LIMA, Peru (10 June, 2013)_Nuevos colonos, crimen organizado y cambio climático son algunos desafíos que enfrentan las comunidades de la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala. Sin embargo, investigación demuestra que las comunidades que mejor enfrentan estos desafíos son aquellas que gestionan exitosamente sus bosques con múltiples usos.
“No debe sorprender que las comunidades con el mayor grado de diversificación, tanto de productos como en su organización social, tengan mayor capacidad de enfrentar desafíos económicos y sociológicos”, señaló Manuel Guariguata, editor del número especial de la revista Forest Ecology and Management.
La publicación incluye un estudio sobre la primera década de manejo forestal comunitario en la Reserva de la Biosfera Maya, dirigido por Jeremy Radachowsky, funcionario principal del programa para América Latina y el Caribe de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés).
El modelo de la reserva de biosfera –implementado en más de 117 países– tiene como objetivo promover un equilibrio entre las actividades humanas y las ambientales, incluyendo el desarrollo económico sostenible en la planificación de la conservación.
La Reserva de la Biosfera Maya está ubicada en la parte norte de la región de El Petén en Guatemala. Fue creada en 1990 para proteger el área más grande de bosque tropical remanente de América Central que cubre más de dos millones de hectáreas. La reserva incluye áreas demarcadas para investigación y turismo de bajo impacto, así como un área de amortiguamiento. El corazón de la reserva es una zona de uso múltiple con 14 concesiones, dos de las cuales están en manos de empresas madereras.
El resto de las concesiones es administrada por comunidades, algunas de las cuales han enfrentado serios problemas, incluso fracasado, en el manejo de sus recursos forestales, según el estudio.
“Su experiencia ofrece lecciones para otras comunidades forestales del trópico porque demuestra cómo una gran cantidad de variables afecta el manejo forestal comunitario”, dijo Radachowsky.
El proceso de solicitud de una concesión
Entre 1994 y 2002 se otorgaron 14 concesiones en la reserva, debido en parte a los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil en Guatemala, según el estudio. La superficie de las concesiones oscilaba entre 7,000 y 83,000 ha, cubriendo más de medio millón de hectáreas de la zona de uso múltiple de la reserva.
Para obtener una concesión, las organizaciones comunitarias debían demostrar que ellas podían manejar los recursos de manera sostenible, recibir el acompañamiento técnico de una ONG y obtener la certificación forestal en un periodo de tres años. A las comunidades se les permitió manejar todos los recursos forestales, mientras que las dos empresas privadas, que estaban en funcionamiento antes de que se estableciera la reserva, solo podían aprovechar madera.
Dos de las concesiones fueron otorgadas a las comunidades centenarias de Carmelita y Uaxactún que tradicionalmente han aprovechado chicle, el látex utilizado para elaborar goma de mascar, así como pimienta gorda (Pimenta dioica) y hojas de palma conocidas a nivel local como xate (Chamaedorea spp.).
“Incluso antes de que se estableciera la reserva, estas comunidades habían estado viviendo en el bosque, basando sus medios de vida en la extracción de productos forestales, tanto para la subsistencia como el comercio en mercados”, dijo Radachowsky.
Cuatro de las concesiones se otorgaron a comunidades establecidas más recientemente y que se asentaron en la zona de uso múltiple cuando la reserva fue creada, mientras que seis de ellas fueron otorgadas a comunidades dentro de la zona de amortiguamiento. Los colonos estaban compuestos principalmente de inmigrantes provenientes de otras partes de Guatemala, acostumbrados a la agricultura y ganadería pero con poca experiencia en manejo forestal.
Lo bueno, lo malo y lo feo
En términos generales, los resultados de una década de manejo forestal parecen positivos, según el estudio. Todas las concesiones comunitarias obtuvieron certificación del Consejo de Administración Forestal (FSC, por sus siglas en inglés) para su madera y algunas comunidades han instalado aserraderos y aprendido a administrar toda la cadena productiva, desde el bosque hasta el mercado. La madera certificada genera ahora alrededor de 13 millones de dólares al año.
Los productos no maderables generan ingresos adicionales, a pesar de una reducción en el rendimiento debido a una sequía y una disminución en la demanda de chicle y pimienta gorda. Cada una de las familias de Carmelita puede obtener más de 2,300 dólares de los productos no maderables. En la reserva, tan solo los ingresos anuales totales del xate se estiman en 5,7 millones de dólares gracias en parte a la habilidad de las comunidades que decidieron mejorar su prácticas para evitar la explotación excesiva.
