Era agosto de 2017 cuando la ecóloga en restauración e investigadora de la Universidad de São Paulo Paula Meli fue invitada a unirse a otros 30 investigadores en una reunión con funcionarios de gobierno argentinos en Buenos Aires. “Argentina estaba desarrollando su plan nacional de restauración”, cuenta Meli. “Nos necesitaban para definir la degradación forestal, los niveles de degradación y los indicadores para medir los niveles de degradación”.
“Fue interesante”, explica, “nunca había estado en una situación en la que el Gobierno estuviera tan abierto a recibir información”.
Pero lo que podría haber sido una reunión fluida, se convirtió en un debate extenso enfocado en una sola definición. “Mis colegas pasaron varias horas discutiendo únicamente sobre el término degradación forestal”, dijo Meli, que recuerda a los funcionarios esperando por largas horas y comentando: “Por Dios, ¿van a ponerse de acuerdo en algo o no?”
Para Meli, esta anécdota ilustra un choque cultural que se observa en América Latina y posiblemente en otras regiones del mundo. ¿Quiénes lo protagonizan? Los ecólogos de la restauración versus la gama de profesionales, líderes y comunidades con los que ahora necesitan trabajar, pero en lo que no necesariamente cuentan con la experiencia para hacerlo.
Es una larga lista que abarca muchos espectros: desde una familia que ocupa la frontera de un área forestal protegida hasta presidentes, primeros ministros y líderes de la sociedad civil internacional. Todos estos son partes interesadas, con diferentes expectativas y necesidades respecto a la restauración.
En las últimas dos décadas, países de América Latina se han comprometido a restaurar por lo menos 53 millones de hectáreas de tierras degradadas para el año 2020, lo que ha impulsado una gran demanda de profesionales de restauración ecológica en la región.
Aunque en otras regiones del mundo también se han comprometido con metas de restauración, en América Latina los compromisos son considerados como ambiciosos. James Aronson, ecólogo de restauración e investigador del Jardín Botánico de Missouri en Estados Unidos, considera que los profesionales de la restauración de otras partes del mundo pueden aprender de América Latina y de la manera como la región maneja los desafíos para el cumplimiento de sus compromisos. “Vale la pena enfatizar que América Latina es una verdadera incubadora donde la gente está lidiando con toda esta complejidad”, dice.
Desde el desierto hasta la Antártida
América Latina se extiende desde la árida frontera norte de México hasta las islas antárticas al sur de Chile. Veinticuatro países y cinco territorios dependientes conforman la región, con biomas ecológicos tan diversos como sus culturas, idiomas y sistemas sociales.
“Esto significa que para restaurar nuestros ecosistemas, los latinoamericanos tenemos que lidiar con condiciones ecológicas y sociales complejas y desafiantes”, dice Meli.
Meli y sus colegas: Daniella Schweizer en Suiza, Pedro H. S. Brancalion en Brasil, Carolina Murcia en Colombia, y Manuel R. Guariguata en Perú, se preguntaron si los profesionales de la restauración en América Latina contaban con las capacidades necesarias para emprender la tarea.
Según ellos, los profesionales de la restauración necesitan una “capacitación multidimensional” para abordar los complejos problemas que atañen a la restauración ecológica en la región.
¿Y qué es la capacitación multidimensional? La definen como el entrenamiento o formación en las dimensiones ecológica, socioeconómica y de gestión de la restauración.
En detalle, la dimensión ecológica cubre usualmente conceptos y técnicas para el restablecimiento del bienestar y la autosostenibilidad de los ecosistemas a largo plazo. La dimensión socioeconómica cubre los aspectos técnicos para lograr la participación de los actores interesados en el proyecto, una relación costo-beneficio total del proyecto y otros temas legales e institucionales. También cubre temas como la equidad social y la resolución de conflictos, los cuales podrían haber sido útiles durante aquel debate de cinco horas sobre la definición de degradación forestal que Meli recuerda. Entre tanto, la dimensión de gestión incluye la planificación, implementación, monitoreo y documentación de proyectos, divulgación y comunicación, y administración financiera.
