Cuando Sara Armas Díaz va de caza, hace una pausa antes de entrar al bosque y presenta sus respetos a los espíritus que habitan el lugar.
“Llevo una rama encendida y digo el nombre del animal que quiero encontrar, y en poco tiempo lo veo, dice Armas, una abuela cocama de 51 años que aprendió el ritual de sus abuelos cuando fue de caza con ellos por primera vez a los 10 años.
En las comunidades que viven a lo largo del río Loretoyacu, en la reserva o resguardo ticoya, un territorio compartido por los pueblos indígenas ticuna, cocama y yagua, muchos cazadores tienen historias de encuentros con los espíritus del bosque que los ayudan a encontrar animales de monte o evitan que los cacen en cierto lugar.
Las historias de estos encuentros, combinadas con prácticas como la preparación de la carne para las comidas, son las formas tradicionales de controlar la caza en el territorio, según explican estudiosos del tema del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Los cazadores nunca mencionan la palabra 'conservación', pero lo que están haciendo está relacionado con la conservación".
LUGARES SAGRADOS
Los investigadores están estudiando la caza, el uso y la comercialización de la carne de monte en los alrededores de la reserva, en el río Amazonas, donde convergen las fronteras de Colombia, Perú y Brasil.
“Los cazadores nunca mencionan la palabra ‘conservación’, pero lo que están haciendo está relacionado con la conservación”, señaló Nathalie van Vliet, investigadora de CIFOR quien dirige el equipo que estudia estas dinámicas.
“También tienen prácticas destinadas a reducir riesgos para la salud: por ejemplo, los niños no deben comer cierta parte de un animal en particular”, agregó. “No las llaman normas sanitarias, pero al regular el consumo de la carne, también contribuyen a la conservación”.
Diferentes cazadores relatan creencias distintas, y a veces conflictivas, pero, en conjunto, constituyen un control sobre la caza.
Cuando ciertas plantas florecen o dan frutos, la carne de los animales que se alimentan de ellas tiene un sabor desagradable y puede causar náuseas, diarrea o erupciones cutáneas, comentó Armas. Ella y su esposo, Gabriel Murayari Pinedo, de 63 años, evitan cazar en los lugares donde ven estas plantas. Pero los cazadores también evitan lugares por otros motivos.
“Hay lugares donde no se puede cazar”, asevera Milton Pinto, un ticuna de 22 años que como Armas y Murayari vive en Puerto Nariño, un pueblo de unas 7.000 personas ubicado en la reserva ticoya.
Uno de estos lugares es un cierto depósito de sal, donde los animales tienden a congregarse, lo que los hace presa fácil.
“Es un lugar sagrado”, dice Pinto. “Uno tiene que respetarlo”.
CONTROLES NATURALES
Los cazadores refieren varios relatos sobre ese depósito de sal y otros donde se permite la caza, pero solo para llevar lo que necesitan, o sobre lugares donde truenos, relámpagos y lluvia suceden inesperadamente y alejan a los cazadores si estos se acercan demasiado.
“El lugar tiene una madre, un espíritu”, explica Pinto.
En las encuestas a los miembros de la comunidad, incluidos cazadores, comerciantes y operadores de restaurantes, los investigadores hallaron que más de dos tercios de las creencias que limitaban la caza o el uso de animales silvestres estaban relacionados con el consumo. Se cree, por ejemplo, que comer carne de tapir podría causar un aborto. Las mujeres tampoco deben mirar ni tocar la tortuga conocida como “matamata”, según han registrado los investigadores.
Pero la mayoría de los “tabúes” en el consumo de carne se referían al jaguar, un depredador superior que también tiene un significado espiritual para muchos habitantes de la Amazonia. Otros animales regulados por las creencias tradicionales son los tapires y las serpientes.
La mayoría de las creencias vinculadas a la manipulación de la carne estaban relacionadas con las tortugas: por ejemplo, tocar la sangre de una tortuga mientras se prepara la carne, según dicen, provoca verrugas. Al respecto, solo el 10 % de los entrevistados dijo que ignorar estas creencias tradicionales no tendría efectos negativos. Más de la mitad señaló que el hecho de no respetar los tabúes podría causar enfermedades, mientras que otros indicaron que podría dar lugar a una disminución en la cantidad de animales o traer mala suerte a los cazadores en su búsqueda de presas.
Los pescadores respetan prácticas similares, según el testimonio de Milton Pinto. Hay un lago en la reserva que los pescadores consideran un lugar peligroso, donde viven enormes nutrias de río, jaguares y caimanes gigantes.
“Uno tiene que pescar en silencio”, afirmó Pinto y agregó que algunas partes del lago eran zonas prohibidas.
Cuando Pinto era más joven, un viejo pescador le mostró qué partes del lago eran seguras para la pesca y cuáles debían dejarse de lado.
“Es una especie de control natural”, el que sucede aquí, concluye.
Para más información sobre el estudio de CIFOR sobre carne de monte en la Amazonia, por favor póngase en contacto con Nathalie van Vliet en vanvlietnathalie@yahoo.com
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