Investigación

Forjando capacidades de recuperación frente a incendios en las periferias del bosque amazónico en Perú

Una investigación revela las relaciones entre los seres humanos, los incendios y los bosques en la región Ucayali en Perú.
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Queremos ver en qué medida la aparición de incendios y su propagación es influenciada por el clima, los cambios en la cobertura terrestre y los procesos sociales, dice Víctor Gutiérrez, científico investigador del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Fotografía de: Ernesto Benavides

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Queremos ver en qué medida la aparición de incendios y su propagación es influenciada por el clima, los cambios en la cobertura terrestre y los procesos sociales, dice Víctor Gutiérrez, científico investigador del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Fotografía de: Ernesto Benavides

Queremos ver en qué medida la aparición de incendios y su propagación es influenciada por el clima, los cambios en la cobertura terrestre y los procesos sociales, dice Víctor Gutiérrez, científico investigador del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Fotografía de: Ernesto Benavides

LIMA, Perú . Víctor Gutiérrez divisa una columna espesa de humo elevándose desde un campo lleno de maleza en las afueras de la ciudad de Pucallpa, en la región amazónica de Perú, detiene su camioneta, se baja y camina sobre los mogotes carbonizados hacia el fuego.

Grandes llamaradas atraviesan la maleza y la ceniza vuela alrededor de su cabeza. Sin inmutarse por la ferocidad del fuego, Gutiérrez mira el incendio con un ojo y con el otro las lindes del bosque a varios cientos de pies de distancia, donde supone que el incendio se detendrá.

“Este es un incendio descontrolado típico, pero el bosque probablemente actuará como cortafuegos, en parte porque el dosel cerrado de árboles mantiene un nivel más alto de humedad ahí”, dijo.

A medida que se intensifica la conversión de bosques para la agricultura y tierras de pastoreo en la Amazonía peruana, también se intensifica el uso intencionado del fuego. Debido a que los campos se llenan de maleza rápidamente en el trópico, los cultivadores de palma aceitera, los agricultores y los ganaderos queman los campos para eliminar la mala hierba e inician fuegos en los pastizales para eliminar a las garrapatas que molestan al ganado. Los problemas surgen cuando el viento empuja al fuego fuera de control y pone en peligro al bosque circundante.

Aunque la humedad generalmente impide que el fuego se propague más allá de las lindes de un campo o pastizal y al bosque, los científicos temen que la quema repetida podría secar la vegetación del sotobosque, haciendo que el bosque quede más susceptible a quemarse en el futuro. Si añadimos el factor cambio climático, la supervivencia del bosque podría estar en juego.

Gutiérrez, científico investigador colombiano del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia  en Nueva York, está trabajando con científicos del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) para estudiar las relaciones  entre los seres humanos, los incendios y los bosques en la región Ucayali en Perú.

“Queremos ver en qué medida la aparición de incendios y su propagación es influenciada por el clima, los cambios en la cobertura terrestre y los procesos sociales. También queremos entender cómo se podría usar la gestión de distintos tipos de vegetación en el paisaje para controlar o reducir los incendios, aumentando al mismo tiempo la capacidad de crecimiento de los bosques secundarios y su aptitud para brindar servicios del ecosistema, tales como hábitat para la vida silvestre, almacenamiento de carbono y regulación del agua”.

Impacto humano

A diferencia de los bosques templados, donde los rayos pueden provocar un incendio, un bosque tropical húmedo típicamente arderá solamente si alguien enciende un fósforo y lo tira.

“El uso del fuego se está generalizando más en la Amazonía, pero el ecosistema no está adaptado a situaciones de incendio”, dijo Gutiérrez. “El fuego perjudica la salud humana, daña los cultivos y también tiene impactos significativos sobre los procesos del ecosistema. Si podemos mantener el fuego fuera de zonas donde de otro modo los bosques se regenerarían, entonces esas zonas podrían desarrollarse suficientemente como para reducir la probabilidad de incendios y brindar esos servicios del ecosistema”.

Gran parte de la investigación de Gutiérrez ha sido hecha en las lindes del bosque, que está limitado por un pastizal o campo de plantas de yuca en un lado y árboles altos y maleza espesa en el otro.

