Investigadores advierten sobre más incendios a medida que los peruanos migran a la gran ciudad

Los incendios destructivos en el oeste de la Amazonía se están exacerbando debido al desplazamiento de la población, indica un nuevo estudio.
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BOGOR, Indonesia (28 de febrero de 2013)_Los incendios destructivos en el oeste de la Amazonía  se están exacerbando debido al  desplazamiento de la población: a medida que los agricultores se trasladan desde las áreas rurales a las ciudades, dejan atrás paisajes no cultivados que son más secos y más susceptibles a incendios fuera de control, indica un nuevo estudio.

Y cuando los incendios empiezan, hay menos personas en el lugar para controlarlos.

María Uriarte y otros investigadores consideraron la frecuencia de incendios destructivos en la Amazonía peruana entre el 2000 y el 2010.

Si bien reconocieron las causas previamente conocidas como la sequía, la extracción de madera y la expansión de la infraestructura de caminos, encontraron que por lo menos otro factor que contribuye está en juego.

“La presencia de menos personas conduce a más incendios”, dijo Uriarte, autora principal del  análisis a escala de provincias que apareció en Proceedings of the National Academy of Sciences de los Estados Unidos de Norteamérica.

Durante la última década  ha habido un gran número de incendios en la Amazonía (y a nivel mundial) que han resultado en degradación de bosques, emisiones de carbono, empeoramiento de la calidad del aire y daños a la propiedad.

En el Perú, el gobierno estima que en la Región Ucayali más de 22 mil hectáreas se quemaron en el 2005, cantidad significativa, pero que de acuerdo al estudio, probablemente sea una tremenda subestimación.  De las áreas quemadas oficialmente reconocidas, alrededor de 16 mil hectáreas estaban en los bosques, más de cinco mil en pastizales, y el resto en plantaciones frutales, campos de yuca y  pueblos y hogares de familias agricultoras.

Los incendios controlados se han empleado durante milenios en la Amazonía y otros lugares para despejar y manejar parcelas de tierra para cultivo y otros fines económicos.  Si bien los agricultores han sido cuidadosos tradicionalmente para asegurar que los incendios no afecten sus propios activos o los de otros, los rápidos cambios económicos y sociales han hecho que esto cambie.

Hasta ahora, la mayor parte de políticas públicas establecidas para eliminar el uso del fuego ha fracasado en gran medida, dijo  Christine Padoch del Centro para la Investigación Forestal Internacional, quien participó en el estudio; destacando la importancia de implementar políticas que encuentren formas de ayudar a las personas para que regulen y adapten su uso del fuego.

Los autores indicaron que debido a que es barata y requiere poca mano de obra, es probable que el uso de la quema para el manejo de la tierra aumente en el Perú a medida que los miembros de las comunidades rurales se trasladan a la ciudad en busca de mejores servicios, tales como servicios médicos y educación.  (De las 81 provincias estudiadas, todas excepto cinco, registraron crecimiento de la población urbana.)

Las secuelas de la quema en áreas despobladas están aumentando, y en áreas con un alto porcentaje de barbecho, aumenta el riesgo de más incendios, dijo Miguel Pinedo-Vásquez de CIFOR, otro de los autores.

“Al mismo tiempo, hay menos personas y probablemente, menos comunicación y cooperación entre los vecinos”, dijo, “haciendo más difícil mantener los incendios bajo control”.

En el pasado, se presumía que las condiciones más húmedas y  una estacionalidad menos marcada que generalmente prevalecen en la Amazonia,  limitaban la cantidad de incendios destructivos.  Pero el vasto despeje de bosques húmedos para agricultura y pastizales, especialmente a lo largo de la pendiente oriental de los Andes, agravado por la migración a la ciudad, han hecho que la región sea más vulnerable a incendios, escribieron los autores.

El grupo de investigación se propuso determinar si las sequías en años recientes en la Amazonía están en parte vinculadas con el calentamiento global.  Observaron datos de censo climáticos, geoespaciales y a nivel de provincia, y también encuestaron a los agricultores.

Su objetivo fue observar los factores biofísicos y socioeconómicos interrelacionados, asociados con los incendios y la forma en que interactúan con la variabilidad climática, algo que todavía es poco entendido.

“Si eres un agricultor y has invertido cierta cantidad de dinero en tu tierra y ocurre un incendio accidental, pierdes tu inversión”, dijo Uriarte.

“Digamos que un agricultor sufre dos incendios en cinco años, disminuirá el incentivo para continuar trabajando en la tierra.  Sin embargo, es difícil comprender la manera en que los agricultores responden a este cambio en el paisaje, porque el comportamiento humano es muy complejo”.

Uriarte indicó que se necesita mucho más investigación.

Pero para el futuro inmediato, enfatizó la importancia de una coordinación estrecha respecto a los  incendios.

“Perú no cuenta con políticas explícitas sobre incendios.  Debe haber suficiente acción del gobierno, los agricultores y las comunidades para controlarlos”.

Los agricultores podrían empezar por sembrar productos que sean menos susceptibles a los incendios, sugiere Uriarte.

“Existen incentivos de desarrollo para sembrar palma aceitera por ejemplo, porque uno no tiene que seguir quemándola como podría hacerlo con un cultivo diferente – que conlleva una serie de problemas diferentes, pero puede haber soluciones que combinen los usos de la tierra que requieren menos quema.

“Para que esto suceda tendrá que haber un enfoque muy cuidadoso, teniendo en cuenta las  instituciones y estructuras existentes”.

Al mismo tiempo, la mejora de los servicios en áreas rurales puede ofrecer un mayor incentivo para que los agricultores y sus familias permanezcan en el lugar.

“Eso también ayudaría al control de incendios”.

Este estudio forma parte del  Programa de investigación de GCIAI sobre Bosques, Arboles y Agroforestería  y fue apoyado por la Fundación Nacional de Ciencias (subvención número 0909475) y la Fundación Tinker.

 

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