearse en sus cultivos, los agricultores requieren recomendaciones específicas adaptadas a sus condiciones de cultivo y a sus posibilidades económicas, así como “capacitación que les permita entender las recomendaciones y aplicarlas de manera consistente”, afirma la investigadora.

Afirma también que mejorar la relación entre los productores y la industria de palma es igualmente importante para mejorar la sostenibilidad.

Los talleres en Camerún demostraron que “la confianza se logra con transparencia y toma de decisiones participativas” dice Levang.

Los productores de Camerún expresaron resentimiento por tener contratos con términos impuestos por las grandes plantaciones o plantas procesadoras. Pero al reunirse con representantes de la industria durante los talleres y formular los contratos en conjunto, pudieron idear disposiciones referentes al precio y entrega del fruto que fueran aceptables para todos.

“En los contratos hubo medidas coactivas, como por ejemplo requerir que los pequeños propietarios llevasen los frutos a la industria”, afirma Levang, “pero los términos se balancearon de manera que todos tuviesen derechos y responsabilidades”.

En Indonesia, algunas veces las compañías brindan plántulas y fertilizante. Una vez que las palmas empiezan a producir, el productor debe vender el fruto a la compañía para pagar el adelanto. Sin embargo, los términos del contrato, incluyendo tasas de interés, no siempre son claros y los productores se endeudan y, algunas veces, arriesgan la posesión de sus terrenos.

“Es necesaria una mayor transparencia sobre los puntos a favor y en contra de los contratos, y capacitación básica sobre las tasas de interés”, dice Bessou.

Los investigadores recomendaron estimular la formación de asociaciones de pequeños propietarios, lo cual les daría más peso en las negociaciones. A la vez que facilitaría el brindar capacitación adaptada a las necesidades locales.

Para continuar con el trabajo realizado en Sumatra y Camerún, los investigadores esperan expandir su estudio en otras áreas y comparar resultados de plantaciones certificadas y no certificadas.

Los consumidores, que son quienes crean el aumento en la demanda de productos hechos con aceite de palma, también tienen un papel en la reducción del impacto del cultivo de palma en bosques tropicales, dice Bessou.

“A los productores se les ha pedido hacer más y más” para alcanzar la certificación, dice la investigadora, pero esas medidas tienen un costo y los consumidores  no siempre están dispuestos a pagar más por aceite certificado. “Los sistemas de certificación solo funcionan si las personas se comprometen voluntariamente a hacer mejor las cosas”.

La investigadora y sus colegas esperan que su estudio brinde la información que los productores y los representantes de la industria necesitan para  avanzar en esa dirección.

Para más información sobre este tema, póngase en contacto con Pablo Pacheco en p.pacheco@cgiar.org o Cécile Bessou en cecile.bessou@cirad.fr.
Esta investigación fue apoyada por el Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INRA) y el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), con PT SMART como socio de campo. Este estudio es parte del Proyecto de Producción Sostenible de Aceite de Palma (SPOP).

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