El décimo aniversario de la Cumbre de la Tierra 1992, en Río de Janeiro está casi encima. Al salir de Río, el mundo entero parecía estar de acuerdo en que la pobreza y la degradación ambiental estaban en un circulo vicioso. La mayoría de los gobiernos, agencias internacionales y ONGs se convencieron que la pobreza contribuía a la deforestación y la degradación de los bosques, y que con mejor manejo de los recursos naturales se podría ayudar a aliviar a la pobreza.

"El alivio a la pobreza y los bosques tropicales – hasta donde llegan las sinergias?", por Sven Wunder, del Centro Internacional de Investigaciones Forestales (CIFOR), levanta dudas sobre todo esto. Wunder observa que en muchos contextos si una familia consigue más dinero lo utiliza en parte para deforestar más área y ampliar sus cultivos o potreros. De igual manera, en muchos países tropicales cuando sube el ingreso per capita también aumenta la deforestación. Lo que es bueno para los pobres no es necesariamente bueno para los bosques.

Wunder también expresa escepticismo a cerca de si los bosques naturales pueden ayudar a reducir la pobreza de forma significativa. Él reconoce que los bosques y las tierras arboladas ayudan a una gran cantidad de gente a sobrevivir, quienes tendrían que enfrentar serías dificultades si perdieran el acceso a esos recursos. Sin embargo, afirma que eso no quiere decir que los bosques naturales puedan servir para sacar mucha gente de la pobreza.

Reconocer los derechos de los pobres sobre recursos forestales valiosos puede lograr eso en algunos casos, pero es difícil conseguir apoyo político para ese propósito. Wunder no niega que algunas veces la conservación y el desarrollo van de la mano. Pero dice que ese tipo de soluciones "ganar-ganar" son menos comunes de lo que muchos quisiéramos creer.

En algunos casos, para mejorar la situación de las familias rurales pobres puede ser necesario promover actividades agrícolas que terminan generando mayor deforestación. En otros casos, puede que no haya ninguna manera de promover la conservación y a la misma vez garantizar beneficios para las comunidades locales.

A diferencia de Wunder, personalmente yo siento que el vaso está medio-lleno, y no medio-vacío. No se debe subestimar la importancia de proteger los recursos que son vitales para la supervivencia de la gente pobre. Solo porque poderosos intereses dificultan el acceso de los pobres a la madera valiosa, no significa que se deba descartar la idea. Compensar a las familias campesinas por el carbón que secuestran y la biodiversidad que protegen puede proveerles de un ingreso substancial. Si bien el papel de Wunder no discute las plantaciones pequeñas y la agroforestería, estas actividades también ofrecen alternativas prometedoras.

Desarrollar estrategias eficaces que producen resultados concretos en el terreno requieren de un análisis serio, ya sea que uno piense que el vaso está medio-lleno o medio-vacío. Repetir frases que están de moda y pretender que todo está bien no nos lleva a ninguna parte. Los escépticos como Wunder nos obligan a pensar a cerca de nuestras propias ideas. Ahora que pronto vendrá la siguiente Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, en

Johannesburgo en el año 2002, es un buen momento para leer este papel.