Las conversaciones políticas para alcanzar nuevos objetivos globales han empezado. A la cofradía de Rio+20 se le ocurrió la idea de ponerse de acuerdo en torno a los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) que prepararían el escenario para la acción en el marco de la agenda de desarrollo post-2015 y supuestamente definirían “El futuro que queremos para todos”, como se dispone en el documento resultante de Rio+20.
Los calendarios de reuniones y los programas de viaje convergen ahora para impulsar el proceso de los ODS. Para quienes participan en el trabajo de desarrollo encabezado por las Naciones Unidas, este proceso podría parecer un camino hacia el futuro que queremos. Como lo expresó Ross Coggins en 1976 en el poema The Development Set: “Nuestros pensamientos son profundos y nuestra visión global”. No hay duda de que surgirá una nueva sabiduría y que será compartida por todos lo que tienen una cuenta de Twitter.
Pero la experiencia también nos dice que los procesos de aspiración política no necesariamente conducen a la claridad. Nuestro conjunto actual de indicadores de desarrollo global surgen de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En total, se han identificado 60 indicadores sobre tópicos muy importantes, desde la tasa de mortalidad infantil, las emisiones de CO2, hasta el uso de condones durante prácticas sexuales de alto riesgo. Los bosques también han sido incluidos, bajo el indicador “proporción de la superficie cubierta por bosques”.
Mientras que los informes sobre los indicadores de los ODM nos han hecho más conscientes sobre las cuestiones de desarrollo y nos han obligado a estar mejor informados, sigue siendo difícil deducir de este complejo conjunto de indicadores lo que entendemos por progreso, y, lo más importante, cómo medimos ese progreso.
Yo soy de la opinión que hay que mantener las cosas sencillas. Si queremos que la sostenibilidad sea comprendida y deseada por una audiencia amplia, deberíamos evitar lo complejo. Y tengamos en cuenta que la complejidad no necesariamente significa sofisticación. También puede referirse al uso excesivo de detalles. Algunos dicen que el diablo está en los detalles, pero tal vez sea justo lo contrario: los detalles son el diablo.
En otras palabras, necesitamos encontrar maneras para describir el desarrollo sostenible donde quiera que estemos y en diferentes escalas. Y debe ser fácil entenderlo y económico medirlo. Sobre todo para los que están invirtiendo en empresas que necesitan ser rentables y sostenibles.
El desarrollo sostenible tiene tres dimensiones: económica, social y ambiental. El proceso de Rio+20 hizo un buen trabajo reafirmando el concepto que se remonta a la Comisión Brundtland de1987 y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano realizada en Estocolmo en 1972.
¿Por qué no volver entonces a esta base acordada? Me parece que cuatro medidas serían suficiente si apuntamos hacia el camino de la sostenibilidad:
1. La dimensión económica del desarrollo sostenible siempre tendrá que ver con un crecimiento constante de los ingresos. Los economistas argumentan qué tipo de ingreso sería apropiado utilizar, pero la medida sería en términos monetarios, i.e. Δ$.
2. La dimensión social tiene que ver con una amplia gama de temas, desde los derechos, la salud hasta la educación. Sin embargo, una medida general podría referirse a la manera en que se determinan las prioridades y acciones para estas áreas. En este sentido, un aumento constante del número de personas involucradas en la toma de decisiones podría ser una medida útil, i.e. Δn.
La dimensión ambiental es aun más compleja, por lo que sugiero dos medidas generales que nos digan algo acerca del impacto directo sobre el medio ambiente y también sobre la capacidad de resistencia (resilience) de la naturaleza y la humanidad.
3. En primer lugar, una recuperación paulatina de la biomasa en los paisajes podría tener varios impactos positivos, i.e. ΔtC (toneladas de carbono).
4. En segundo lugar, sería deseable una reducción constante del uso de los combustibles fósiles por producto obtenido, i.e. ΔJ/$ (Joule/USD, o eficiencia de la energía).
Si estas cuatro medidas muestran tendencias positivas en el largo plazo, o se mantienen en niveles satisfactorios, entonces podemos afirmar con seguridad que tenemos desarrollo sostenible:
SD = Δ$ + Δn + ΔtC – ΔJ/$
Por supuesto, no basta sólo con creer. Espero con interés una base de evidencia científica que nos informe cómo se puede medir eficazmente el desarrollo sostenible.
Mientras tanto, será interesante seguir el proceso formal del establecimiento de los ODM.
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Lecturas adicionales
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