Parece ser que tenemos un nuevo debate en los círculos internacionales que trabajan con los bosques, a raíz de nuestra reciente iniciativa de llevar a cabo un foro global sobre paisajes en ocasión de la próxima reunión de la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climatico en Varsovia.
La mayor parte de reacciones a nuestra propuesta de combinar el Día de los Bosques y el Día de la Agricultura ha sido abrumadoramente positiva y alentadora. La creación de una alianza entre la gestión de los bosques y la agricultura es una decisión audaz, pero que ha sido ampliamente valorada. Los partidarios de esta idea reconocen, como también lo hacemos nosotros, que el uso continuo de enfoques sectoriales aislados de cualquier lado de una línea arbitraria que divida el paisaje es, por lo general, poco efectivo; las soluciones para un futuro sostenible con crecimiento verde deben ser cooperativas y no generar divisiones. Nuestros socios del CGIAR, y aquellos fuera de él, comparten este punto de vista y respaldan el enfoque del paisaje.
Pero también hemos escuchado algunos argumentos en contra de este enfoque. Al acoger la oportunidad de colaborar con nuestros colegas del campo agrícola, algunos temen que estemos poniendo en riesgo la identidad misma la gestión de los bosques, puesto que se podría ver abrumada por otros sectores, más grandes, e intereses como la agricultura y la seguridad alimentaria.
También parece que el debate internacional sobre gestión de bosques está más cerrado que nunca. Recientemente tuve la oportunidad de ser el expositor principal durante la Cumbre Mundial de los Bosques, un evento estupendo organizado por el periódico inglés The Economist y llevado a cabo en Estocolmo el 5 y 6 de marzo de este año. Sin embargo, hacia la mitad de la conferencia, una serie de panelistas solo había hablado de la deforestación, la gestión del carbono forestal y la comercialización de carbono, y yo me pregunté: “¿es esto lo que le va a pasar al manejo forestal?” Aunque involuntarios, los insumos de estos especialistas no reflejaron las profundas palabras expresadas por el príncipe de Gales quien, en su discurso inaugural, aplaudió la idea de un enfoque del paisaje más amplio para enfrentar los desafíos globales, desafíos con los que la gestión de bosques está relacionada.
Entonces me pregunto: ¿Cuándo la gestión de bosques empezó a tomar este camino? ¿Por qué en el debate internacional solo están presentes algunos de los temas relacionados? ¿Por qué están los vínculos entre la gestión de bosques y tantos otros desafíos importantes del desarrollo –como la pobreza, la seguridad alimentaria, la salud y el crecimiento verde– tan ausentes del debate? No pretendo tener las respuestas a todas estas preguntas. Sin embargo, son preguntas que deberíamos formularnos nuevamente mientras establecemos las prioridades de investigación sobre los bosques y el desarrollo.
Veamos los resultados de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (UNCED) de 1992. Además de establecer el proceso principal de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible, la cumbre fue testigo del nacimiento de las tres convenciones de Río sobre cambio climático, biodiversidad y desertificación. Todos somos conscientes del alto perfil recibido por estas convenciones durante los últimos 20 años y su impacto en la agenda de la sostenibilidad, tanto a nivel nacional como global, de otros procesos intergubernamentales como el Grupo de los Veinte (G20).
¿Por qué están los vínculos entre la gestión de los bosques y tantos otros desafíos importantes del desarrollo –como la pobreza, la seguridad alimentaria, la salud y el crecimiento verde– tan ausentes del debate?
La comunidad forestal también tenía grandes esperanzas de una convención a medida que se preparaba para la cumbre de UNCED de 1992, pero fue premiada solo con una declaración de principios no vinculantes sobre los bosques. A diferencia de sus primos –el cambio climático, la biodiversidad y la desertificación– la gestión de los bosques no fue considerado una cuestión intergubernamental sino, más bien, un tema relacionado con la soberanía nacional o las prioridades locales. El resultado: ninguna convención sobre los bosques.
