El pago por servicios ambientales (PSA) ha cautivado nuestra imaginación colectiva como una herramienta novedosa que permite conservar los bosques y premiar a los pobres que cuidan el ambiente. Sin embargo, en un estudio publicado recientemente en la revista Conservation Biology, el investigador de CIFOR Sven Wunder nos advierte que la implementación del PSA involucra trueques entre eficiencia y equidad en la conservación. Los esquemas de PSA tendrán que ser eficientes para que puedan proporcionar beneficios adicionales y, al mismo tiempo, ser justos como para ser políticamente viables.

Un sistema de PSA es acuerdo voluntario entre un comprador y un vendedor de un servicio ambiental bien definido. Está diseñado para crear vínculos entre los intereses privados de los propietarios de tierra y los intereses de otros actores al compensar a los primeros por ganancias que hubieran percibido al adoptar usos de tierra que no hubieran sido tan beneficiosos desde el punto de vista de la conservación. Por ejemplo, los beneficiarios aguas abajo del agua potable, energía hidroeléctrica o servicios de control de inundaciones deberían estar dispuestos a compensar a los dueños de las fincas ubicadas aguas arriba por adoptar usos de suelo que protegen el bosque y, por lo tanto, controlan la erosión que amenaza cada uno de estos servicios.

Wunder predice que los usos más eficientes de PSA pueden llegar a ofender nuestro sentido de justicia ya que deben ser destinados a aquellos que representan una amenaza real al medio ambiente. Si una comunidad vive en armonía con el bosque, es justo que la recompensemos por cuidar del bosque de manera ejemplar. Lamentablemente, estos pagos no “compran” más conservación, ni producen servicios adicionales por lo que la comunidad se vería en aprietos a la hora de encontrar compradores. En contraste, un hacendado que ya está desmontando bosque podría modificar su conducta si los pagos fueran más atractivos que las ganancias que percibiría por convertir el bosque en campos de pastoreo.

Wunder considera que es más probable que los PSA sean más exitosos en áreas donde las ganancias esperadas por concepto de usos alternativos de suelo son relativamente bajas. Cuando los bosques están amenazados por conversión con fines agrícolas para obtener productos de alto valor como soya o aceite de palma, una cantidad suficiente de incentivos de PSA que haga la conservación una propuesta más atractiva desde el punto de vista económico podría acabar con los fondos disponibles.

Es muy probable que los altos costos de negociación de los PSA limiten su potencial para reducir la pobreza. Wunder señala que estos costos son mayores cuando los propietarios involucrados son muchos, los derechos de propiedad son débiles y los costos de servicios de información y provisión son altos. Bajo esas condiciones, sugiere que los donantes subsidien los altos costos de arranque de los PSA, ya que los costos por hectárea pueden ser lo suficientemente bajos como para justificar la inversión.

Los resultados de Wunder llegan en un buen momento a la luz del debate actual de cambio climático en torno a los pagos por Reducción de las Emisiones Derivadas de la Deforestación y la Degradación (REDD). Si bien estos pagos tienen tanto objetivos climáticos como forestales, ellos implican también elecciones difíciles entre eficiencia y equidad. El receptor ideal del PSA no es aquella comunidad que es demasiado pobre como para causar daño a los bosques sino aquella persona que ha tenido suficiente capital para comprar una motosierra y está a punto de utilizarla. ¿Esto les parece algo justo?