El agua está en las noticias todos los días. Con muchos de los ríos del mundo secándose, nos estamos acostumbrando a ver imágenes de paisajes transformados por los frecuentes incendios forestales provocados por las sequías, o las inundaciones sin precedentes históricos.
Mientras tanto, el número de personas que padecen hambre y malnutrición ha aumentado a más de 828 millones, esto es 150 millones más desde el estallido de la pandemia de COVID-19. Muchos se enfrentan a una lucha cada vez más dura. Muchas personas se enfrentan a una lucha cada vez más ardua para alimentar a sus familias con tierras que, o bien se han secado y degradado, o bien están sumergidas bajo las inundaciones o la invasión del mar.
Quienes corren el mayor riesgo son los que dependen de las lluvias para producir alimentos. En África, más del 95 % de la producción de alimentos proviene de la agricultura de secano, mientras que solo el 5 % de las inversiones públicas en agua para la agricultura se destinan a este tipo de agricultura.
La solución, sin embargo, podría estar justo sobre nuestras cabezas.
“La mayoría de los países del África subsahariana utilizan actualmente solo el 5 % de su potencial de uso de agua de lluvia”, afirma Maimbo Malesu, quien dirige la Unidad de Investigación sobre Gestión del Agua del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) y su oficina en Zambia.
“Incorporar el “agua verde” (agua retenida) podría mejorar tanto la seguridad alimentaria como la salud del ecosistema”.
Los colores del agua
En los trópicos, el agua procede principalmente de dos fuentes: los “ríos voladores”, o corrientes de humedad atmosférica (“agua arco iris”) que aportan nubosidad y precipitaciones, y las “torres de agua”, cuencas hidrográficas de mayor altitud que generan ríos (“agua azul”) que descienden a zonas más secas aguas abajo. Los ríos recogen aproximadamente un tercio de la precipitación total sobre la tierra.
Los árboles y otras plantas utilizan los otros dos tercios como “agua verde” a través de la evapotranspiración. Los cambios en la cubierta terrestre entre bosques, praderas y cultivos en campo abierto afectan la capacidad de los suelos para absorber agua, así como a la capacidad de la vegetación para utilizarla y reciclarla a la atmósfera. Por ejemplo, los árboles de raíces profundas extraen agua de las capas más profundas del suelo y filtran parte de ella a la capa superficial, donde los cultivos pueden utilizarla. “En ausencia de árboles, que ayudan a prevenir la erosión del suelo, el agua se desperdicia”, explica Malesu. “Los árboles dentro de un sistema agrícola – como en la agroforestería– gestionan mejor el agua, aumentan la productividad y revalorizan el recurso. Pero esta “agua verde” pasa desapercibida en la planificación hidrológica”.
La científica de CIFOR-ICRAF Aster Gebrekirstos Afwork también hace eco de los comentarios de Malesu. “El papel de los árboles en la modificación de los microclimas y mesoclimas y en el ciclo hidrológico se ignora por completo en el discurso sobre el cambio climático global”, afirma. La comunidad Abraha We Atsbeha de Tigray, con la que ha llevado a cabo investigación al respecto “describe los beneficios ecosistémicos de la restauración del paisaje como un ‘banco de agua’, en el que el tiempo y el trabajo invertidos en restaurar las tierras degradadas aguas arriba recargan las aguas subterráneas que abastecen al ‘cajero automático’ aguas abajo”, explica.
“Esto a causa de que el número de pozos poco profundos aumentó significativamente como resultado del aumento del nivel freático y la infiltración a nivel del paisaje durante la estación de lluvias. Como resultado, los agricultores pudieron desarrollar fácilmente pozos excavados a mano y diques de contención para cultivar hortalizas y árboles frutales mediante prácticas de riego a pequeña escala, lo que les permitió cultivar dos veces durante la temporada baja”.
Aprovechar el agua verde podría cambiar las reglas del juego. “A un coste estimado de 250-500 USD por hectárea, invertir en la gestión del agua verde en la agricultura de secano a pequeña escala es una forma rentable y sostenible de aumentar la productividad, con beneficios añadidos”, afirmó Catherine Muthuri, Coordinadora Regional para África Oriental y codirectora de la Plataforma de Asociación Transformadora sobre la optimización del agua de lluvia en la agricultura de secano de CIFOR-ICRAF.
