Es imposible hablar de bosques en Acre, Brasil, sin mencionar al héroe del estado: el siringuero, líder sindical y defensor de la Amazonía, Chico Mendes.
Su brutal asesinato hace veinticinco años llegó a los titulares de todo el mundo, y aunque la violencia contra los activistas en la Amazonía no ha disminuido, la muerte de Mendes tuvo un gran impacto en el movimiento de conservación de la Amazonía y alentó a sus partidarios a luchar por una nueva clase de desarrollo ambientalmente sostenible en Acre.
Chico Mendes creció en una familia pobre cerca de la pequeña ciudad amazónica de Xapuri, en Acre, en la década de 1940. Sus padres, como muchos otros, se habían mudado a los bosques de la Amazonía occidental para recoger el látex de los árboles de caucho nativos para su uso en los esfuerzos de los Aliados en la guerra.
Desde los nueve años, Mendes comenzó a trabajar como siringuero para un gran terrateniente. Y aunque nunca recibió educación formal, finalmente aprendió a leer y a escuchar estaciones de radio extranjeras y cobró consciencia de la explotación y las injusticias que él y sus compañeros siringueros sufrían a manos de los barones del caucho.
En los años setenta, los siringueros de Brasil comenzaron a organizarse. Chico Mendes ayudó a crear un sindicato de trabajadores rurales en Xapuri y empezó a luchar por los derechos rurales.
Durante los ochenta, ya habiendo constituido un fuerte movimiento social de base, establecieron el Consejo Nacional de los Siringueros y formaron una alianza de siringueros, ribereños y pueblos indígenas, conocida como los “Pueblos del Bosque”, destinada a luchar por los derechos de los pobres y contra la deforestación.
En la década de 1970 y 1980, Brasil fue presa de una dictadura militar que alentaba el desmonte de la Amazonía para la cría de ganado. Como parte de esta política de ampliación de la frontera agrícola, los siringueros fueron expulsados de las plantaciones de caucho por los ganaderos que querían talar la selva. El Gobierno ofreció reubicar a estas familias en otros proyectos de colonización del estado, donde muchas de ellas se enfrentaron a la pobreza, a enfermedades y a la dislocación social.
Chico Mendes y sus seguidores lucharon contra esto. Las familias ocupaban pacíficamente las áreas de bosque pretendidas por los ganaderos, una táctica conocida como empate. Se paraban frente a las motosierras y los tractores.
“Al principio pensaba que estaba luchando para salvar los árboles de caucho; luego pensaba que estaba luchando para salvar la selva amazónica.
“Ahora me doy cuenta de que estoy luchando por la humanidad”, fueron las palabras de Mendes.
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Como presidente del Consejo Nacional de los Siringueros, se asoció con el movimiento de conservación internacional y propuso la idea de “reservas extractivas” como un medio de vida para los pueblo del bosque y, al mismo tiempo, como una forma de conservar el bosque.
Pero esto enfureció a los poderosos terratenientes y sus partidarios. En 1987, Mendes frustró los planes del ganadero Darly Alves Da Silva para deforestar una zona de bosque que fue designada como una reserva natural.
En 22 de diciembre de 1988, Mendes fue asesinado fuera de su casa en Xapuri. Da Silva, su hijo y otro hombre fueron condenados por el asesinato.
Marcos Afonso, amigo de Mendes y actual Director de la Biblioteca del Bosque de Acre, dice que los ganaderos cometieron un gran error.
“Se deshicieron del líder para reducir la resistencia, pero, por el contrario, esta aumentó”, afirmó.
El asesinato provocó la indignación internacional y masivas protestas en Brasil.
“Por supuesto, nos entristeció mucho su asesinato, lloramos mucho; pero la lucha creció”, reflexionó Afonso.
“El legado de Chico fue su valentía, su determinación y su creencia en un futuro diferente para la Amazonía”.
Diez años después de su muerte, los aliados de Mendes llegaron al poder en Acre, constituyeron el autodenominado “Gobierno del Bosque” y establecieron una serie de políticas de desarrollo ecológico, con bajas emisiones de carbono, destinadas a proteger la parte restante del estado perteneciente a la Amazonía.
“Nuestro estado es un referente internacional de cómo aprovechar los recursos forestales con inteligencia y sin destruir los bosques”, dice Afonso.
El legado de Mendes se siente no solo en Acre, sino en todo Brasil. Un año después de su muerte, se estableció la primera reserva extractiva del país; ahora hay, por lo menos, 48 de ellas, que abarcan más de 12 millones de hectáreas de la Amazonía. Las investigaciones de CIFOR sobre algunas de estas reservas han determinado que allí se han obtenido resultados positivos en materia de desarrollo y conservación.
“El movimiento siringuero que lideró Chico Mendes fue catalizador de un profundo cambio en Brasil”, explicó Peter Cronkleton, investigador principal de CIFOR.
“Como resultado, los pueblos de los bosques en todo el país tuvieron la oportunidad de que se reconocieran sus derechos de propiedad sobre los recursos forestales”.
“De hecho, además de las reservas extractivas, estos cambios han dado lugar a una serie de modelos innovadores de propiedad, como las reservas de desarrollo sostenible y los asentamientos agroextractivos, que permiten que la población rural pueda mantener los medios de vida basados en los recursos forestales”, indicó.
Aún existen muchos desafíos en la Amazonía brasileña. Según una ONG brasileña, casi mil personas han sido asesinadas en disputas por tierras rurales en toda la Amazonía de Brasil desde 1985.
Aunque las tasas de deforestación han disminuido drásticamente desde los tiempos de Mendes, el bosque sigue siendo amenazado por la tala insostenible, la quema, el desarrollo de infraestructura y la expansión agrícola.
Sin embargo, Afonso cree que Mendes estaría orgulloso de los avances de Acre.
“Hablo a menudo con los hijos de Chico y les pregunto: ‘¿Cómo se sentiría Chico Mendes sobre lo que estamos haciendo hoy?’ Siempre contestan ‘estaría muy contento’”, declaró Afonso.
“Si aún estuviera vivo, Chico Mendes estaría feliz y luchando todavía por la Amazonía, porque se trata de una lucha interminable. Hay fuerzas viejas y anticuadas en la política y la economía, que aún tienen una visión antropocéntrica del desarrollo”.
“Necesitamos seguir resistiendo y desarrollar nuevas ideas y modelos”, reflexionó.
“Pero creo que estamos haciendo a justicia al legado de Chico”.
Para obtener más información sobre los temas tratados en este artículo, por favor, póngase en contacto con Peter Cronkleton en p.cronkleton@cgiar.org.
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