Desde entonces, la gestión de los bosques ha batallado con su status carente de convención, considerándosela, aparentemente, un tema secundario en otros procesos como se aborda en el número de Unasylva sobre Convenciones globales relacionadas con los bosques. Más bien, el Foro de las Naciones Unidas sobre Bosques (UNFF, por sus siglas en inglés) se ha convertido en una especie de sustituto de la convención sobre los bosques. Otras iniciativas internacionales específicamente relacionadas con los bosques, como los criterios e indicadores para el manejo forestal sostenible, los planes de acción forestal en el trópico, la Alianza Colaborativa sobre Bosques, las comisiones forestales regionales y el Comité sobre Forestería de la FAO y una decisión en 2011 para establecer la Convención de Bosques Europeos, han operado después de UNCED 1992, pero sin captar el mismo interés político que las convenciones de Rio y, con frecuencia, con una perspectiva centrada en los bosques.
Y entonces llegó REDD. Prácticamente como una terapia de shock, la COP13 en Bali, llevada a cabo en 2007 acordó tomar pasos para reducir las emisiones de la deforestación (principalmente) y los donantes pusieron dinero sobre la mesa para impulsar el proceso. Nunca antes habían estado disponibles miles de millones de dólares de los donantes para lograr objetivos en el ámbito de la gestión de los bosques. Nunca antes hubo tantos jefes de Estado hablado con tanto entusiasmo sobre los bosques.
Las reacciones de las instituciones forestales fueron mixtas –después de todo, esta iniciativa surgía en el marco de una convención de Río y no en el marco de alguno de los procesos forestales– sin embargo, eventualmente, se dieron cuenta de la nueva realidad financiera y política. Una realidad que ha dominado la gestión de bosques internacional durante el último quinquenio e impulsado inversiones en la investigación forestal y el desarrollo de capacidades en todo el mundo. No debería sorprendernos entonces que tantos ponentes en conferencias hablen ahora del comercio de carbono forestal en lugar de inversiones en los aserraderos.
Tenemos muchos motivos para estar agradecidos por la atención brindada a los bosques y al cambio climático así como por las nuevas oportunidades financieras y políticas. Pero, también es momento de vincular nuevamente a los bosques y su gestión con la agenda más amplia del desarrollo. Debido a que los bosques y el cambio climático están ahora en la agenda, podría parecer insuficiente defender un enfoque del paisaje, que no promete aportar fondos equivalentes a los de otras instituciones y tan solo la posibilidad de compartir el escenario con la agricultura –un sector que, según algunos círculos forestales, ha ignorado en gran parte las cuestiones de la gestión de bosques.
La introducción de un enfoque del paisaje en la gestión de bosques no es algo nuevo ni tampoco significa una amenaza a su identidad
Sin embargo, al haber utilizado este enfoque centrado exclusivamente en la gestión de bosques durante las últimas décadas, parecemos haber perdido de vista las aspiraciones del panorama más amplio: reducción de la pobreza, seguridad alimentaria, salud, crecimiento verde y cambio climático, y cómo la gestión de los bosques puede contribuir a abordar todos estos temas.
Si miramos al pasado, es útil recordar que el Año Internacional de los Bosques de 1985 tuvo como tema principal la seguridad alimentaria. El Congreso Forestal Mundial de 1972 se centró en los bosques y el desarrollo socio-económico. En la primera edición de Unasylva en 1947, las referencias bíblicas muestran que con la desaparición de los bosques de cedro del Líbano, también desapareció la “…fuente de jardines, un pozo de aguas vivientes y riachuelos”.
Más recientemente, una de las recomendaciones de la segunda edición del Día de los Bosques en Poznan, en 2008, se refiere a la importancia de “tener en cuenta las condiciones locales e integrar enfoques del paisaje y del ecosistema para lograr mayores beneficios sociales y ambientales”.
Desde la perspectiva de CIFOR, permítanme asegurarles que continuaremos construyendo la identidad y la base de conocimiento de la gestión de los bosques del mismo modo en que lo hemos venido haciendo los últimos 20 años. Cada día, nuestros investigadores y socios investigan y recomiendan políticas que permitan asegurar el desarrollo sostenible de los bosques del mundo, conservar la biodiversidad que ellos acogen, el carbono que almacenan y proteger los medios de vida y culturas de las poblaciones que dependen de ellos. Al entrar en los próximos 20 años, nos aseguraremos de que la gestión de los bosques continúe siendo relevante para un panorama y público más amplios.
De tal forma que la introducción de un enfoque del paisaje no es algo nuevo ni tampoco significa una amenaza a la identidad de la gestión de los bosques. Más bien, nos permite construir y mantener su identidad al colocarla donde realmente pertenece: en el paisaje, junto con la agricultura –socios en la creación de un futuro sostenible.
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