La iniciativa Transforming Investments in African Rainfed Agriculture (TIARA) (Transformando las inversiones en la agricultura de secano africana), liderada por el Stockholm International Water Institute (SIWI), el Global Green Growth Institute (GGGI) y CIFOR-ICRAF, tiene como objetivo ayudar a mejorar la seguridad alimentaria e hídrica y aumentar la resiliencia climática de las comunidades rurales, llamando la atención sobre la mejora de la agricultura de secano en África e invirtiendo en ella.
TIARA ha analizado el potencial del agua verde en la cuenca del Zambeze mediante una serie de consultas y diálogos con los actores locales, y ha proporcionado un análisis de los principales problemas y obstáculos. Las experiencias y lecciones aprendidas servirán de base para el desarrollo de un programa TIARA para toda África adaptado a las circunstancias locales. El programa establecerá asociaciones nacionales y regionales con los gobiernos, los organismos de cuenca y las comunidades económicas regionales, con el fin de crear un entorno propicio para mejorar la agricultura de secano en África.
Trabajadores de primera línea
Los pequeños agricultores que practican la agricultura de secano están en la primera línea de la gestión del agua. Aunque suelen tener poco o ningún apoyo o formación sobre cómo utilizar de forma sostenible los escasos recursos hídricos, consiguen aumentar los rendimientos captando el agua de la lluvia y manteniéndola dentro de la zona radicular de sus cultivos, junto con otros enfoques sencillos para aumentar la humedad del suelo y el agua verde, y así reducir las pérdidas de agua y nutrientes del suelo.
La agricultura de secano mejorada es un término genérico que engloba una serie de enfoques que se alinean con la agricultura regenerativa, la captación de agua de lluvia y la agricultura de conservación. “En el centro de la agricultura de secano mejorada está la necesidad de aumentar la disponibilidad y mejora de la gestión del agua verde”, dijo Muthuri. “Muchos de sus planteamientos se basan en prácticas y conocimientos tradicionales y pueden aplicarse a bajo coste. Esto, unido a la adecuación de las especies arbóreas y las opciones de gestión a los contextos apropiados, se traduce en un uso eficiente del agua allí donde cada gota cuenta, lo que se traduce en mejores rendimientos, crecimiento económico y creación de empleo, igualdad de género, mejora de los medios de vida, beneficios sociales y mayor resistencia a los embates del clima”.
Para recoger el agua de lluvia, los agricultores pueden construir pozos zaï (pequeñas cuencas de siembra) y zanjas de “media luna”, o crear terraplenes de piedra y tierra o franjas de hierba que redirijan la escorrentía hacia los cultivos, un planteamiento denominado agricultura en franjas. También pueden reducir al mínimo el labrado del suelo y utilizar cultivos de cobertura para limitar la cantidad de suelo y agua que se pierde por evaporación, erosión por salpicaduras de lluvia y escorrentía. Otros métodos consisten en recoger y conservar el agua en estanques, presas de arena y cisternas para disponer de una fuente de riego durante los periodos secos. Las aguas subterráneas pueden recargarse mediante zanjas y pozos de percolación, y el fertilizante orgánico puede utilizarse para mejorar la productividad y la estructura del suelo.
La inversión en agricultura de secano y aguas verdes no pretende sustituir al regadío ni a otras soluciones: el objetivo principal es proporcionar una seguridad hídrica básica.
“Un primer paso para crear medios de vida sostenibles es garantizar que, como mínimo, los agricultores no caigan por debajo del nivel de subsistencia”, afirma Muthuri. “Garantizar el agua verde debe considerarse parte de un enfoque más amplio e integrado de la gestión del agua”.
Sobre el terreno
En Kenia, el 80 % de la tierra está clasificada como árida o semiárida, gran parte de la cual se está degradando rápidamente. En este contexto, el Programa de Productividad de los Servicios Ecosistémicos de los Pastizales de Kenia de CIFOR-ICRAF busca mejorar los medios de vida y la salud de los paisajes aumentando la productividad de los servicios ecosistémicos que prestan los pastizales para la alimentación humana y animal, y la seguridad de la vida silvestre en los condados del Triángulo de Amaya de Laikipia, Samburu, Isiolo y Baringo. Además de promover empresas e inversiones basadas en los árboles, establecer viveros comunitarios e identificar formas de utilizar la agroforestería para mitigar el cambio climático y adaptarse a él, el proyecto incluye un componente sobre el diseño y la instalación de sistemas de captación de agua de lluvia y de crecidas para apoyar el crecimiento de los árboles y mejorar los pastos en tierras de cultivo y pastizales. “El potencial de agua de lluvia de Kenia es de más de 350 000 millones de metros cúbicos”, dijo Malesu. “Si se capta y gestiona, el agua es suficiente para mantener a 233 millones de personas o cerca de cuatro veces la población del país en 2022”.
