, Wednesday, 6 Mar 2019

Una edición especial que presenta investigación sobre las áreas de turberas más grandes del mundo, hace un llamado a los países a proteger estos ecosistemas de humedales actualmente vulnerables como parte de sus estrategias climáticas; y a aprender, mediante el intercambio de experiencias, a gestionarlos de manera sostenible. Las turberas tropicales son uno de los principales sumideros de carbono del planeta, pero están amenazadas por actividades como la agricultura, el desarrollo de infraestructura y la minería.

El número especial de la revista científica Springer titulado Mitigation and Adaptation Strategies for Global Change(Estrategias de mitigación y adaptación para el cambio global) presenta nueve artículos con resultados de investigación de Indonesia, la cuenca del Congo y la Amazonía peruana, y brinda nuevas perspectivas para ayudar a los responsables de las políticas a equilibrar los objetivos climáticos, del desarrollo y la conservación. El número especial “Las turberas tropicales bajo amenaza: la necesidad de políticas y estrategias basadas en evidencia”, fue dirigida por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), con la colaboración del Servicio Forestal de los Estados Unidos y el apoyo de USAID.

“Las turberas nos ofrecen una oportunidad de oro para enfrentar el cambio climático. Pero necesitamos que los políticos y los científicos trabajen mano a mano en la creación de estrategias sólidas”, dijo el científico principal de CIFOR, Daniel Murdiyarso, en nombre de los editores invitados, Erik Lilleskov y Randy Kolka del Servicio Forestal de los Estados Unidos. “También es vital que los países intercambien conocimiento e información para evitar tropezar dos veces con la misma piedra cuando se trata de la conservación y el manejo de las turberas”, agregó Murdiyarso.

Las turberas tropicales del sudeste asiático continúan siendo degradadas a un ritmo alarmante, especialmente en Indonesia, donde la conversión de las turberas para cultivar palma aceitera y madera para pulpa de papel, empezó en los años 80. Las turberas en la cuenca del Congo y la Amazonía están mucho menos degradadas, pero podrían seguir el mismo camino insostenible si no se toman medidas, advierten los investigadores.

El documento científico explora cómo las lecciones aprendidas en Indonesia pueden informar a las políticas para proteger las turberas relativamente intactas en Perú y la República del Congo, y señala que solo en estas tres regiones, los bosques de turberas cubren un total de 50 millones de hectáreas y almacenan hasta 3,000 toneladas de carbono por hectárea. Los científicos enfatizan la necesidad de establecer políticas sólidas que protejan las turberas de la minería de hidrocarburos y el desarrollo de infraestructura, y exhortan a los países a intercambiar conocimiento práctico antes de que sea demasiado tarde.

La investigación tiene también otras implicaciones políticas. Por ejemplo, los estudios han identificado los factores de conversión. Esta información puede ser utilizada para clarificar los factores de emisión, algo que es esencial para cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la degradación de las turberas.

“Los datos reportados en este número especial enriquecen la información existente, incluidos los factores de emisión del Suplemento de Humedales de las Directrices del IPCC”, señala el documento.

Los estudios también revelan la hidrología de las turberas, un tema vital para restaurar los ecosistemas drenados, y analizan mejores formas de modelar y monitorear de forma remota sus sistemas de agua.

Todo este conocimiento podría ser aprovechado por organismos nacionales como la Agencia de Restauración de las Turberas de Indonesia, entidad encargada de la recuperación de más de dos millones de hectáreas de bosques de turberas degradadas para 2020.

Para los autores, una comprensión más profunda de las características de las turberas es clave para que los países cumplan con las prioridades nacionales y los objetivos climáticos mundiales, por ejemplo, a través de programas como REDD+ y las Acciones Nacionales Apropiadas de Mitigación (NAMAs, por sus siglas en inglés).

“Las políticas que reconocen a las turberas como un tipo de ecosistema único y, sin embargo, vulnerable a nivel nacional, junto con una valoración adecuada de su capacidad para almacenar carbono durante largos períodos de tiempo, podrían aumentar las posibilidades de que se mantengan como sumideros de carbono en lugar de convertirse en fuentes importantes de gases de efecto invernadero”, concluyen los autores del número especial.

Para obtener más información sobre este tema, puede ponerse contacto con Daniel Murdiyarso en d.murdiyarso@cgiar.org.

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