Cuando se tala árboles para abrir paso a los campos de cultivo o pastizales para animales, el bosque queda fragmentado, exponiendo más lindes del borde al calor y a la luz solar, secando la maleza y haciendo mucho más fácil que un incendio se propague en el bosque. Dichas condiciones empeorarán si el cambio climático origina un aumento en las condiciones de sequía.

En la Amazonía, frecuentemente los campos cultivados son revertidos en bosques de una manera cíclica. Una vez que el agricultor abandona un campo, dejándolo como barbecho, el pasto empieza a crecer, volviéndose fácilmente inflamable y presentando un peligro de incendio. Pero si los árboles empiezan a crecer, eventualmente formarán un bosque secundario  que mejora las condiciones para combatir incendios.

“Existe una relación entre la recuperación del bosque y el fuego”, dice Gutiérrez. “Hay un periodo de transición durante el cual la vegetación pasa de promover el fuego a impedirlo. Queremos saber en qué punto sucede eso, la forma en que las variaciones en las condiciones de sequía influencian esa relación, y finalmente la forma en que las personas pueden gestionar el paisaje para que la regeneración forestal sea promovida de una manera que reduzca el riesgo de incendios, y al mismo tiempo, acumule carbono y brinde otros servicios del ecosistema”.

Terreno secundario

A unas millas de distancia, Naomi Schwartz protege sus ojos del sol y recorre con la mirada el dosel de árboles que han crecido formando un bosque secundario, en un lugar que era campo de cultivo de un agricultor hace solo 15 años.

Cuando el campo fue abandonado, empezaron a crecer en sucesión varias especies – primero las especies que buscan la luz, luego otras que florecen en un entorno más frío y oscuro debajo del dosel. Aunque la zona está cubierta por árboles pequeños y una gama de especies que difieren de las que se encuentran en bosques maduros, todavía se los puede identificar como bosques debido a su vegetación densa y alta y al dosel cerrado.

Dentro de pocos años, este nuevo bosque será apreciado por su conservación y sus servicios del ecosistema, dijo Schwartz.

Armada con forcípulas y una cinta métrica, Schwartz registra las especies y el tamaño de los árboles. También compara la composición de las especies al borde del bosque, donde hay más luz y las condiciones del medio ambiente pueden diferir de las del interior.

“Queremos ver si la capacidad de recuperación en un incendio es diferente cuando la vegetación tiene edades diferentes”, dijo Schwartz, estudiante de doctorado en ecología, evolución y biología ambiental en la Universidad de Columbia, quien está trabajando con los científicos de CIFOR.

“Nuestra hipótesis es que a medida que el bosque se vuelve más maduro, será menos vulnerable al fuego que puede propagarse desde los campos o pastos incendiados”.

Los bosques secundarios se están expandiendo en todo el mundo, pero los investigadores y los formuladores de políticas con frecuencia pasan por alto su importancia, dice Schwartz. Estos bosques pueden mejorar los medios de vida locales proporcionando alimentos, materiales de construcción y hábitats para los animales. También brindan servicios del ecosistema, regulan el ciclo hidrológico y almacenan carbono a medida que crecen y maduran.

Sin embargo, el potencial de brindar esos servicios depende de la forma en que se recupera el bosque secundario.

“Los bosques tropicales secundarios pueden proporcionar una gama de servicios del ecosistema a medida que maduran”, dijo Schwartz. “Pero todavía no sabemos cómo afecta el fuego a su recuperación y a su capacidad de brindar servicios del ecosistema”.

Los datos que ella y Gutiérrez están recopilando cerrarán brechas importantes en la interpretación de los científicos acerca de la relación entre las tierras de cultivo y los bosques.

“Durante mucho tiempo, existió la opinión general de que los bosques secundarios no valían mucho, pero los bosques secundarios son los bosques del futuro”, dijo Schwartz.

Para mayor información sobre los temas tratados en el presente artículo, sírvase contactar a Miguel Pinedo-Vásquez al correo electrónico m.pinedo-vasquez@cgiar.org

Este trabajo forma parte del Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Arboles y Agroforestería y está respaldado en parte por la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. 

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