Así pues, para mejorar la agricultura de secano, es necesario vigilar de cerca el inicio y el final de las lluvias, aumentar las técnicas de recogida de agua in situ y promover la agricultura de conservación en general.
Manantiales de esperanza
En la cuenca hidrográfica de Rejoso, en Java Oriental (Indonesia), un equipo de investigadores lleva muchos años trabajando para encontrar formas de mejorar la capacidad de la cuenca de aumentar la infiltración de agua y regular la toma de agua para uso agrícola. Esta gestión integrada de cuencas y recursos hídricos pretende devolver el caudal de agua a los manantiales que abastecen a Surabaya, la segunda ciudad más grande de Indonesia.
La primera fase de la iniciativa Gerakan Rejoso Kita (“nuestra plataforma Rejoso”) demostró que es posible restaurar y mantener las funciones de las cuencas hidrográficas mediante la creación de sistemas de coinversión basados en el rendimiento que incentiven a los pequeños agricultores de las zonas altas y medias a practicar la agroforestería y la agricultura de conservación. Noventa y cuatro agricultores que cubren 44,3 hectáreas de arrozales han practicado el cultivo sostenible individual de arroz. Mediante la introducción del tanam serempak (plantación colectiva con un calendario de plantación armonizado en un bloque), el programa consiguió la participación de 184 agricultores en 65,1 hectáreas.
“Nuestros datos muestran que el cultivo sostenible del arroz puede producir un 32 % más de grano y utilizar el agua de forma un 15 % más eficiente que las prácticas convencionales”, afirma Ni’matul Khasanah, investigador en modelos ecológicos de CIFOR-ICRAF en Indonesia. “Esto supone un 123 % más de beneficio neto para los agricultores, y un 36 % menos de emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, para hacer realidad esta verdadera oportunidad en la que todos ganan es necesario mejorar las técnicas de perforación de pozos, que permiten controlar mejor el uso del agua, y cambiar las normas de los permisos legales de perforación, todo un reto para la integración de políticas”.
La iniciativa también exploró mecanismos de financiación innovadores, animando a las comunidades agrícolas a organizarse para obtener capital, y trabajó con plataformas y foros multiactor en diversas jurisdicciones para una mejor gestión de las cuencas hidrográficas. En los seis años siguientes al programa de investigación-acción, los proyectos piloto de Rejoso Kita en las partes alta, media y baja de la cuenca utilizaron un enfoque de paisajes para diseñar pagos por servicios ecosistémicos (PSE).
“En el proyecto piloto de PSA de Rejoso participaron 174 agricultores de siete aldeas, con una superficie de 106,6 hectáreas, que llegaron a un acuerdo contractual basado en el rendimiento con la empresa nacional de agua embotellada Danone”, explica Beria Leimona, experta principal en Gobernanza del Paisaje de CIFOR-ICRAF. “Cuando se reproducen, los sistemas de PSA pueden aumentar la infiltración en un 0,5-1% y reducir la escorrentía superficial en un 1,5-2% de las precipitaciones anuales manteniendo 300-500 árboles por hectárea; estos efectos son modestos en la recarga de las aguas subterráneas, pero complementan un uso más eficiente de las aguas subterráneas aguas abajo”.
Un vínculo innegable
La mayoría de los 4000 millones de personas que se calcula que carecen de acceso suficiente a agua limpia viven en zonas con escasa cubierta forestal. Los árboles extraen agua del subsuelo y la liberan lentamente a través de sus hojas; también “atrapan” las lluvias torrenciales y ralentizan la escorrentía; estabilizan las riberas de los ríos y crean microclimas para los cultivos y la biodiversidad.
Los bosques y los árboles han estado asociados a las precipitaciones al menos desde la época de la Grecia clásica, pero solo recientemente se han aclarado sus mecanismos”, afirma Meine van Noordwijk, científica del CIFOR-ICRAF y coautora de un reciente artículo que cuestiona la métrica de la “huella hídrica” utilizada habitualmente y propone alternativas que tienen en cuenta el reciclado de las precipitaciones. “Más allá de la competencia por el agua azul contra el agua verde que desaconseja plantar densos rodales de árboles de crecimiento rápido en zonas secas, es necesario comprender todo el espectro de colores (tipos) – azul, verde, gris y arco iris– de la gestión del agua con mirar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
En pocas palabras, plantar los árboles adecuados en los lugares adecuados sigue siendo la forma más eficaz de aprovechar al máximo el agua de las lluvias.
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