Los proyectos de restauración ecológica deben ser sólidos, tanto en sus aspectos ecológicos como sociales. Si son solo fuertes en uno u otro aspecto, es poco probable que tengan éxito"
Para darse una idea de las habilidades para la restauración ecológica en la región, Meli y sus colegas difundieron una encuesta online (en español y en portugués) en sus redes nacionales y regionales de restauración; sus propias redes profesionales de investigadores y profesionales; y a través de la Conferencia Mundial sobre Restauración Ecológica celebrada en Brasil (SER) en septiembre de 2017.
El objetivo era averiguar qué tipo de profesionales de restauración ecológica están trabajando en ecosistemas terrestres en América Latina, en cuáles sistemas se están enfocando; qué tipo de capacitación han recibido en las múltiples dimensiones de la restauración ecológica; y cuáles son los obstáculos que perciben, así como las necesidades curriculares para la formación profesional.
Los resultados de la encuesta, publicada recientemente en la revista Restoration Ecology y en un Infobrief de CIFOR, mostraron que la mitad de los encuestados trabajan en el mundo académico al mismo tiempo que trabajan en o con gobiernos y organizaciones no gubernamentales, y que la mayoría de los encuestados se centra en los ecosistemas forestales. También se evidencia que tienen niveles educativos similares, y que la mayoría de ellos han completado estudios de posgrado.
En términos de capacitación, más del 80% de los encuestados recibió formación académica formal en campos relacionados con la restauración, y la mayoría informó que asistió a cursos interdisciplinarios. Sin embargo, su capacitación se centró más en la dimensión ecológica de la restauración, en comparación con las dimensiones socioeconómicas o de gestión.
En cuanto a capacitación adicional, los encuestados manifestaron el deseo de oportunidades flexibles en cuanto a tiempo y compromiso, como cursos cortos o talleres intensivos. Además de tarifas de capacitación asequibles, ayuda financiera y más alternativas en las ubicaciones de los cursos.
Para Meli, los resultados de la encuesta indican que, aunque hay disponibilidad de cursos en las diferentes dimensiones de la restauración ecológica en América Latina, los profesionales de la restauración sienten que necesitan contar con más capacitación en las dimensiones socioeconómica y de gestión. “Pero recibir entrenamiento no es la única solución”, aclara Meli. Los profesionales de la restauración necesitan mejorar temas como trabajo con equipos diversos y colaboración con otras profesiones. “Necesitamos reforzar nuestro trabajo interdisciplinario”, agregó.
Debemos enfatizar que, de no tener en cuenta las dimensiones humanas de la restauración, es probable que no se alcancen los objetivos ecológicos"
No solo una tendencia regional
Que la mayor parte de los encuestados estén capacitados en la dimensión ecológica no fue inesperado, considerando el universo de la muestra. Sin embargo, Aronson afirmó que esto sucede de igual forma en muchas otras partes del mundo, y que este enfoque de capacitación puede tener implicaciones en la forma en que los profesionales de restauración diseñan e implementan proyectos.
“En 2010, un grupo de investigadores realizamos una revisión de la literatura existente publicada desde 2001 hasta 2008, donde menos del 5% de los artículos sobre restauración ecológica en revistas revisadas por pares se referían a factores socioeconómicos”, explicó.
Aronson y sus colegas “encontraron resultados claros de que los profesionales de la restauración no logran reconocer los vínculos entre la restauración ecológica, la sociedad y la política; y no han conseguido destacar los beneficios de la restauración como una inversión de importancia para la sociedad”.
En un estudio más reciente, investigadores australianos establecieron que los beneficios sociales de la restauración rara vez se miden en los proyectos. Una revisión de la literatura publicada en 2013, evidenció que menos del 3% de los proyectos de restauración reportados incluyeron una evaluación de los aspectos socioeconómicos.