Sin embargo, tres de las cuatro comunidades de inmigrantes recientemente asentados perdieron sus concesiones, y la ultima esta en peligro de perderla por incumplir las normas en repetidas ocasiones, explicó Radachowsky.
“Debemos olvidar el mito según el cual las concesiones comunitarias tienen que ser autosuficientes, y más bien concentrarnos en los beneficios que ofrecen
En las cuatro concesiones administradas por los nuevos colonos, la incursión de los grandes ganaderos ha sido mayor y los conflictos resultantes han involucrado amenazas de muerte y por lo menos un asesinato. También han reportado las tasas más altas de deforestación –1,54 % anualmente, en comparación con 0,01 en las otras 10 concesiones– y daños producto de los incendios, alcanzando las áreas quemadas 900 hectáreas cada año, en comparación con las 225 hectáreas reportadas en las otras 10 concesiones.
Los niveles de éxito y fracaso demuestran la importancia de tener en cuenta las características de las comunidades al momento de diseñar programas forestales comunitarios, dijo Radachowsky.
“En las cuatro concesiones con inmigrantes recientemente asentados se ha observado una alta tasa de movilidad”, dijo. Cuando la comunidad La Colorada fue expulsada de la reserva, “40 de las 52 familias originales ya no vivían allí”.
La llegada de los ganaderos a la zona también transformó la economía local.
“Ellos disminuyeron la base de recursos de la cual dependía la población local y desarrollaron una economía de mano de obra”, sostuvo Radachowsky.
“Muchas personas terminaron trabajando para los ganaderos y en pequeñas tiendas”.
Dos de las comunidades más antiguas y las comunidades de la zona de amortiguamiento resistieron con éxito el acaparamiento de tierras por parte de terceros. Sin embargo, también enfrentaron problemas, incluyendo una mala gestión financiera y conflictos en torno a la distribución de beneficios.
Tradición, capacitación y tenacidad
Varias comunidades en otros lugares podrían aprender de las experiencias de la reserva de la biosfera para su propio manejo forestal, dijo Radachowsky.
Los concesionarios en la zona de amortiguamiento tuvieron más éxito que los recién llegados porque se unieron por voluntad propia, no simplemente porque vivían en la misma comunidad, dijo Radachowsky, quien llama a los residentes de la zona de amortiguamiento “comunidades de prácticas”.
Los residentes de dos de las comunidades forestales más antiguas –y exitosas– ya tenían una larga tradición de trabajo conjunto para gestionar sus bosques.
Los problemas financieros experimentados por algunas comunidades indican que la capacitación de los programas forestales comunitarios deberían incluir más información relativa a la administración de empresas.
“Prácticas deficientes de gestión financiera y deudas adquiridas representan probablemente la mayor amenaza a la sostenibilidad de la concesión”, dijo Radachowsky.
Las comunidades que diversifican su producción también tienen más éxito porque están mejor preparadas para abordar los altibajos registrados en los mercados, según los autores del estudio.
Sin embargo, los gobiernos y ONGs deben reconocer que las concesiones comunitarias probablemente nunca lleguen a ser autosuficientes, argumentó Radachowsky.
“Debemos olvidar el mito según el cual las concesiones comunitarias tienen que ser autosuficientes, y más bien concentrarnos en los beneficios que ofrecen, así como los temas de equidad y justicia social, y estar dispuestos a encontrar soluciones complementarias de financiamiento”, dijo.
Este es el caso de un lugar como el Petén, donde las comunidades enfrentan problemas particularmente difíciles, como amenazas del crimen organizado, añadió.
“El manejo forestal y el manejo comunitario son procesos de largo plazo”, dijo Radachowsky.
“No creo que exista un modelo ideal. Se requiere tenacidad y perseverancia. Es el proceso de superar situaciones difíciles conjuntamente lo que construye relaciones y las fortalece”.
Para mayor información acerca de los temas abordados en este artículo, sírvase contactar a Manuel Guariguata: m.guariguata@cgiar.org
Esta investigación forma parte del Programa de Investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería y fue realizada gracias al apoyo del Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido, el Departamento del Interior de los Estados Unidos y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
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