Opinan los expertos

Conservación Neoliberal: mercantilización, medios de comunicación y celebridad

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Con la industria expandiéndose en ritmo acelerado, como la cantera de piedras que se ve en la imagen (Pune Maharashtra, India), y un cambio en el modo que valorizamos el medio ambiente, ¿cómo se verán afectados la subsistencia y el ambiente? Foto cortesía de Oxfam Australia/ Flickr

BOGOR, Indonesia (28 Abril, 2011)_¿Es posible “comer el pastel de la conservación y comer el postre del desarrollo también? Definitivamente son alimentos para pensar. Los académicos Jim Igoe y Dan Brockington, reconocidos por sus largas críticas a la conservación contemporánea, cuestionan la premisa de esos escenarios donde aparentemente todos ganan y sugieren que la creciente “neoliberalización” de la conservación está conduciendo a la re-regulación de la naturaleza a través de crecientes formatos de mercantilización.

En un artículo, publicado por primera vez en Conservation and Society en el 2007 (y que se mantiene como el documento más descargado y citado), Igoe y Brockington definen la neoliberalización como “una re-estructuración de la sociedad para permitir la diseminación de los mercados libres”.

Propositores de la neoliberalización aseveran que este enfoque automáticamente beneficiará viviendas locales y el medioambiente. Sin embargo, el resultado de agregar valores monetarios a la biodiversidad, ecosistemas y sus bienes y servicios, argumentan Igoe y Brockington, resulta en nuevos tipos de “gobierno ambiental híbrido” en el que estados, el sector privado, ONG y comunidades comparten responsabilidades de acciones por la conservación.

En última instancia, ellos sostienen, esto conlleva a más grandes pérdidas ambientales y de subsistencia mientras el medio ambiente es horadado y apropiado por estas instituciones híbridas. Aunque se haya publicado hace cuatro años, el tema aún resuena mientras tratamos de comprender las complejidades de la valorización de servicios ecosistémicos (PES) y la actual implementación de pagos equitativos por servicios ambientales e iniciativas por la reducción de emisiones por la deforestación y degradación (REDD).

Aunque los autores admiten que “el término neoliberalismo está en riesgo de convertirse en nada más que un vehículo para los académicos que gustan de criticar cosas que no les gustan del mundo”, Igoe y Brockington proveen una perspectiva interesante sobre la actual práctica de conservación, particularmente pertinente mientras se siguen buscando resultados positivos tanto para la conservación como para el desarrollo.

En más recientes investigaciones sobre la conservación neoliberal, estos argumentos son más elaborados. Dan Brockington en su ensayo “Ambientalistas poderosos: conservación, celebridad y capitalismo” aborda una discusión elocuente de la desconexión acerca del punto de vista sobre la naturaleza en aquellos del mundo desarrollado, en comparación con aquellos que se encuentran afectados por esta protección. Su disección sobre el crecimiento y poder de las ONG conservacionistas es de particular interés, “conflictuando ambientalismos” y el apoyo de celebridades a causas ambientales.

Brockington describe dos tipos de ambientalismo. El primero representado por intereses conservacionistas de sujetos adinerados en el mundo desarrollado quienes financian el trabajo de grandes ONG conservacionistas. Él sostiene que el incremento global de áreas protegidas está dirigido por la demanda de naturaleza “original” que el mundo provee. Este ambiente provee de “naturaleza auténtica y sin dañar que las personas desean consumir en sus vacaciones”.

El segundo ambientalismo que describe Brockington se enraíza en los servicios que el ambiente puede proveer a los pobres: la cosecha de alimentos, recolección de madera para combustible, construcción, etc. Él sostiene que estos dos ambientalismos están en conflicto, como se evidencia por la continua creación de áreas protegidas, generalmente dirigida por la agenda de la ONG occidental, que puede conllevar a desplazamiento económico y/ o físico.

Brockinton sostienen que la “desierta ética occidental, que valora tierras únicas,  sin dañar y sin presencia de seres humanos es incompatible con la de ambientalistas locales”. Las relaciones de poder desiguales entre los ambientalistas locales del sur y las ONG financiadas por el norte suelen resultar en la marginalización de la primera.

Que existe un fuerte patrocinio de causas ambientales por celebridades es innegable. Brockington contextualiza cómo el incremento de la participación de celebridades en estas causas provee una conexión entre la naturaleza no vista y el capital urbano mundial. Resumiendo, las personas se vinculan con las celebridades y esto puede ser usado para traer la naturaleza a las viviendas urbanas de los potenciales partidarios de las ONG occidentales. Si la representación de la naturaleza es acertada o no, los resultados son, sin duda, efectivos, sostiene Brockington.

En otro ensayo, Jim Igoe va más allá de estos temas. El comienza su artículo afirmando que “la conservación de la biodiversidad, tradicionalmente retratada como un baluarte contra los males ambientales de la expansión capitalista, está ahora fuertemente implicado en su reproducción”. Alianzas cercanas entre las ONG occidentales y los donantes corporativos sostienen mucho de esta transición. Estas alianzas enfatizan la mercantilización de la naturaleza a través de esquemas de compensación como PES y REDD.

La aserción del capitalismo por parte de las ONG occidentales ha sido, en particular, facilitada por la representación de la naturaleza en los medios de comunicación, normalmente con celebridades que auspician causas nobles. Adoptar el enfoque corporativo, Igoe sostiene, por parte de organizaciones conservacionistas significa que ahora podrán generar ingresos sustanciales (por parte de organizaciones con fines de lucro).

El desarrollo de las redes sociales ha sobrepasado la absorción pasiva de información por parte de los medios de comunicación en uno de  creciente interacción donde los donantes individuales potenciales pueden unirse a la “comunidad conservadora”. Estos  seguidores son influenciados para proveer apoyo financiero para intervenciones conservacionistas basadas en la “realidad” presentada a ellos, muchas veces distorsionada, sostiene Igoe.

Tanto Bockington y, en menor medida, Igoe, refieren el fenómeno de “la celebridad conservacionista” a los que han alcanzado cierto nivel de fama basado en sus “posturas y representaciones de la naturaleza”. Brockington sostiene que el estatus de celebridad de algunos conservacionistas representa un link entre el ambientalismo y los negocios con la necesidad concomitante por la promoción de uno mismo, apariciones públicas y recompensas financieras: ellos mismos se convierten en mercancías.

Las causas nobles que esas personas adoptan son consumidas por el conservacionista de sillón, quien vive en el mismo mundo conectando con la versión de la naturaleza que ellos ven en los medios de comunicación, guiados por un experto reconocido.

Este pequeño resumen no hace justicia a la complejidad de argumentos de Igoe y Brockington, por lo que una lectura más cercana es altamente recomendada.

 

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