¿Por qué ha tardado tanto el incorporar las dimensiones no ecológicas de la restauración? Cara R. Nelson, profesora de ecología de la restauración de la Universidad de Montana, cree que viene de un enfoque histórico del objetivo ecológico de la restauración, que consiste en “eliminar la degradación y devolver el sistema al estado en el que se encontraría si no hubiera ocurrido degradación alguna”.
“Esto significa que muchos profesionales de la restauración tienen una tendencia a enfocarse en el ecosistema”, dijo Nelson. “Lo primero en lo que piensan son los objetivos ecológicos, a pesar del hecho de que la restauración tiene el potencial de lograr sólidos objetivos sociales”.
“Debemos enfatizar que, de no tener en cuenta las dimensiones humanas de la restauración, es probable que no se alcancen los objetivos ecológicos”, dice Nelson.
Sin embargo, las iniciativas globales para restaurar tierras degradadas, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica y el más reciente Desafío de Bonn, retan a muchos profesionales de la restauración a ir más allá de los objetivos ecológicos, al tener la tarea de revertir la degradación en grandes franjas de tierras que afectan a una diversidad de personas y sus estructuras sociales.
“Es un problema realmente complejo idear la forma de reparar de manera efectiva los ecosistemas degradados a grandes escalas espaciales y construir estructuras sociales que apoyen las actividades de reparación ahora y en el futuro”, dijo Nelson.
La restauración requiere diversidad
Entonces, ¿qué debería hacer un joven ecólogo de la restauración para obtener la combinación correcta de capacitación? Meli y sus colegas recomiendan preparación adicional en restauración de tipo multidimensional y aprender a través de la colaboración con diferentes disciplinas.
“No se trata de tener más conocimiento”, aclara Meli. “Es una cuestión de visión, ser multidimensional no significa que necesites tres doctorados; necesitas la visión para interactuar y compartir información con otras personas”, explica, y agrega que también se trata de trabajar bien en equipos interdisciplinarios capacitados para colaborar con diversos grupos.
La Sociedad de Restauración Ecológica, (SER por sus siglas en inglés), una organización internacional con sede en los Estados Unidos que apoya la comunidad de profesionales de la restauración a nivel mundial, reconoce la importancia de abordar directamente estos componentes multidimensionales, los cuales son destacados en una próxima revisión de sus “Estándares internacionales para la práctica de la restauración ecológica”.
“Los nuevos estándares abordan los componentes sociales de la restauración de manera mucho más significativa que la primera versión, incluido un reconocimiento adicional como parte de un conjunto de nuevos principios para la restauración ecológica”, dijo por su lado Bethanie Walder, directora ejecutiva de SER.
“Los proyectos de restauración ecológica deben ser sólidos, tanto en sus aspectos ecológicos como sociales. Si son solo fuertes en uno u otro aspecto, es poco probable que tengan éxito”, dijo Walder.
“Puede ser un desafío equilibrar los intereses en conflicto, pero también podría ser uno de los componentes más importantes para garantizar el éxito”, según Walder.
Aronson cree que la situación es mejor hoy que veinte años atrás. “Pero todavía hay un largo camino por recorrer”, indica.
Considera que lo que el campo de la restauración necesita tal vez no es simplemente mayor capacitación y mejor trabajo en equipo. Es posible que de cierta manera todos estos desafíos estén estimulando una evolución.
“El artículo de Meli y coautores tiene un gran mérito, pero debe verse como una pieza de un rompecabezas”, dijo Aronson. “Lo que se necesita es que los profesionales de la restauración hablen con audiencias más amplias y redefinan los límites disciplinarios”.
Aronson visualiza una ecología de restauración que abarque otras disciplinas y que para tener éxito necesita de ciencias como la sociología, ingeniería, diseño, derecho, diplomacia, antropología, negocios, lingüística, etc.
“Ojalá que esto suceda en muchas partes del mundo y se convierta, en un plazo de 10 a 25 años, en algo nuevo y hermoso”.
Para obtener más información sobre este estudio, puede ponerse en contacto con Manuel Guariguata en m.guariguata@cgiar.org
La investigación que menciona este artículo fue posible gracias al soporte de USAID.
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